lunes, 21 de agosto de 2023

Argentina: Entre lo malo conocido y lo malo por conocer

EL DESAFÍO DE TRANSFORMAR

LA DESESPERACIÓN EN ESPERANZA 






























 

Una ofensiva táctica de carácter disciplinador acompañó el aluvión de votos libertarios, como prefigurando a la Argentina que se viene: Un militante internacionalista inducido a la muerte en pleno Obelisco porteño, la infantería desalojando entre gallos y medianoche el corte de Purmamarca, el garroteo contra los ferroviarios terciarizados, el escrache negacionista contra varios colegios secundarios, constituyen hitos que encuentran su antecedente inmediato en la cacería de activistas antirreforma producida en Jujuy durante el último Día de la Bandera. Nada parece más sensato ante dicho panorama que la confluencia activa - y supra electoral - de todas las fuerzas populares que se resisten a que nuestro país se convierta en una maquila de los mega fondos de inversión globales como Black Rock.

  

“Una golondrina no hace verano” 

Asimilado el cimbronazo inicial de ver nuestro mapa teñirse de violeta, colocando ventajosamente en carrera hacia la presidencia de la Nación al más outsider de los candidatxs - y al que muchas encuestadoras daban en baja -, comienza a comprenderse que lo que el voto de las mayorías produjo no fue un cheque en blanco sino una advertencia a esa clase política que les dio la espalda.

Entre tantas opiniones vertidas, destacaremos una producida desde el pensamiento crítico, que interpretó dicho fenómeno como una suerte de 2001 pasivo contra los referentes de “La Grieta” (Macri y Cristina), dado que ambos defraudaron su respectivo contrato electoral. 

Las corrientes políticas surgidas de la crisis del 2001 (kirchnerismo y macrismo) debieron aceptar que el significativo triunfo en casi todo el espectro federal de un candidato sin estructura nacional no se explica sin la traición de gobernadores e intendentes a sus propios partidos de origen.

En referencia a las dos últimas administraciones del Estado, a primera vista podría inferirse que una sociedad altamente insatisfecha parece haberse planteado - incluso ante el compromiso de votar (recuérdese que el candidato ganador contabilizó alrededor de 7 millones de votos y entre abstencionismo y votos anulados la cifra ascendió a unos 13 millones) - algo así como “porqué voy a responderle a un Estado que no me responde”. 

El peronismo/kirchnerismo conserva el bastión bonaerense como retaguardia para cranear su contragolpe. Si en vez de hacer la plancha es capaz de poner en valor sus tres banderas históricas, acaso tenga chance de demostrar su proverbial resiliencia. Por lo pronto, las tres centrales obreras y otros espacios gremiales se autoconvocaron a “una asamblea por los derechos laborales” en el Congreso de la Nación en procura de garantizar “los cuidados en el mundo del trabajo”. Es una virtual respuesta a la propuesta de eliminar los derechos laborales.

La suerte de Juntxs por el Cambio, jugando como “segunda marca” de la derecha, es mucho más incierta. 

En los últimos días, las voces más alarmistas - que tildan a Milei de fascista, pasando por alto la base nacionalista de aquel movimiento - han vaticinado la inauguración de una era de oscurantismo sin precedentes en caso de que el economista anarcocapitalista se imponga en las elecciones generales. A su vez, con extrema liviandad, se lo ha comparado con dos antiglobalistas como Trump y Bolsonaro, que llegaron a la Primera Magistratura cabalgando sobre sendos movimientos sociales, sustento del que este mediático personaje carece. 

En videoconferencia organizada por la Editorial Siglo XXI inmediatamente después de las PASO, el cientista social Andrés Malamud culminó su intervención arriesgando una comparación sumamente atinada: “Milei no es Bolsonaro sino Collor de Melo”. 

Para entenderla vale la pena recordar que el mandato de aquel ex presidente brasileño estuvo signado por la aplicación del plan de reestructuración más severo de la historia del país: privatización de empresas, desregulación de las negociaciones salariales, confiscación temporal de ahorros y depósitos bancarios, recortes en programas sociales, etc. El desempleo aumentó, los salarios cayeron y el país se encontró en recesión económica. Estos desajustes en el plano económico y las acusaciones por corrupción que salieron a la luz en 1992, llevaron a la presentación de un impeachment en el parlamento, que lo destituyó de la presidencia.

Recapitulando, resulta tan razonable suponer que Milei llegue a un ballotage, como apresurado considerar que repetirá en las elecciones de octubre el mismo batacazo que dio en las intermedias. 

En el peor de los casos, cualquiera que haya revisado atentamente su programa de gobierno - y tenga presente la insoslayable tradición de lucha del pueblo argentino -, seguramente concluya que un triunfo de La Libertad Avanza en los comicios presidenciales augura un frágil horizonte para la gobernabilidad.

 

El agotamiento del Siglo XX 

Si algo han demostrado las campañas electorales realizadas en nuestro país hasta la fecha ha sido la repetición de viejos clichés que tuvieron eficacia en otro contexto histórico. 

Para definir a qué sociedad le habla hoy la política vale la pena repasar en qué escenario nos encontramos.

En historia económica, el capitalismo industrial es la etapa de desarrollo del sistema capitalista de producción que se corresponde con el advenimiento de la Primera Revolución Industrial (entre los siglos XVIII y XIX), y que sustituyó al llamado capitalismo comercial del momento.

El rasgo fundamental del capitalismo industrial fue el reemplazo de los métodos de producción artesanal mediante el uso de maquinaria, lo cual permitió una producción mecanizada que fue de la mano del desarrollo científico tecnológico. Esto quiere decir que la producción se hizo más veloz y eficiente a través de la implementación de máquinas industriales, y que dicho reemplazo se hizo cada vez mayor a medida que nuevas y mejores maquinarias eran inventadas.

El impacto del capitalismo industrial en el mundo fue enorme. El éxito de su modelo otorgó el predominio económico a los países europeos altamente industrializados, como Gran Bretaña, Alemania y Francia, muy por encima de las potencias agrícolas mundiales. Esto trajo consigo una importante migración del campo a las ciudades y la transformación en clase obrera del antiguo campesinado, así como el abandono de los métodos artesanales de producción industrial. En esto tuvieron una gran importancia las nuevas tecnologías del momento, como la máquina de vapor. 

Pero - y he aquí a “la madre del borrego” - el capitalismo industrial fue reemplazado en el siglo XX por el capitalismo financiero y el capitalismo informático o digital, un proceso clave para la construcción de una economía globalizada como la contemporánea. 

Con el pasaje del capitalismo industrial al capitalismo financiero, el régimen de acumulación cambió y lo que lo sostiene no es ya la explotación del trabajo humano vivo sino directamente la destrucción de las instituciones sociales. 

Así, la actual acumulación se realiza sobre la precarización de millones de trabajadores y el desplazamiento de gran parte de ellos hacia la desocupación definitiva, desarticulando la protección de derechos. De modo que hoy la variable de ajuste no es el salario sino la existencia misma del asalariado, ya que en Argentina el 50,2% de la población está inmersa en la informalidad.

Y justamente ese gregario sujeto social ya no constituye la clientela cautiva de los partidos políticos que tuvieron su máxima gravitación durante el pasado siglo. 

A ello se suma que a lo largo de la cuarentena se deterioró severamente el poder adquisitivo de esos sectores informales que oportunamente constituyeron la base social del actual gobierno. La primera manifestación de dicho fenómeno fue la altísima abstención en las primarias de 2021.

Si se mira el mapa de la Argentina, en diez provincias hay más inscripciones en el registro de la economía popular que en la privada. Tucumán, Chaco, Salta, Santiago del Estero, Misiones, Jujuy, Formosa, Corrientes, Catamarca y La Rioja. En la mitad de ellas ganó Milei. Por otro lado, en 12 provincias la economía popular registrada supera en cantidad a los asalariados registrados del sector público: Buenos Aires, Tucumán, Chaco, Salta, Santiago del Estero, Misiones, Jujuy, Mendoza, Corrientes, San Juan, San Luis y Santa Cruz. En siete de ellas, ganó el diputado libertario. 

El supuesto salto al vacío de ese electorado que en las recientes elecciones intermedias optó por quien supo diferenciarse nítidamente de lo que denomina “casta política” encuentra alguna de sus motivaciones en esa realidad de base, dado que los partidos políticos tradicionales le hablan a un sujeto social que fue hegemónico durante el Siglo XX, pero que en el capitalismo financiero e informático tiende a contraerse. 

Otro factor influyente son las superdevaluaciones e hiperinflaciones, rasgos por excelencia de la violencia monetaria, y sus efectos de disciplinamiento en la sociedad, dado que estos fenómenos están al servicio de los miedos y la despolitización. 

En el marco de la atomización social que suele acompañar al caos económico, a muchas personas solo les queda refugiarse en la vida privada, con la esperanza vana de encontrar alguna seguridad. Cuando se está en el pico de una crisis, la gente siente amenazado su sentido del orden, aquello que le hace inteligible su vida en sociedad, debido a lo cual suele volverse más obediente frente a los programas de ajuste y los economistas supuestamente salvadores.

Sin embargo, en esa violencia monetaria hay una brutal transferencia de recursos a las manos de quienes desencadenan y operan dicho proceso, incrementando la distribución desigual del ingreso. Sin ir más lejos, en los últimos cinco años, el 10% más rico de la población se convirtió en dueña del 49,8% del ingreso total. 

En consecuencia, los escenarios de globalización financiera favorecen que las sociedades tiendan a organizarse dualmente. Por un lado, hay un sector altamente instruido y con acceso a la tecnología compleja, integrado al mundo, y por el otro quienes no tienen nada de estos saberes y prácticas y que con sus viejos oficios quedan socialmente excluidos. 

El presente demuestra que hemos llegado al fin de los programas de ajuste. De no ser así, deberemos resignarnos a la regulación de la pobreza, la administración de la precariedad, y a vivir a considerable distancia de la deseada cohesión social. 

El Ministro de Economía candidato a presidente ya aplicó las medidas acordadas con el FMI, como el nuevo dólar agro, impuestos a las importaciones, quita de subsidios a tarifas de luz y gas, asumiendo el riesgo de la reacción social a pocas semanas de las elecciones - ya se han registrado los primeros saqueos a supermercados en la localidad de Las Heras (Mendoza) y posteriormente en Río Cuarto (Córdoba) - y aceleración de la tasa de devaluación del tipo de cambio oficial.

En esta clase de relación desigual, la demostración de buena voluntad del deudor procura que el acreedor "crea" que se cumplirán los términos del acuerdo. 

Si se evalúa en perspectiva histórica, este comportamiento de los acreedores internacionales se expresó en un período cambiario (primer semestre del año) en el cual se acumulaban reservas, pero ahora no ha sido así por el impacto negativo de la sequía. 

Ese oscuro panorama exhibe una pérdida récord de dólares de exportación. No obstante, pese a este impacto negativo hubo exigencia de medidas de sesgos regresivos y, para apretar un poco más la soga en el cuello del deudor, se demoraron los desembolsos de dólares hasta después de las elecciones. 

Para fin de año se espera que Argentina mantenga un saldo negativo con el Fondo de aproximadamente 4300 millones de dólares. El voto del organismo está cantado y lo ejerce sin ningún pudor.  

 

“No está muerto quien pelea”

Una lección que debería tener en cuenta la militancia en general, a partir del contundente resultado de las PASO, es que la palabra parece estar en penitencia.

De hecho, gran parte del electorado joven ha apostado por la gestualidad. 

Pero aún sobre la amenaza latente que propone el resultado de esa votación, la única alternativa sigue siendo encaminarse hacia un modelo de sociedad de semejantes, en cuyo seno nadie esté excluido y donde se impone una reforma de la matriz productiva y distributiva, la implementación de políticas de pleno empleo, desprecarización laboral, garantía y calidad educativa, y formación profesional para la empleabilidad, de cara a un mundo en el que varios países se van ocupando de reducir la jornada laboral para que cada más excluidos se vayan integrando al proceso productivo, iniciativa que aún crispa a los mandamases empresariales de por aquí. 

El desafío de una nueva utopía exige, en consecuencia, ir generando un horizonte intermedio entre la Argentina del pleno empleo y la amenaza de la uberización laboral.

En conclusión, quien apueste por un futuro venturoso deberá demostrar - ya no prometer - de qué manera multiplicar los panes y los peces. 

Hasta entonces, toda la esperanza reside en el sentido común y la dignidad del sabio pueblo argentino. -

 

JORGE FALCONE

 

 

 

  

lunes, 14 de agosto de 2023

Elecciones intermedias

UN VOTO CONTRA LOS APARATOS POLÍTICOS TRADICIONALES











En un país con enorme cantidad de trabajadorxs registrados que viven bajo la línea de pobreza, en el que aún no se ha difundido la autopsia definitiva del militante internacionalista inducido a la muerte por la policía metropolitana durante una protesta contra la farsa electoral, y donde la izquierda parlamentaria a estas horas debe estar preguntándose si las redes sociales terminaron por  imponerse sobre el puerta de fábrica, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) dejan el saldo de más de 11 millones de argentinxs que no fueron a votar, hartos de las reglas de juego vigentes en una democracia sin equidad - índice que debe sumarse a los más de un millón de votos anulados -; un candidato ultraliberal que varias encuestadoras registraban en baja, imponiéndose cómodamente como posible presidenciable; y un franco derrumbe de los experimentos post cristinistas que en varios distritos quedaron en un deshonroso tercer puesto.

En efecto, el kirchnerismo fue desplazado incluso en su provincia de origen, Santa Cruz, por un disidente de sus filas como el petrolero Vidal. En otros distritos sorprendieron las performances de candidatxs inventadxs por las circunstancias, como Carolina Píparo (segunda en Buenos Aires) y El Dipy (segundo en La Matanza), ambos pertenecientes a las filas de Javier Milei, el candidato individualmente más votado.

Ante el pésimo desempeño electoral del oficialismo, quedan algunos debates pendientes, como discernir si fue atinada la decisión de Axel Kiciloff - que volvió a imponerse en Buenos Aires - o si, en vez de apostar a retener ese crucial distrito debió haber invertido su capital político en presentarse como candidato presidencial.

Es más, suena lícito, ante el hecho consumado, preguntarse si resultará redituable en las elecciones nacionales apostar el resultado bonaerense a la candidatura de un Ministro de Economía que no da pie con bola para domar la inflación.

Lo cierto es que casi al mismo tiempo en que el ratificado gobernador de la provincia más importante del país sentenciaba que al fin y al cabo la sociedad no debe olvidarse del compromiso histórico de decirle Nunca Más a las dictaduras, la candidata a vicepresidente por el partido de Milei, Victoria Villaroel (en la foto que ilustra esta nota), negacionista del genocidio y defensora de represores, cedía la palabra al gran vencedor de la jornada, quien en medio de una cerrada ovación se llenaba la boca denostando presupuestos que por décadas fueron indiscutibles en Argentina, como que “donde hay una necesidad nace un derecho”, y calificando como aberración a la Justicia Social.

Frente a un escenario como ese, no agrega demasiado registrar que la guerrerista Patricia Bullrich - salpicada por los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel - se haya impuesto sobre Horacio Rodríguez Larreta, asesino de Facundo Molares que decidió integrar en su fórmula al verdugo del Jujeñazo. 

En tanto, habilitados por el "clima de época" que viene imponiéndose, ni lerdos ni perezosos, esta madrugada numerosos efectivos de infantería desalojaron en Jujuy el persistente corte de ruta que mantenían los comunerxs en Purmamarca. ¿Recuerdos del futuro?

Así, al pueblo trabajador - como siempre - una vez más le asistirá reventar las calles haciendo oír sus exigencias para no dejarse avasallar, de cara a un nuevo y más severo ciclo de resistencias, e invertir todo el patrimonio de su imaginación en abrir nuevos y más auspiciosos cauces que hoy no están a la vista del conjunto, sabedor de que ninguna solución a sus dilemas vendrá de este capitalismo atroz, ni aun cuando se vista con ropajes de cordero.

Ante un panorama tan ingrato, ¿bastarán los casi tres meses que nos separan de la elección presidencial para poner las barbas en remojo y remontar los principios humanistas y sociales de una Nación que alguna vez fue ejemplo ante el resto del mundo? El interrogante nos atañe a todxs. Y esa moneda ya está girando en el aire. -


JORGE FALCONE

 

 

martes, 1 de agosto de 2023

¿La democracia se va quedando sin votantes?

UNA VEZ MÁS, EL ÁRBOL DE LA CAPITAL-PUERTO

TAPA EL BOSQUE DE LA ARGENTINA PROFUNDA 

Mientras el capitalismo continúa depredando el ecosistema mediante la explotación de energías fósiles (el pasado mes de Julio fue el más caluroso de la historia de la Tierra desde que existen registros: La temperatura media escaló 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales), y librando simultáneamente en Eurasia su postrera batalla por la hegemonía mundial a través de la OTAN, procura mantener en estado de irresolución crónica a sus patios traseros. En uno de ellos, el que nos toca en suerte, el frenesí de una campaña electoral carente de ofertas que apasionen contrasta esquizofrénicamente con el reclamo estructural que aportan comunidades originarias silenciadas prácticamente desde el arribo de Colón a nuestras costas, las mismas que ahora peregrinan hasta donde atiende un Dios que no es el suyo, para hacerse ver y escuchar.

 

El pensamiento de centro:

Apuntes para un nuevo “Manual de zonceras argentinas” 

Eso que el mundo conoce como Argentina sólo es una entelequia mediática que abarca cerca de sesenta cuadras alrededor del Obelisco porteño. Más allá - al decir de Rodolfo Kusch, el filósofo que se autoexilió en Maimará para pensar al país desde adentro - aun aguarda irredento “el infierno vegetal” de la América Profunda. Hubo un sueño emancipador, sí, pero fue ahogado en sangre por el patriciado local a mediados del Siglo XIX.

Así, lo que hoy se nombra genéricamente como “un argentino” no es otra cosa que un arquetipo del medio pelo cosmopolita y urbano, subordinado al mito de la belleza absoluta y la juventud eterna, que promueven los centros del poder, la moda, y el consumo desde el Norte Global. En la metrópoli - por ejemplo - el reality show por excelencia ha venido convocando a lo más frívolo de las nuevas generaciones a compartir el rito canónico del modelo de exclusión: Competir hasta el bochorno por un instante de fama… o ser nominado para padecer de anonimato crónico. 

Ezequiel Martínez Estrada escribió alguna vez que “bajo el asfalto está la pampa”. Hoy, ante las narices de la Patria del Glamour se yergue la Patria del Dolor. Sus hijxs, tan invisibles como el cacique Garabombo de Manuel Scorza (*), siguen cayendo del mapa del reparto de riquezas.

“Argentino y basta”, nos dice el mundo. Pero ese hermano kolla despojado por el agronegocio de la tierra de sus mayores nunca se quedó con los cubiertos de ningún avión ni con la toalla de ningún hotel cinco estrellas. Porque el arquetipo genérico al que se suele aludir es oriundo de nuestras principales ciudades, y particularmente de la capital - puerto. 

Para esa “argentinidad” for export, por ejemplo, la normalidad consiste en disfrutar de los selectos menúes étnicos de Palermo Soho, sostener alguna rutina aeróbica con la misma consecuencia con que otrora daba cartel el sicoanálisis, varearse en un automóvil de alta gama, disponer de las más innovadoras tecnologías de punta, mandar lxs hijxs a algún college cuanto menos bilingüe, veranear en Punta del Este, opinar cada vez más desembozadamente que “a los negros que cortan rutas hay que matarlos a todos”, que la política en serio es la que se decide en las urnas, que “la grieta” a superar consiste en lograr la síntesis entre dos expresiones políticas que coinciden en ajustar y reprimir, o que “un país civilizado no debería tener a un indio por gobernante”. Y la novedad de votar opciones moderadas. Porque es sabido que para el ciudadano de bien la equidistancia entre capital y trabajo mejora la digestión, la sexualidad y el sueño. 

La zozobra de las grandes utopías ha llevado a que recorra el mundo un pensamiento extremadamente sensato, que reivindica formas “humanas” de opresión, a cambio de que los privilegios formales de sus sostenedores sean preservados por las clases dominantes.

En Argentina, la pendularidad histórica de los sectores que adscriben a semejante ideario, así como su obscena disposición a saldar un pasado de sangrienta lucha de clases con homenajes póstumos, viene obstaculizando significativamente el camino hacia una transformación de fondo de las estructuras que generan la injusticia social.

 

El abstencionismo como síntoma de indignación

y la ausencia de una política de poder transformadora 

“En este momento, el rechazo que la sociedad tiene por la actividad política acaso sea el más alto en 40 años de actividad parlamentaria, desde 1983 para acá. Ese rechazo tiene una absoluta y justificada respuesta: 40 años de dicha actividad no han sido capaces de cortar con una política iniciada en 1976. Simplemente que esta política se ejecuta en otras condiciones, pero basta mirar los números de la distribución del ingreso y la pobreza en Argentina para saber que estamos hablando de básicamente lo mismo. La democracia es un método político que, como cualquier otro, debe ser justipreciado por sus resultados”.

Alejandro Horowicz,

en programa “Siempre es hoy”, animado por Daniel Tognetti.

 

El incremento del abstencionismo electoral es un fenómeno global, en tanto las democracias republicanas se sostienen en base al voto popular, pero esa voluntad se delega en un sistema sujeto a incontables mediaciones, y que hace mucho ha dejado de garantizar la Justicia Social.

En nuestro contexto se ha transformado en un dato que el periodismo cada vez disimula menos. En el programa televisivo Desde el Llano del 24/7 pasado, por ejemplo, Joaquín Morales Solá, exhibiendo un zócalo que rezaba “Crece el ausentismo”, se mostró desconsolado a causa de que, en las últimas elecciones generales celebradas en España, país donde el voto no es obligatorio, concurrió a las urnas el 70% del electorado, mientras que, en las elecciones municipales de Córdoba, siendo el voto obligatorio en nuestro país, apenas lo hizo el 58% del padrón.

Si como botón de muestra revisásemos un par más de resultados de las recientes PASO provinciales, advertiremos - por ejemplo - que, en Santa Fe, un bastión peronista que alguna vez también administró el socialismo, sobre un padrón de 2.811.328 personas, también concurrió a votar el 58% del electorado (1.628.702) No lo hizo el 42% (1.182.626) Y el voto bronca llegó al 49% (1.385.931)

Otro caso testigo ha sido el de Chubut, donde sobre un padrón de 474.242 personas, votó el 69.28% del electorado (328.573) No lo hizo el 30.72% (145.669) El porcentaje de voto en blanco fue del 5.34% (25.358), y el de nulos un 1.86% (8.840) En conclusión, sumando ausentismo, voto en blanco, y anulados, el índice asciende al 37.92 % (179.867) Baste considerar que la fórmula ganadora se impuso con el ¡24.55% de los votos! 

Más rotundo que Morales Solá, y menos quejoso, Sergio Sinay en Perfil así describe el fenómeno en cuestión: “Mientras pretenden no ser lo que son, con escaso poder de convicción y demasiados antecedentes a la vista y en la memoria colectiva, en las elecciones de cada domingo la abstención y el voto en blanco crecen. En los 18 comicios realizados hasta el domingo 23 de julio de este año se abstuvieron de votar un millón de personas más respecto de 2019, con lo que el número de ausentes llegó casi a cinco millones. Y entre los participantes aumentó el voto en blanco, toda una opinión sobre los candidatos, al tiempo que, de acuerdo con la mayoría de las consultoras, la imagen negativa de todos los postulantes supera a la positiva. Muchas de sus peleas son para la tribuna, pero las tribunas se van vaciando, asqueadas. Mientras los escorpiones se pelean en el barro, las ranas son cada vez más desconfiadas. Contra lo ontológico nadie la talla”.

Desde luego que no sería riguroso extrapolar esos guarismos al orden nacional, pero cotejando su repitencia en la mayoría de las recientes elecciones intermedias, no deja de constituir una señal de alarma. O, cuanto menos, el síntoma de eso que - acaso con cierto snobismo - se ha dado en llamar “insatisfacción democrática”.

Bien cierto es que la contracción global del trabajo humano - hace poco un empresario hindú despidió al 90% de su personal de atención al cliente y lo reemplazó por inteligencia artificial -, con su consecuente desestructuración de las sociedades, y el estancamiento general de la economía mundial son fenómenos que inciden sobre ese estado de frustración.

Lo cierto es que el arco partidario tradicional parece disolverse como un antiácido, fenómeno que a la militancia que aún adhiere a la noción de un Estado en disputa - bastante improductiva por cierto durante las últimas décadas - no parece quitarle el sueño.

Acaso campée en esa franja política la peregrina idea de convertirse en una suerte de metástasis antisistémica capaz de corroer por dentro - vaya uno a saber durante cuánto tiempo - las entrañas del viejo Estado colonial burgués hasta reemplazarlo por completo. 

Pero al interior del pensamiento crítico que aún valora la vía parlamentaria como posibilidad de mejorar las condiciones en que se libra la puja entre capital y trabajo, también anida la idea de que, en un contexto de reflujo de masas y fragmentación popular, darle la espalda al proceso electoral desincentiva a las masas a participar en la vida política del país. 

En concreto, no abundan interpretaciones acerca de que cuatro décadas de vigencia del orden constitucional que en 2022 llegaron a un índice de 43.1 % de pobreza (hace menos de un mes, un camión perdió el control en una de las rutas de San Luis, chocó en una banquina y la gente comenzó a saquear toda la carne que transportaba, generando una escena que no se veía desde nuestros peores años) puedan estar generando un movimiento silencioso de protesta equivalente al que estruendosamente estalló en 2001, pero de igual signo a la hora de decirle basta a la política tradicional.

Es cierto: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, no constituye una política de poder sino apenas una expresión de rechazo al orden establecido. 

¿Pero es en el cuarto oscuro donde los sectores antisistémicos deberíamos buscar los indicadores del cambio? ¿No corresponderá ejercer una mirada más holística de la realidad del país, analizar a fondo las luchas - gremiales y socioambientales en curso - buscando sus denominadores comunes e intentar dilucidar si hay en ellos, aunque más no sea en forma larvada, algún anuncio de lo nuevo?

 

No confundir la luna con el dedo que la señala 

"Las protestas sociales de los pueblos originarios en Jujuy, no son una reacción a la Reforma Constitucional. Sino exactamente al revés, la Reforma Constitucional es la reacción del gobierno, a la autoorganización y defensa creciente de las comunidades originarias en sus territorios".

Manuel Fontenla

"Jujuy, una llama que no se apaga. Litio, Estado y represión ¿regla o excepción?"

 

Parafraseando parcialmente a Antonio Gramsci, podría decirse que, entre una fe que muere y una fe que nace, vastos sectores de la militancia se muestran capaces de describir atinadamente las lógicas del Estado colonial burgués o de desarrollar prácticas antisistémicas, pero ante una convocatoria a comicios parecen incapaces de surfear dignamente sobre esa ola ofreciendo alternativas productivas que eviten distraer a las masas de su larga marcha en pos de una vida digna. 

Como si fuera tan difícil internalizar que, mientras no exista una hegemonía social movilizada en favor de los intereses populares, poco y nada aporta ser - o poner el voto al - candidato o candidata menos malx, dado que no alcanza con un tintero para teñir el océano. 

¿Será esa inercia el saldo más rendidor del escarmiento genocida? Quizás valga la pena establecer una sencilla periodización - seguramente arbitraria - para intentar repasar, sobre todo ante lectorxs jóvenes (suponiendo que todavía los haya) cómo fue que llegamos hasta la encrucijada descripta. 

Si tomáramos como punto de partida el aborto de la primera década peronista, podría convenirse que, entre 1955 y 1973, con la proscripción política de las grandes mayorías nacionales se fue gestando una ofensiva popular de tal radicalidad que durante un breve lapso del último año señalado llegó a colocar en cargos de decisión a numerosxs exponentes de las políticas revolucionarias de la época. La traición al programa votado por el pueblo y la ofensiva táctica de sectores facciosos que contaron con la anuencia del propio presidente Perón, sentaron las bases, fundamentalmente a partir de su desaparición física, de la ofensiva estratégica de los grupos económicos de la oligarquía local, que se harían cargo del país a partir de 1976 y hasta 1983, circunstancia en la que se replegaron desgastados por la derrota en Malvinas y las denuncias internacionales sobre violaciones flagrantes a los DDHH - aunque no desalojados por la bronca popular -, dejando el saldo de un genocidio cuyas secuelas de escarmiento aún gravitan en el imaginario de una sociedad que en el pasado supo escribir páginas heroicas de la historia. Entre el gobierno de la viuda del anciano líder - durante el que se produjo el primer shock inflacionario contemporáneo bajo el nombre de “Rodrigazo”, en honor al ministro de Economía de entonces - y la última dictadura, el capitalismo productivo que promoviera los Estados de Bienestar que conoció el mundo durante buena parte del Siglo XX, fue convirtiéndose en el capitalismo financiero y rentístico trasnacional imperante en la actualidad. 

La implosión del socialismo real en el año 1991 dejó expedito el camino para que el orden global de carácter bipolar que rigiera hasta entonces se volcara drásticamente en favor del occidente capitalista. Promediando una nueva década protagonizada por un peronismo asimilado al neoliberalismo hegemónico, durante el año 1996 ingresó a nuestro país el agronegocio, contribuyendo a consolidar la matriz productiva extractivista de acumulación por desposesión, que ningún gobierno democrático se atrevió a cuestionar hasta la fecha. El desguace paralelo del Estado nacional indujo las primeras luchas piqueteras en Mosconi y Cutral - Có, experiencia que, con marchas y contramarchas, llega hasta nuestros días, nucleando a los sectores más dinámicos del mundo del trabajo informal. Haría falta volver a derramar sangre joven para intentar disciplinar semejantes rebeldías, y eso ocurrió el 26 de junio de 2002 en la entonces Estación de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Tal circunstancia propició que el poder procurara reencauzar la gobernabilidad incorporando algunas reivindicaciones enarboladas por los sectores en lucha, y así - tras el desfile de cinco presidentes en una semana - el peronismo, siempre resiliente, dio con un ignoto y moderado militante setentista oriundo de Santa Cruz, lo suficientemente astuto como para seducir a las nuevas generaciones invocando las banderas de sus mayores, y tan pragmático como para haber votado oportunamente la privatización de YPF o prorrogado, ya en el ejercicio de la Primera Magistratura, las licencias de los medios hegemónicos. Ese período de ampliación de ciertos derechos - que incluyó dos mandatos de su viuda - se correspondió con la llamada “Década Larga Progresista de Nuestra América”, durante la que a nivel local primó la cooptación de organizaciones sociales otrora bastante díscolas, así como de organismos defensores de DDHH que hasta entonces se mantuvieran prescindentes del gobierno de turno. Esa módica Luna de Miel culminó cuando cesó el viento de cola de la economía mundial y los commodities de la soja dejaron de proporcionar regalías para seguir conteniendo a los sectores excluidos mediante el asistencialismo. 

Para entonces, en todo el mundo - y por ende en nuestro continente - se vivió una contraofensiva neoconservadora que puso en el gobierno local al Ing. Macri, quien - como se sabe -, entre otras tropelías, y con la complicidad de un FMI capaz de violar sus propios estatutos en favor de sus aliados locales, nos endeudó por 100 años. El resto corresponde al período que viene concluyendo, en el que a la actual vicepresidenta de la Nación se le ocurrió designar como candidato a presidente a un peronista porteño de ideas socialdemócratas, decisión que alcanzó para ganar una elección, pero no para sacar el país adelante, pandemia y guerra en Eurasia mediante. En tales circunstancias, la influencia de los dos grandes referentes del oficialismo y la oposición se fue licuando. Es así como un kirchnerismo que desde sus 15’ de gloria ha venido desatinando en la elección de candidatos, se encamina a librar una batalla electoral con la pólvora mojada y representado por candidatos que integran el consenso extractivista de toda la oferta con chances de imponerse: un ex enemigo acérrimo que no da pie con bola para frenar la inflación, acompañado por un político que acaba de salir cuarto en las elecciones intermedias de Santa Fe. 

A lo largo de todo el periplo sucintamente descripto han quedado en el camino las grandes identidades políticas que gravitaron durante el siglo pasado, y hemos arribado a un nivel de malestar que se manifiesta explícitamente con hechos como la golpiza de los colectiveros al ministro de Seguridad bonaerense, o tácitamente a través del abstencionismo electoral. En todo caso, lo indisimulable es un hartazgo social que tratan de capitalizar lxs personerxs de la intolerancia, siempre autoconvocadxs a “poner orden”.

Pero va de suyo que la política no se dirime exclusivamente en El Palacio, y que La Calle también hace su juego. 

En dicho escenario son destacables algunas luchas que viene librando la clase obrera, como la de contratistas del ferrocarril, Coca Cola de Córdoba, neumáticos en Buenos Aires, colectiveros, subterráneos, docentes de Salta, y un hecho inédito: el paro de las contratistas de Acindar en Villa Constitución durante dos días.

Estas experiencias van dejando su impronta y su enseñanza en la clase trabajadora, lo cual viene incrementándose desde fines del año pasado.

Todo ello ha contribuido a que la UOM decretara un remedo de “plan de lucha” con tufillo electoral, para engañar a los obreros y que, seguramente, en medio de la disposición a la lucha que están demostrando los metalúrgicos, al igual que otros trabajadores en el contexto nacional, redundará en mayor desprestigio del aparato sindical. 

Un ejemplo en tal sentido cundió, a pocos días del hecho en cuestión, cuando contratistas de Terniun (ex Siderar, planta San Nicolás), se pusieron en pie de lucha y obligaron a la patronal, al sindicato y al gobierno, a decretar la conciliación obligatoria que, vale la pena recalcarlo, es sólo obligatoria y de cumplimiento para los trabajadores ya que cuando a la patronal no le conviene no la cumple. Las demandas son iguales a las de las contratistas de Acindar: aumentos de salarios y mejores condiciones laborales.

Por su parte, obreros de unos 60 talleres metalúrgicos de Villa Constitución que reúnen a unos 1000 trabajadores, hicieron circular un volante con demandas salariales, llamando a la lucha y a la unidad para lograr el objetivo.

Por primera vez en la historia de esa siderúrgica, las contratistas paralizaron totalmente la planta, obligando al sindicato a sacarse una vez más la careta, dejando al descubierto su verdadero rostro favorable a la empresa, al decidir el levantamiento de la medida luego de una “negociación” en la que los obreros no ganaron desde lo económico pues el bono de $ 45.000 suple, en plata, los descuentos de los días no trabajados que impuso la empresa a todos los trabajadores (de planta y tercerizados) El aumento firmado por los impresentables directivos del sindicato UOM no supera un promedio de $ 9.000 para los magros bolsillos que reciben un básico de $ 130.000.

Pero, visto desde la perspectiva política de la confrontación de clases, la lucha demostró varias cosas que quedarán impresas para los combates futuros de la clase obrera, no sólo de la zona sino del país.

Sin embargo, por su persistencia y trascendencia sociocultural, parecería que lo más auspicioso de la lucha popular en este momento viene bajando desde el NOA. En efecto, se trata de la rebelión del pueblo jujeño, que se ha mantenido a pie de ruta en contra de la reforma constitucional ordenada por el gobierno de Gerardo Morales y la partidocracia local, las condiciones de vida degradadas y el ataque al medio ambiente que significa la extracción del litio con el peligro de agotar las reservas de agua.

A propósito de esto, en los últimos días circuló un video filmado por vecinos de la salina “El Leoncito”, en cuyas imágenes se observa la precariedad y la destrucción que ocasionan las empresas que están extrayendo litio en una de las pocas fuentes acuíferas de la zona. Las denuncias coinciden con el inicio de las audiencias de la asamblea constituyente que reformará la constitución, en cuyo marco se exige que modifiquen toda legislación que favorezca a las empresas mineras. Las y los pobladores temen que la situación jujeña se repita en La Rioja.

Volviendo a Jujuy, como se recordará, un conflicto que partió del reclamo salarial de lxs docentes, fue generando una creciente adhesión multisectorial, pero experimentó un significativo salto en calidad cuando las comunidades originarias nucleadas en el Tercer Malón de la Paz se plegaron a esa lucha, sumando su exigencia de tierra y territorio, desoída durante cinco siglos.

A diferencia de otros “azos” producidos durante los años 60 del pasado siglo con epicentros más focalizados, este - al igual que el de Chubut contra la zonificación minera o al de Mendoza en defensa del agua - involucra a TODA la provincia. 

Aunque aún no se lo distinga nítidamente desde el centro de un país cuyas capitales se resisten a asumir la herencia mestiza, nuestros pueblos originarios constituyen el sujeto social que el modelo extractivista tiene en la mira para saquear los bienes comunes, y el que sostiene la persistencia de una lucha a todo o nada, que no pudo ser doblegada ni con métodos propios de la última dictadura puestos en práctica por el gobierno jujeño  durante la cacería de activistas del 20 de junio pasado, circunstancia en la que se aprobó una reforma constitucional amañada y que contraría a nuestra Carta Magna. Es más, puede que ese también sea el sujeto social que en este momento de la historia carga sobre sus hombros ni más ni menos que la misión de salvar la vida en este planeta. 

Y, a propósito del último Día de la Bandera - la del Estado colonial burgués -, corresponde tomar nota de que miles y miles de argentinxs eligieron replicar la consigna “Arriba la Whipala”, es decir, arriba la bandera de lxs de abajo. Se trata de un hecho que merecería mayor consideración militante, porque remite a una lucha que no se detendrá, como no lo ha hecho hasta ahora, por más que se la intente sofocar una y mil veces. 

Puede que en esa multisectorialidad que se mantiene firme tanto en la ciudad como en los cortes, esté germinando la semilla del futuro Estado Plurinacional y Eco Social que nos merecemos. 

En cualquier caso, como bien dice el filósofo decolonial boliviano Rafael Bautista Segales, “ante un presente tan atroz, hay que dejar el pesimismo para tiempos mejores”. – 

  

(*): Esta novela del escritor peruano, según sus propias palabras, “es también un capítulo de la Guerra Callada que opone, desde hace siglos, a la sociedad criolla del Perú y a los sobrevivientes de las grandes culturas precolombinas. Cientos de miles de hombres - muchísimos más que todos los muertos de nuestras ingloriosas guerras “oficiales” - han caído librando esta lucha desesperada. Los historiadores casi no consignan la atrocidad ni la grandeza de este desigual combate que, por enésima vez, ensangrentó las cordilleras de Pasco en 1962. Dieciocho meses después de la masacre de Rancas, la comunidad de Yanahuanca, comandada por Fermín Espinoza, Garabombo, invadió y recuperó los casi inabarcables territorios de las haciendas Uchumarca, Chinche y Pacoyán. ¡Era el amanecer de la gran epopeya andina que concluiría con el feudalismo en el centro del Perú!”. El relato en cuestión justamente pretende que su protagonista era invisible a los ojos de los poderosos.

 

JORGE FALCONE