domingo, 28 de marzo de 2021

SOBRE LA FRAGMENTACIÓN 
DE LA PROTESTA SOCIAL 
OPERA EL FANTASMA DE VANDOR


El Día Nacional de la Memoria amaneció radiante y con el trayecto que suele unir al Congreso y la Casa Rosada empapelado con afiches que, lejos de la fecha de su muerte, evocaban la figura del dirigente metalúrgico José Ignacio Rucci, mentor de la Concentración Nacional Universitaria (CNU)  y mano derecha del General Perón en su proyecto de Pacto Social. 

Si cabe alguna interpretación para tal evocación (¿extemporánea?) quizá sea la de que el camino de nuestra debacle comenzó con la ejecución de aquel gremialista y continuó con una serie de “provocaciones” armadas que (¿inevitablemente?) condujeron a una nueva y trágica interrupción del orden constitucional. 

En cualquier caso, queda claro que el encendido discurso de campaña producido por la Vice Presidenta en la localidad de Las Flores, que combinó la reivindicación de un compañero detenido - desaparecido con la presencia en las primeras filas del responsable del violento desalojo de la emblemática toma de tierras de Guernica, ensanchó la distancia con el moderado estilo de un Primer Mandatario que por aquellas horas anunciaba al Banco Mundial que “Argentina va a honrar sus deudas”. 

La suerte está echada pues en este ex Granero del Mundo, y “cada maestrito con su librito” apura el paso hacia las elecciones legislativas de octubre. 

Y si de esa deuda - que el pueblo de ajuste en ajuste viene pagando con creces -  hablamos, corresponde hacer foco en la perdidosa negociación que encara el Ministro Guzmán con el FMI,  al cabo de cuyo último encuentro el niño mimado de Joseph Stiglitz ordenó que se suspendiera (¿preventivamente?) toda nueva carga de programas sociales.   

Como era de esperar, en el seno de la mayor parte de las organizaciones populares - las oficialistas, siempre pacientes, tienen la esperanza de que solo se trate de escarceos - la noticia cayó como la aparición de una cepa aún más fatal de COVID 19. 

Pero ese oficialismo oportunamente quejoso de carecer de un solo interlocutor en la mentada ocupación de Presidente Perón, que sin embargo usufructúa la inédita y contraproducente fragmentación actual del campo popular, a continuación de conocida tal iniciativa no ha hecho otra cosa que citar a las organizaciones de mayor gravitación a sus despachos para negociar a la baja y por las partes la reactivación de dicho beneficio.

Volviendo a ejercitar la memoria, esa metodología - a la que apela una gestión condicionada por los acreedores internacionales y la necesidad de sostener sin sobresaltos la cada vez más endeble gobernabilidad burguesa -, para lxs vacunadxs contra el virus de la amnesia colectiva tiene marca registrada. Se llama Augusto Timoteo Vandor. Aquel otro dirigente de la UOM que osó enfrentar al propio Perón ganándose también el trágico destino que tuvo. Él consagró la conocida artimaña burocrática de golpear para negociar.

Si ha hecho falta traer a colación al referente cegetista nombrado al principio de esta nota y al de las 62 Organizaciones que acabamos de mencionar, es porque trazando una recta entre uno y otro será sencillo concluir que campea en el país lo peorcito del Movimiento Nacional Justicialista.

En tanto las fuerzas populares privilegien su interés particular fortaleciendo la ley de “divide y reinarás”, y contribuyan a que caiga en el olvido la que enseña que “la unión hace la fuerza”, las penurias cotidianas se convertirán en círculo vicioso… hasta que - como a la larga o a la corta siempre ocurre - “lxs condenadxs de la tierra” pongan en acto la vieja sentencia que reza “con lxs dirigentes a la cabeza o con la cabeza de lxs dirigentes”.-

 

JORGE FALCONE

sábado, 20 de marzo de 2021

EN EL MES DE LA MEMORIA

TRANSITANDO LA POSGUERRA ECONÓMICA DE LA DICTADURA 

Un nuevo aniversario del golpe sin revertir el modelo de exclusión social

Según la CEPAL, como consecuencia de la aguda crisis económica derivada del coronavirus, que provocó en Nuestra América una caída de un 7,7% del PBI en todo 2020, la pobreza alcanzó a 209 millones de personas, un 33,7% de la población total de una región de 654 millones de habitantes. 

En tanto, la pobreza extrema afectó a 78 millones de personas.

La entidad, dependiente de Naciones Unidas, destacó en su estudio el aumento en el malestar social en la región, lo que debería ser aprovechado para establecer nuevos modelos tendientes a lograr el bienestar colectivo.

Aquí, a través de un ambiguo mensaje - propio de aquellos tibios que vomita Dios -, nuestro presidente anunció lo que ya era un secreto a voces: El posible rebrote de la peste le está ganando la carrera a una vacunación hasta ahora bastante morosa. 

Sorteando la coyuntura, una lectura macro de nuestra realidad pone de manifiesto que, con matices más neoliberales o más neodesarrollistas, la matriz productiva extractivista heredada del Terrorismo de Estado (baste con reparar en la batalla campal que se viene librando en Mendoza o en Chubut en defensa de nuestros recursos naturales), volcada desde mediados de los 90 al agronegocio, se mantiene prácticamente intacta desde el 2 de abril de 1976, cuando el ministro de facto José Alfredo Martínez de Hoz anunció su plan económico sustentado en la idea - fuerza “Achicar el Estado es agrandar la Nación”.

Para más dato, fuera de la Matrix metropolitana, tanto oficialismo como oposición continúan sucumbiendo ante la tentación autoritaria y ejerciendo una represión que recuerda a nuestros años más oscuros, como ocurriese hace poco en Formosa, cuando las autoridades procuraron retrotraer la cuarentena a Fase 1, generando el repudio de gran parte de la población, o en San Salvador de Jujuy, cuando vecinos del barrio Campo Verde, fueron atacados por la policía de la provincia, que sitió un predio defendido por la comunidad, dejando  lesionados que debieron ser atendidos por el SAME. Este modus operandi, absolutamente divorciado de cualquier forma de disuasión propia de una democracia es moneda corriente en todo el territorio nacional, y se replica con mayor ferocidad allí donde no acostumbran a llegar las cámaras de los medios nacionales.

De hecho, Amnistía Internacional Argentina condenó esos últimos desbordes expresando que: “Las personas tienen derecho a la protesta social. El Estado debe garantizar el derecho a manifestarse y tomar los recaudos necesarios para asegurar que las fuerzas de seguridad se conducirán de acuerdo a los estándares internacionales”. 

Cabe destacar que, dentro de los índices de violencia estructural que corresponde desmontar en vigencia de un orden constitucional, se torna ineludible contabilizar los referidos a la tan naturalizada violencia de género. El Observatorio Ahora que Sí nos Ven contó 55 femicidios del 1° de enero al 7 de marzo de 2021. Hay otras cuentas: El Observatorio Lucía Pérez registró 62. En tanto, La Casa del Encuentro, que hace más de una década lleva esta estadística basada en recortes periodísticos, enumeró 50 femicidios, 1 transfemicidio y 5 femicidios vinculados de varones. Se impone tomarlos en cuenta. No son sólo estadísticas, son vidas, historias que dejaron de estar veladas bajo el manto de los crímenes pasionales - conquista del feminismo - pero muchas veces se cuentan sin develar del todo las tramas que lo hacen posible: complicidades, mecanismos institucionales, la cultura machista, el sistema que permite que sucedan.

 

“El desarrollo es un barco con más náufragos que tripulantes” 

(Eduardo Galeano) 

En tal contexto, todo indica que en 2021 el sector externo no evolucionará tan sencillamente como durante el año anterior. El ineludible interrogante que propone  esta situación es que, si en un año tranquilo  en términos externos como fue 2020 la moneda nacional sufrió una importante devaluación y las Reservas Internacionales siguieron cayendo¿cómo hará el gobierno para administrar tal  situación en este y los siguientes años en los cuales los niveles de importación seguirán creciendo? 

Es vox populi que, de los 39.000 millones de dólares que nos dio el FMI durante la gestión anterior, los amigos de Macri fugaron 30 mil. Nada habilita a sospechar que esta situación se haya modificado: ¡se la siguen llevando los mismos de siempre!

En los próximos años, el modo en que el gobierno administre el frente externo será un factor decisivo para lograr, no sólo una nueva victoria electoral, sino también la gobernabilidad del país. En algún momento habrá que ponerle el cascabel al gato y frenar el permanente drenaje del trabajo nacional hacia unas pocas manos.

Sin ir más lejos, recientemente el Foro de Convergencia Empresarial emitió un comunicado público destinado a la "dirigencia política". En su interior conviven la Sociedad Rural Argentina y el resto de las entidades de la mesa de enlace con la Unión Industrial, la Asociación de Bancos y la Bolsa de Comercio. También revistan institutos y fundaciones que ofician de think tank del empresariado, como la Fundación Mediterránea e IDEA, y los colegios y consejos profesionales de abogados, escribanos y economistas. Suman 60 las organizaciones que lo integran. 

El texto pone de relieve la necesidad de revertir el supuesto deterioro de la competitividad del empresariado local con relación a sus competidores regionales y resolver las "desventajas" que sufren. Para eso, eligieron exponer el supuesto diferencial en materia de presión tributaria, inflación y "costo del capital" expresado en el riesgo país que indica el costo de endeudamiento en el mercado de capitales.

Según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino de la AFIP, en noviembre de 2015, el sector de la agricultura, la ganadería y la pesca, eminentemente exportador, destinó $ 3070 millones en salarios equivalentes entonces a U$S 316 millones; mientras que, en noviembre del 2020 (último dato disponible), la masa salarial del sector alcanzó los $ 14.971 millones que, al tipo de cambio oficial del momento, resultaron U$S 184 millones. Una caída de los costos salariales en cinco años de casi un 42 por ciento. En el caso del sector de minas y canteras, donde operan las grandes mineras exportadoras, la masa salarial mensual pasó del equivalente a U$S 472 millones a U$S 235 millones, una reducción del 50%, mientras que para el sector de la industria manufacturera, afectada también por la caída de la producción, la reducción llegó hasta un 53%, toda vez que la masa salarial en noviembre de 2015 equivalía a U$S 2375 millones mientras que en 2020, ese costo se redujo hasta los U$S 1111 millones. 

Entre los tres sectores, el ahorro llega hasta los U$S 1633 millones mensuales que, incluyendo el salario anual complementario, alcanzan los U$S 21.240 millones por año. Esto sin tomar en cuenta el empleo no registrado. 

Resulta perentorio revertir esa brutal transferencia de recursos entre las clases sociales que intervienen en la producción.

Por lo pronto, el gobierno se desvive por lograr un respiro de cara a las elecciones legislativas del año en curso. En tal sentido, el Presidente invitó a 18 fondos de inversión soberana a que "vuelquen su mirada en la Argentina". Participaron fondos de Rusia, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Estados Unidos, China, Japón, Baréin, Singapur, Kuwait, Italia, Omán, India, Brasil, Tailandia y Azerbaiyán. 

 

“No está muerto quien pelea”

Mientras tanto, en febrero de este año la conflictividad laboral pegó un salto. Según el relevamiento que realiza la consultora Tendencias Económicas, los despidos afectaron a 1482 trabajadores, lo que arroja un pronunciado aumento del 141% anual.

Estos se registraron entre los trabajadores de la salud, transporte aéreo, gastronomía y en las industrias de aceites, siderurgia y frigorífica. Por otro lado, los paros involucraron a 118.420 trabajadores, con un aumento del 37% anual. 

Ante el panorama descripto, una novedad auspiciosa es que, como consecuencia de la depredación macrista, la recesión producida por una cuarentena que ya no es lo que fue en 2020, y la indisposición del gobierno para avanzar sobre los intereses más concentrados de la economía, la hambruna viene operando una nueva confluencia de organizaciones sociales resueltas a no seguir esperando las reparaciones prometidas en campaña.

De mantenerse dicha unidad en la acción, puede que nuevas jornadas de lucha atemperen los fríos que se avecinan.- 

 

JORGE FALCONE

miércoles, 10 de marzo de 2021

LA MEMORIA: UN DEBATE NECESARIO

¿A QUÉ LE DIJO “NUNCA MÁS” LA SOCIEDAD ARGENTINA?










En tiempos en que la Primera Línea chilena continúa peleando indoblegablemente por quebrar el continuismo pinochetista de Sebastián Piñera; el hartazgo de la sociedad paraguaya estalla doblegando a las fuerzas represivas y haciendo tambalear al gobierno corrupto del presidente infanticida Mario Abdo Benítez; y en nuestro país se rebelan lxs formoseñxs contra el retroceso a un protocolo restrictivo por parte del Estado provincial; precisamente cuando Argentina cumple 45 años desde la dictadura que faenó a una generación con el fin de instaurar un país para pocos, resulta propicio interrogarse qué fuimos capaces de hacer con aquella lección y cómo nos paramos como pueblo ante un futuro todavía incierto.

Un punto de partida posible parecería ser detenerse a considerar qué clase de mandato instauró como sentido común ese texto canónico que en los albores de esta democracia de baja intensidad recopiló la denuncia de los horrores padecidos por la sociedad argentina durante el gobierno de facto. 

Como se recordará, el 29 de diciembre de 1983 Ernesto Sábato fue elegido Presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), debido a la imagen de honestidad y espíritu crítico que trasuntaba ante la sociedad argentina. La tarea encargada consistió en relevar miles de casos de secuestro, desaparición, tortura y ejecuciones. Cada uno fue documentado en un archivo numerado. Se compilaron más de 50.000 páginas de documentación. 

Tras la rendición del gobierno militar en la Guerra de Malvinas, la crisis política se profundizó, la dictadura ya no pudo recuperarse, y se fue configurando un nuevo escenario político en el que distintas organizaciones sociales y la Multipartidaria - el espacio que reunía a la Unión Cívica Radical, el Partido Justicialista, el Intransigente, el Demócrata Cristiano y el Movimiento de Integración y Desarrollo - retomaron, aunque con distintos matices, la búsqueda de los desaparecidos. 

Pero además, en tal contexto creció una demanda novedosa: el pedido de enjuiciamiento a los responsables políticos de  los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Un buen ejemplo al respecto se vio en la multitudinaria “Marcha  por  la  vida”  realizada en octubre de 1982, que adoptó como consigna central “juicio y castigo a los culpables”. 

Ante la creciente movilización social  - incluso  por parte de actores que antes habían sido  renuentes a expresar su apoyo a todo tipo de demandas que reivindicaran el cumplimiento estricto de los Derechos Humanos -, el 28 de abril de 1983 la dictadura militar respondió con un  informe conocido como “Documento final”, en el que, como lo adelantaba su título, el gobierno de facto interpretaba la violencia estatal que instrumentara como parte de una batalla final contra “la subversión y el terrorismo”. En ese mismo texto, también se  descalificaba a las denuncias por las desapariciones, se daba por muertos a los desaparecidos, y se dejaba “al criterio de Dios” el juicio final sobre el accionar represivo llevado a cabo durante esos años.

Esta mirada sobre el pasado argentino asumió carácter jurídico con la ley 22.924, titulada “Ley de Pacificación Nacional” y conocida como Ley de Autoamnistía, en la que se instaba a que el pasado “nunca más vuelva a repetirse”, y se pretendía justificar el conjunto de  crímenes cometidos en virtud del decreto que, en febrero del año 1975, habían firmado Isabel Perón e Ítalo Luder para avalar el Operativo Independencia, en el que se instruía al Ejército a “aniquilar el accionar del enemigo subversivo”, decisión aún impune que - hablando en plata - dio luz verde a la carnicería posterior que habría de cernirse sobre lxs argentinxs. 

Luego de su triunfo en las elecciones de octubre y apenas asumida su presidencia, en diciembre de 1983, Alfonsín tomó una serie de medidas tales como la derogación de la Ley de Autoamnistía Militar, el enjuiciamiento a siete jefes guerrilleros y a las tres primeras Juntas Militares, y la que produjo más polémica: la reforma del Código de Justicia Militar, para que se conformara por su medio un Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que tendría la potestad de juzgar el accionar militar y las violaciones a los Derechos Humanos, dejando abierta la posibilidad de apelar en primera instancia a la Cámara Federal. Dichas iniciativas se inscribían en un análisis del accionar militar que pretendía diferenciar la responsabilidad jurídica, política y militar de los altos mandos, los que habrían “abusado de su autoridad” para cometer todo tipo de “excesos” - tal la liviandad  con que se calificó al plan sistemático de exterminio de opositorxs perpetrado a partir del 24 de Marzo de 1976 - en los actos represivos, y la de  quienes habían acatado sus  órdenes siguiendo estrictamente el principio de obediencia. 

Algunas de estas medidas fueron fuertemente repudiadas tanto por los organismos de Derechos Humanos como por varios partidos políticos. El  cuestionamiento central se focalizaba en la  idea de que fueran los propios militares los que debían juzgar el accionar de sus pares en el pasado. Pocos actores confiaban en la imparcialidad de tal tribunal. Este rechazo creció, y tomó  fuerza - incluso en el propio partido radical - la idea que habían impulsado los organismos de Derechos Humanos: crear una comisión parlamentaria que juzgara los crímenes cometidos por la dictadura militar.

Pero Alfonsín no estaba de acuerdo con esta propuesta, porque sostenía que si se dejaba esta tarea en manos del Poder Legislativo, se generaría un clima político de alta tensión, que favorecería la adopción de condenas radicalizadas por parte de los parlamentarios. De algún modo, el primer presidente democrático temía que, ante esas previsibles condenas, se produjera un enfrentamiento severo con las Fuerzas Armadas que pusiera en crisis la gobernabilidad demoliberal. En aras de esquivar esta alternativa, en los círculos cercanos a Alfonsín comenzó a tomar relevancia la idea de crear una comisión integrada por notables de la sociedad civil capaz de llevar a cabo las tareas de investigación. 

En esas condiciones políticas surgió la CONADEP.  Si bien varios organismos  rechazaron originalmente la idea, muchos  familiares y testigos de  las desapariciones le confiaron su testimonio. La investigación se materializó en el  libro Nunca Más, cuya información resultó sumamente valiosa para llevar a cabo,  un año después, la entrega del Informe y el Juicio a las Juntas.

Por varios motivos, ese se convertiría en uno de  los textos más importantes que se han producido en Argentina desde la reapertura democrática durante el siglo XX. Su impacto social sigue siendo asombroso en el marco de una sociedad que aún no ha saldado aquel pasado tan traumático.

El  informe  en cuestión  otorgó  mayor  legitimidad pública a la voz de los familiares y los militantes de los organismos de Derechos Humanos, dado que la sola publicación de la información recopilada atentaba contra uno de los propósitos centrales de la “política de desaparición”: borrar todas las huellas de los crímenes cometidos.

Por  todas estas  razones, el libro es altamente  valorado socialmente. Pero, en tanto y en cuanto la memoria social es un capital en disputa, su recepción ha ido variando con los años y su prólogo generó una serie de polémicas, porque allí quedó expuesta una interpretación de la violencia política conocida como la “Teoría de los Dos Demonios”. 

Se trata de una coartada ideológica - falaz por donde se la revise - destinada a eximir de responsabilidad histórica a buena parte de los  sectores medios que en la primera mitad de los 70s cantaron a voz en cuello “Montoneros, el pueblo te lo pide, queremos la cabeza de Villar y Margaride”, y en la segunda se autojustificaron esgrimiendo el siniestro argumento de “Algo habrán hecho”. Esos sectores, que compraron televisores color y recorrieron el mundo con el dólar barato de Martínez de Hoz y luego le otorgaron a Menem el voto-cuota, medraron - y aún medran - con la “Teoría de los dos demonios” que formula primero el alfonsinismo consagrándola por acción (o sea, proscribiendo a los generales represores y a los líderes revolucionarios), y el menemismo por omisión (ya que libera a los generales represores y a los líderes revolucionarios) Como queda de  manifiesto, ninguna de las dos acciones cuestiona el sentido último de la teoría en cuestión. 

Tal comportamiento no se explica sin tener en cuenta que vivimos en una sociedad escarmentada, dado que el Terrorismo de Estado dejó un saldo  disciplinador en el cuerpo social y clavó nuevamente en la pica de la Plaza de Olta la cabeza de quienes se animaron a desafiar a la oligarquía.

Así, de un tiempo a esta parte hay espacio para hablar en nombre de la generación del 70, y hasta para gobernar proclamando “Somos hijos y nietos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, pero no existe voluntad para revisar a fondo la porción ilegitima de la deuda, contraída con la violación de embarazadas y la apropiación de sus hijos como botín de guerra. Esos son los niveles de permisividad con que se afronta un tema tan sensible. 

No era muy diferente cuando José Hernández decidió ser abogado del montonero “Chacho” Peñaloza. En todo caso, el pueblo argentino viene librando desde hace más de dos siglos una lucha sostenida contra el coloniaje, que a la fecha adquiere formas cada vez más sofisticadas, falaces e intelectualmente difíciles de contrarrestar y desmontar. Por eso hay que detenerse a pensar en la “Teoría de los dos demonios” como mecanismo fundamentalmente impugnatorio de las fuerzas que en el pasado reciente osaron desafiar al poder real, generado para garantizar la tranquilidad de conciencia de aquellas franjas sociales que en su momento no confrontaron directamente con el mismo. 

Esta interpretación del pasado argentino que subyace en el prólogo originario del libro fue reformulada en el año 2006, cuando el “Nunca Más” se reeditó con un anexo que incluía un listado más completo de los desaparecidos y de los centros clandestinos de detención. En esta reedición, la línea argumentativa del prólogo se modificó argumentando que la violencia estatal y la utilizada por las organizaciones populares no eran simétricas y, por lo tanto, tampoco igualmente repudiables, a tal punto que el lema Nunca Más, si bien suponía un claro reclamo por el cese del uso de la violencia política, no podía significar asimismo un repudio por las consignas  políticas que portaron muchos militantes  durante los años setenta, nucleados en dichas organizaciones.

A pesar de esta polémica, el Nunca Más siguió provocando una alta identificación en la sociedad argentina, como lo prueba el hecho de que el título del libro se convirtió en una consigna utilizada en diversos tipos de manifestaciones públicas convocadas para pedir justicia, no solamente cuando se trata de hechos relacionados con la dictadura, sino  también cuando se trata de reclamos vinculados al respeto por cualquier tipo de derecho. 

Pero es menester concluir este análisis poniendo en blanco sobre negro que lo que en dicha consigna subyace desde su origen es el imperativo de dar por concluidas tanto la era de las pretensiones golpistas como la de las utopías revolucionarias, propósito categóricamente antidialéctico, toda vez que la Historia prueba que es imposible suprimir por decreto la lucha de clases, a veces larvada y muy otras manifiesta. Como sucede ahora mismo en varios países de la región.

Que aún subsistan guerrillas remanentes del contexto de la Guerra Fría como ocurre en Colombia, donde el índice de exterminio de ex insurgentes desmovilizados lo explica por sí solo, rebeliones campesinas armadas como en el caso de Paraguay frente a un contexto de explotación feudal, o experiencias de nuevo cuño como lo es la del zapatismo chiapaneco, que no surge proponiéndose el “asalto al Palacio de Invierno” sino más bien la defensa político - militar de un territorio en el que germina una convivencia más humana que la que ofrece este  capitalismo del caos, no supone que tales realidades representen la tendencia emancipatoria general que se va configurando en Nuestra América. 

Los ejemplos mencionados al comienzo de esta nota permiten vislumbrar un rumbo signado por rebeliones incubadas durante un largo - y a menudo aparentemente sordo - período de descontento capaz de eclosionar frecuentemente a partir de un “hecho menor” (como ocurriera en octubre de 2019 en Chile con el incremento del peaje del transporte subterráneo), lo que a continuación suele convertirse en aquella chispa que enciende la pradera.

Ojalá prestaran mayor atención a esos fenómenos las organizaciones populares que ya están pensando qué tajada sacar en las próximas elecciones. 

Porque la Revolución no ha muerto. Sólo viste nuevos ropajes.- 

 

JORGE FALCONE

 

 

  

lunes, 1 de marzo de 2021

A 45 AÑOS DEL GOLPE,

DISTINTOS GOBIERNOS 

Y UN MISMO PODER














“En algún momento la dirigencia política del país tendrá que entender que los males de la llamada ‘cuestión social’ tienen su origen en las políticas económicas de los diferentes gobiernos y que solo encontrarán respuesta en ‘otras’ políticas económicas diferentes a las que provocaron dichos males. Algunos pocos datos de nuestra realidad ilustran el hecho de que el crecimiento del dinero afectado a las llamadas políticas sociales no ha logrado reducir la pobreza, por el contrario ésta y sus carencias siguen creciendo. Si observamos la evolución de las inversiones en materia de políticas sociales en los últimos 40 años nos encontramos con que ellas pasaron de representar aproximadamente un 15% del PBI en 1980 a alrededor de un 30% en el 2019, en los tiempos anteriores a la pandemia. A pesar de ese crecimiento, la pobreza -a su vez- en los inicios de los 80´ apenas superaba el 20% y finalizando el 2019 estaba cerca del 30%”. 

Roberto Cirilo Perdía,

“El asistencialismo crece, la pobreza también”.

 

En Argentina, 2021 se presenta como un año corto, en el que abre paréntesis durante febrero el escándalo de la vacunación VIP - que le costó la cabeza al ex Ministro de Salud y desenmascaró a uno de los adalides del “periodismo serio” y   la progresía derechohumanista (obteniendo como réplica la tenebrosa instalación en Plaza de Mayo de los terraplanistas del odio) - y prácticamente cierra con la elección legislativa, muy probablemente concentrada en una única convocatoria para octubre. 

A la fecha, acaso el hecho de gestión más significativo consista en la creación del Consejo Económico y Social (CES), vano intento de propender a una conciliación entre capital y trabajo de exiguos resultados en la historia nacional, y funesto pronóstico en un contexto en que tanto la riqueza como la pobreza se han multiplicado exponencialmente. 

El evento tuvo lugar en el marco de un encuentro del que participaron los ministros de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas; y de Trabajo, Claudio Moroni, básicamente junto a referentes de la burocracia sindical cegetista y vampiros empresariales de la UIA, quienes acordaron diez puntos de consenso sobre los que trabajarán las mesas sectoriales, entre los que brilla por su ausencia revisar la matriz productiva agroexportadora y extractivista de acumulación por desposesión que viene diezmando nuestras riquezas, así como la deuda odiosa acumulada desde la dictadura al día de hoy.

Preside dicha entidad el “resucitado” Ministro Gustavo Béliz, funcionario ultra católico de orientación económica liberal, adherente a la mano dura, y ex candidato a Vice Jefe de Gobierno de la Ciudad en fórmula encabezada por Domingo Cavallo.

A propósito de este nombre nefasto, perteneciente al economista encargado por el poder para preservar en “democracia” negociados de los genocidas, duele percibir que a casi medio siglo del Terrorismo de Estado que dejó un reguero de sangre para atar nuestro destino como furgón de cola del Nuevo Orden Internacional, la opresión del pueblo y la entrega de la Patria se mantienen casi incólumes, pese a la vigencia del orden constitucional.

Sin ir más lejos, si “para muestra basta un botón”, recientemente así se refería a un tema sumamente sensible el valeroso periodista y diputado provincial santafesino Carlos Del Frade: “…más allá de lo que digan los importantes empresarios, políticos y otros tantos que desprecian la palabra soberanía, recuperar el dominio del Paraná podría significar, nada más y nada menos, que la posibilidad de reparar tanta desigualdad planificada, tanto dolor que proviene de las armas y drogas que bajan de esas terminales portuarias donde los controles casi no existen.

Por eso no es el negocio de la Hidrovía lo que está en juego, es la recuperación del Paraná para que nuestras hijas y nuestros hijos tengan una nueva oportunidad sobre esta cápsula espacial llamada planeta Tierra”. 

En lo inmediato, y al cabo de “la cuarentena más larga del mundo”, la alternativa es clara: O se avanza hacia un shock distributivo… o nos castigará un ajuste aún mayor.

Por el momento, nada indica que nos encaminemos en la primera dirección.

Hay derecho a suponer que, si a más de un año de gobierno aún no se ha hecho público un programa económico, es porque se aguarda a que lo dicte el Fondo Monetario Internacional.

En el universo de lxs trabajadorxs precarizadxs el panorama no es más alentador. Entre otras vejaciones, la dilación en el pago de los planes, en la apertura de nuevas bocas de recepción de alimentos, y en la entrega irregular de comida - a menudo constituida por insumos que no admiten combinación alguna (salvo que se pretenda ofrecer a lxs pibxs una merienda a base de pastelitos rellenos con polenta) -, ha reunido en repetidas ocasiones, y durante largas amansadoras bajo el rayo del sol, a lxs condenadxs de la tierra frente a las puertas del Ministerio que ostenta el perfil de una mujer que diferenció claramente ante sus “grasitas” lo que es asistencialismo de lo que es Justicia Social.

La gran variedad de iniciativas empeñadas en reparar tales urgencias obliga a las organizaciones populares más consecuentes con sus bases a redoblar esfuerzos por consolidar su unidad en la acción y revertir cuanto antes esa enorme fragmentación política y dispersión de esfuerzo en la lucha. 

A todo esto, la Provincia de Buenos Aires también inaugura el Ciclo Lectivo 2021 con el antecedente del colapso en la vida ciudadana que produjo a mediados de febrero su correlato porteño, exhibiendo aglomeraciones de padres y alumnos en establecimientos insuficientemente acondicionados para sostener los protocolos de rigor, circunstancia en la que trascendió que una vicedirectora de escuela acometió sus labores afectada por el COVID.

Simultáneamente, crece la inquietud de la opinión pública ante la inoperancia del “Ministerio de Cartón”, dada la estremecedora estadística que indica que en lo que va del año 2021, una mujer fue asesinada cada 26 horas. Es decir, que 49 fueron víctimas de femicidio, según cifras que registra el Observatorio de las Violencias de Género “Ahora que sí nos ven” (https://ahoraquesinosven.com.ar/) Entre los casos más recientes se encuentran los de Úrsula Bahillo (Rojas), Ivana Módica (La Falda), Guadalupe Curual (Villa La Angostura), y Lorena Franco (Dock Sud), todas ellas asesinadas después de denunciar violencia doméstica. Ello compromete a que de una vez por todas los varones argentinos pongamos el cuerpo al asunto masiva y urgentemente en el espacio público, para demostrarle palmariamente a la sociedad que la única masculinidad existente no es la de los femicidas. 

Y ya que “lo que abunda no daña”, nunca estará de más recordar que durante su asunción el Presidente exhortó a la población a que, ante una eventual desviación del rumbo comprometido en campaña, se le ayudara a rectificarlo. Sería mejor que lo tuviera más presente. Porque llegará un punto en que el incremento de la hambruna inducirá a la desesperación social, y cuando eso ocurra no bastará con insuflar fondos de emergencia para paliar la miseria, ni resistirá lo suficiente la gran muralla de punterxs dóciles y organizaciones consagradas al agradecimiento serial, materia dispuesta a contener el malestar de las bases.

Bien sabe este cronista que, cada vez que ante el descontento social recuerda el principio físico según el cual una substancia sometida a presión dentro de un recipiente hermético busca una válvula de escape, suele interpretarse como un exabrupto catastrofista. De modo que en esta ocasión recurrirá a una voz mucho más autorizada. 

El informe “Las repercusiones sociales de las pandemias”, elaborado por Philip Barrett y Sophia Chen, señala que tras las grandes crisis sanitarias vienen los problemas sociales: “Desde la plaga de Justiniano en el siglo VI y la Peste Negra del siglo XIV hasta la gripe española del 1918, la historia está trufada de ejemplos de epidemias que tienen fuertes repercusiones sociales: transforman la política, subvierten el orden social y provocan estallidos sociales” (“El FMI prevé una oleada de estallidos sociales tras la pandemia”, El País Digital, 22 de febrero de 2021) 

Más allá del alerta, el organismo internacional estableció una fecha precisa sobre cuándo ocurrirá el estallido social. El estudio se basa en la relación cronológica de acontecimientos anteriores y en base a ello, estima que será en el verano de 2022 cuando el fin de la pandemia dé lugar a intensas protestas sociales capaces de tumbar gobiernos. 

Cabe detenerse a considerar entonces si las imágenes que hoy se multiplican en las calles de Santiago de Chile no constituyen un espejo que adelanta lo que tarde o temprano podría reproducirse a lo largo de nuestra Avenida 9 de Julio. 

Y tener presente, en tal caso, que la organización de la base social orienta su bronca y minimiza los daños.-

  

JORGE FALCONE