LO ELECTORAL COMO
RITO
DIVORCIADO DE LA ESPERANZA
“Instituciones
e ideas como el saber, el trabajo, la familia, el esfuerzo (…) han dejado de
resultar trascendentes. Nadie cree más en ellas. Sin embargo, el sistema
funciona, las instituciones continúan. Pero lo hacen en el vacío. Solo por
inercia (…) Y esta misma apatía que todo lo neutraliza aparece en el campo
político, donde los porcentajes de abstención en la participación electoral no
hacen más que crecer. Los partidos políticos interesan a la población de la
misma manera que el pronóstico meteorológico o los resultados deportivos. La
política también ha entrado en la era de lo espectacular, liquidando el rigor y
la ideología. Y allí es donde ocupan su lugar protagónico los medios”.
Gilles Lipovetsky.
“La era del vacío”
Si algún
tema preocupa en el ámbito de la gran política, es cuál será la configuración
que adquirirá el sistema - mundo en ciernes durante esa postpandemia que la
inmunidad de rebaño permite avizorar.
Como se
sabe, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC,
por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas ha proporcionado algunos datos
relevantes al respecto, en su reciente informe sobre cómo el calentamiento
global cambiará nuestro planeta en las próximas décadas. Se trata del análisis
de más de 14.000 artículos científicos, el más completo hasta la fecha. Según
las conclusiones de los científicos, las emisiones continuas de gases de efecto
invernadero podrían quebrar un límite clave de la temperatura global en poco
más de una década. También creen que "no es posible descartar" una
subida del nivel del mar que se acerque a los 2 metros a finales de este siglo.
Dicha información ha generado que numerosas
personalidades de nuestro país estén solicitando a viva voz un cupo socioambiental
en los hasta ahora irrelevantes “debates” a que nos tienen acostumbradxs en
tiempo de elecciones.
Quienes peinamos canas aún conservamos el
recuerdo fresco del entusiasmo que despertara ejercer el voto al cabo de casi 8
años de gobierno de facto. Muchxs hasta asistieron al comicio con sus hijxs,
para que estxs conocieran qué era una urna y qué un cuarto oscuro.
Cierto es que, derrotado en el mundo y aquí el
proyecto revolucionario que campeó en los años 60 y 70s, no nos dio la nafta
para expulsar a los genocidas imponiendo las reglas de juego de una democracia
social y participativa, sino que la transición estuvo signada por un pacto de
gobernabilidad entre los personeros del golpe y la partidocracia que aún rige nuestros
destinos, lo cual facilitó la retirada ordenada de los primeros, hasta que los
Juicios de la Verdad llevaron a desfilar por los tribunales a algunos verdugos,
librados a su suerte por esos grupos económicos de la oligarquía que ordenaron
un baño de sangre a fin de lobotomizar la conciencia crítica de nuestro pueblo
y atar la suerte de la Nación al Nuevo
Orden Internacional en gestación.
Pero, aún así, a considerable distancia de
tales “sutilezas”, para la mayoría de la población las elecciones del 30 de
octubre de 1983 fueron una fiesta.
Hoy, en todo el orbe ha predominado un
capitalismo apocalíptico que desprecia a los Estados Nacionales y se fortalece
en el caos e irrespeto por cualquier tipo de institucionalidad, indiferente a que
tal modus operandi enfrente a nuestra
especie con la posibilidad cierta de su extinción en un plazo no remoto.
En nuestro país, a 37 años de la recuperación
del orden constitucional, período en el que ha
desfilado por la Casa Rosada prácticamente todo el arco político
existente (con primacía del peronismo, aquel movimiento nacido bajo la promesa
de redimir al pobrerío), está a la vista que con la democracia - “el mejor de
los sistemas posibles” - no se come, no se sana, ni se educa.
Y, aunque no siempre alcance con un botón de
muestra, la información suministrada por la Junta Electoral de Corrientes acerca de las recientes
elecciones provinciales a Gobernador, senadorxs y diputadxs provinciales, algo
dice respecto del humor colectivo. Escrutado el 99% de los votos, los
resultados fueron los siguientes:
A gobernador:
Padrón provincial
868.259
Votaron
568.334
65.46% Total Padrón Provincial
No votaron
299.925
34.54% TPP
Blanco
40.070
4.61% TPP
Nulos
31.284
3.60% TPP
Eco + Vamos Corrientes
(Ucr / JxC)
461.209
53.11% TPP
Frente Corrientes con Todos
(FDT)
139.669
16.08% TPP
No voto + blanco
330.995
39.15% TPP
No voto+blanco+nulos
371.279
42.76% TPP
Vale la pena aclarar que estos indicadores no
apuntan a tensar ninguna “grieta” - en la que por otra parte descreemos - sino
a poner de relieve el creciente desencanto con la política institucional, que
últimamente también se verificó en Salta y en Córdoba.
Desde luego que consideraciones como estas
suelen hacerse acreedoras a que quien las esgrime sea acusado de practicar la
antipolítica, profesar una vocación destituyente, o - en el mejor de los casos -
ser funcional a la derecha. Pero lo cierto es que, detrás de las promesas más
alentadoras del oficialismo, asoman los datos duros de la realidad:
Entre enero y julio, el Gobierno pisó un paquete
de gastos enorme que impactó, entre otras cosas, sobre jubilaciones, pensiones
y asignaciones familiares. Gastos que de acuerdo a los montos que registran las
últimas planillas oficiales van hoy desde $ 1,7 billón en jubilaciones hasta
casi $ 700.000 millones en partidas para enfrentar el Covid y que, con
asignaciones familiares incorporadas, totalizan alrededor de $ 2,7 billones. O
sea, US$ 27.000 millones al dólar oficial así como aparecen.
No estaría de más preguntarse cuánto habría
sumado el paquete, si durante esos meses se lo hubiese actualizado por la inflación.
Entonces, las planillas dirían cerca de $ 3,4 billones. También pegarían en el
centro de esta cuestión: dirían que gracias a los malabares y a la poda del
Ministerio de Economía se esfumaron $ 680.000 millones reales de un año al otro.
Resulta incontrastable que se trata de un ajuste
del gasto público con todas las de la ley, aunque no forme
parte explícitamente de un acuerdo con el FMI. En realidad lo estará de hecho,
en la larga lista de compromisos que a la brevedad asumirá el kirchnerismo para bajar el déficit
fiscal a cero en cuatro años.
Por lo pronto, también entran en la movida
los recortes
que se han aplicado sobre las transferencias a ciertas provincias para
gastos corrientes, como sueldos y funcionamiento, que la Casa Rosada maneja a
dedo. Aquí la poda dice $ 141.000 millones. Y alrededor de $ 190.000 millones,
si se le añade el rédito fiscal que deja el método de hacer correr los salarios
estatales detrás de la inflación sin alcanzarla.
El acumulado entre grandes montañas de plata
y montañas de plata medianas que el Gobierno se “ahorró” camino al arreglo con
el FMI asciende, en lo que va de 2021, a la descomunal suma de $ 870.000 millones.
Al tipo de cambio oficial, 8.700 millones de dólares en sólo siete meses.
Cabe destacar, a propósito de esta historia
poblada de cifras, que los $ 100.000 millones que días atrás el Gobierno metió
en el presupuesto del Ministerio de Desarrollo Social fueron algo más que un
acto de campaña y una manera de contener la presión de las organizaciones piqueteras para
prevenir disturbios. La causa de tal decisión tampoco estriba, solamente, en el
agotamiento del cupo que se le había fijado al organismo.
Ocurre que por esas cosas del ajuste, el
presupuesto 2021 de Desarrollo Social había nacido en realidad agotado: sin
anestesia, con un muy módico incremento del 8% respecto del ejecutado en 2020,
y era francamente insostenible frente a una inflación que ya
avanzaba hacia el 50%.
Quedó firme, eso sí, el ajuste que por todos
lados fue acumulándose de enero a julio y, seguidamente, un espacio para
manejar los recursos del Estado a la manera que dicte la campaña electoral o al
modo medio confuso y exitista en que lo relató Martín Guzmán ante empresarios, funcionarios y dirigentes políticos,
expresando: “En los primeros siete meses
del año se
registró el 0,7% del Producto en cuanto al déficit primario”.
Así, el desequilibrio anual resultaría
inferior al 4,5% del PBI que Economía se había propuesto como meta; quizás
menor al 4% o ser, incluso, el más bajo desde 2013. Es parte del
perfil ortodoxo que la realidad impuso al gobierno kirchnerista.
A este paso, antes de fin de año podría anunciarse un acuerdo con el Fondo
Monetario. O, cuanto menos, algo bastante más concreto que
las declaraciones, generalmente formales y visiblemente apuntadas a mantener
vivas las expectativas, que hace meses desparraman el Ministro de Economía y la
directora del organismo.
Ha trascendido, además, que las negociaciones
en marcha contemplan un plazo de pago de diez años con cuatro o cuatro y medio de
gracia para los US$ 45.000 millones que se le deben.
También, que no habrá punitorios ni sobretasa del 4 % por mora sino un digamos normal 2% y,
añadida, una cláusula según la cual si aparece una reforma al FMI que mejore las condiciones del
arreglo será aplicada al caso argentino.
Previsiblemente, habrá algún párrafo en la
Carta de Intención, algún compromiso
asociado a la brecha cambiaria, porque la del 80% que
tenemos hoy es impresentable.
Lo mismo ocurrirá con la abultada factura de subsidios que va
acumulándose de mes en mes, para sostener sobre todo el congelamiento de las
tarifas de luz y gas y funcionar, así, parecido a un ancla que se supone
antiinflacionaria.
Aquí las planillas anotan que el paquete de
subvenciones o compensaciones del Estado redondeó, entre enero y julio, $
646.000 millones y $ 467.000 millones la parte que le tocó al retraso de las
tarifas de la energía eléctrica. Ambas cuentas crecen al 80% y, al revés de las
otras, marchan
30 puntos porcentuales por arriba de la inflación.
Todo va camino del billón de pesos, al cierre
del año. Y lo que viene, ahora sí o sí, es un ajuste tarifario que
vaya achicando la factura fiscal y alineando las cuentas detrás del objetivo de
la meta del déficit cero. Se lo llame como se lo llame, será ajuste y ajuste a la FMI.
Mientras tanto tenemos para entretenernos al
viejo y muy desigual ajuste que siembra una inflación del 50% que, en el primer
semestre, provocó una caída del salario real del 6% que lo mandó debajo de los
niveles de 2013. Acompaña la música plana de una economía
que duerme hace una década y que en lugar de crear empleo lo destruye y, al
fin, una orquesta oficial desafinada. En tal circunstancia Guzmán pretende hacer
campaña con el 8% que afirma crecería el PBI este año.
Así, en la era del “Fin del Trabajo” (en Japón se propone una semana laboral de cuatro días para evitar estrés y
reactivar la economía),
mientras el grueso de lxs argentinxs se muestra permeado por el sentido común
hegemónico, que supone que - si no la única - la principal forma de
participación política del ciudadano de a pie consiste en introducir un
papelito en una caja de cartón corrugado cada 2 o 4 años y mirar por TV qué
hace la dirigencia con la decisión mayoritaria, el debate en el seno de la militancia
(oficialista o no, pero comprometida con
la suerte de lxs de abajo) se libra entre las distintas variantes del
asistencialismo y las de la autogestión.
En tanto el gobierno recibe el
apoyo de los movimientos sociales afines - abocados de lleno a la campaña del
Frente de Todxs -, e intenta contener a los opositores, unos y otros coinciden
en un mismo diagnóstico: la única forma de reducir el gasto social, que
involucra a más del 60% de presupuesto nacional, y trasformar los planes en
trabajo es abriendo fábricas y unidades productivas. Mientras ello no ocurra,
achicar el gasto social a través de recortes, como aspira el Ministro de
Economía, será casi una misión imposible y “apagará” el fuego con nafta.
De este modo, al mismo tiempo que las grandes
organizaciones que participan del Estado (el Movimiento Evita, que mayormente
alineado con la prédica social del Sumo Pontífice mantiene un pie en la
administración central y otro en el territorio; y La Cámpora, surgida desde los
despachos oficiales construyendo poder institucional de arriba hacia abajo)
disputan una tajada del poder constituido, en muchos de los agrupamientos
extraparlamentarios germina un poder constituyente que fomenta circuitos virtuosos de producción -
distribución - comercialización en manos del pueblo, de cara a un horizonte que
no descarta la eclosión de un nuevo Argentinazo, y abreva en las experiencias
más avanzadas de la Década Larga Progresista de Nuestra América, apostando por
fortalecer los Estados Comunales con el
protagonismo de las mujeres, Primera Línea de todas las batallas.
Porque casi cuatro décadas de esta democracia
de bajísima intensidad no han demostrado que la noria electoral sirva para
acercarnos siquiera un poco a la anhelada Justicia Social.-
JORGE
FALCONE