Frente al intento de desguace
de la Nación Argentina
EL
PLAN DE LUCHA DE LA CGT COMO ESCENARIO
FAVORABLE
PARA EL REAGRUPAMIENTO DEL CAMPO POPULAR
“Lo que
se discute es un modelo de país, un rumbo a favor de ampliar los derechos o de
restringirlos en beneficio del negocio, del lucro y la acumulación capitalista.
Por eso, aunque para algunos, solo se trata de presupuesto, la realidad va más
allá y se discute el tipo de sociedad necesaria en esta tercera década del
siglo XXI”.
Julio C.
Gambina
Economista marxista y profesor universitario argentino, especializado en
economía política, economía mundial, integración, deuda externa y otros asuntos
sociales y políticos.
Urge transformar nuestro modelo laboral
El Siglo XXI ha sido testigo de una reconfiguración radical en la forma en que trabajamos. La Revolución Tecnológica
ha dado lugar a cambios sin precedentes en la estructura y la naturaleza del
empleo, transformando los procesos de producción, la comunicación y la
interacción entre empleadores y empleados.
Los
avances en inteligencia artificial, robótica y aprendizaje automático han
llevado a la automatización de tareas rutinarias y repetitivas en diversos
sectores. Esto ha generado una significativa pérdida de empleos, y propiciado
la demanda de una mano de obra mucho más calificada en roles relacionados con
la tecnología, como la programación, el análisis de datos y la ciberseguridad.
La
innovación tecnológica también ha facilitado la adopción masiva del trabajo
remoto y la flexibilización laboral, con su consiguiente saldo de precarización.
Cada vez más empresas permiten a sus empleados trabajar desde el hogar o en
espacios compartidos, lo que ha eliminado las barreras geográficas y ha
generado un cambio en la cultura del trabajo. Tal circunstancia puede mejorar
la conciliación entre el empleo y la vida personal, pero también exige una
mayor autodisciplina y administración del tiempo.
Así,
la economía de los trabajadores independientes ha surgido como una fuerza
dominante en el actual contexto. Plataformas digitales como Uber, Airbnb y
Upwork han creado oportunidades para que las personas trabajen de forma autónoma
y generen ingresos a través de trabajos ocasionales o proyectos a corto plazo.
Si bien esto proporciona una apariencia de libertad, también contribuye a una
desregulación extrema del empleo incorporando riesgos en materia de seguridad
laboral, protección social y derechos del trabajador y la trabajadora.
En
un entorno en constante cambio, el aprendizaje continuo y la adaptabilidad se
han convertido en habilidades muy preciadas. Los avances tecnológicos rápidos
requieren que los trabajadores adquieran nuevas destrezas y se actualicen
constantemente para mantenerse relevantes en el mercado laboral. Esto ha
llevado al surgimiento de plataformas de aprendizaje en línea, programas de
capacitación corporativa y una mayor importancia de la educación a lo largo de
la vida.
La
conectividad global ha permitido - allí donde está garantizada - una mayor
colaboración entre personas de diferentes países y culturas. Las empresas
pueden aprovechar talentos de todo el mundo a través del trabajo en equipo
virtual y la externalización de tareas. Esto ha llevado a una mayor diversidad
en los lugares de trabajo, lo que puede generar beneficios en términos de
innovación, creatividad y resolución de problemas.
No obstante, como
respuesta al impacto tecnológico en la pérdida de puestos de trabajo, se impone
disminuir las horas laborales sin pérdida salarial, una disputa compleja en un
mundo cada vez más inequitativo. Nunca en la historia
humana hubo una capacidad productiva semejante, y nunca tan pocos produjeron para
tantos. Tal circunstancia hoy conduce a
una disyuntiva de hierro: O reducimos la jornada laboral
habilitando tiempo ocioso (disfrute de la vida) o se agudizará una cada vez más
desigual distribución del ingreso.
Sin
embargo, el 50% de nuestros compatriotas la pasa mal, pero ha venido apostando -
con más fe que raciocinio - a que nuestro Presidente pueda resolverlo. El
peronismo - último movimiento histórico que alguna vez dignificó a los
trabajadores -, al igual que la sociedad toda, se muestra desarmado ante el
presente, y solo atina a invocar su Edad Dorada.
“Nunca estuvo tan oscuro como antes
de aclarar”
En
1930 Antonio Gramsci, encarcelado por el fascismo italiano, escribía en
los Quaderni del carcere una de sus frases más conocidas: “La crisis consiste
precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en
ese interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”. Esa frase se
redacta en un momento de crisis orgánica del capitalismo - otro concepto clave
en el universo intelectual gramsciano -, tras el crack bursátil de 1929;
una crisis económica y social que fue también política, de las democracias
liberales y del orden internacional de posguerra, esa particular versión de un statu quo basado en el capitalismo de libre albedrío.
Gramsci,
desde su contemporaneidad, pudo ver lo que años después sería ampliamente
asumido por la historiografía y la conciencia colectiva: que esa etapa
constituía un “interregno” que mostraba tanto el agotamiento de las estructuras
vigentes, minadas por sus contradicciones y límites, como la incapacidad de las
clases dominantes para darles respuesta, dando paso a nuevas formas de autocracia,
al fascismo, al militarismo y a la guerra. Solo después de la derrota del
fascismo en 1945 podría emerger “lo nuevo”: los inéditos pactos socioeconómicos
que durante varias décadas hicieron viables, en términos materiales y de
legitimidad, los respectivos proyectos políticos de Occidente, del socialismo
real y de los nuevos Estados poscoloniales, y un sistema internacional basado
en la bipolaridad - hoy en plena transición -, capaz de proporcionar relativa
estabilidad y orden en sus respectivas áreas de influencia.
Pero,
¿a qué se refería exactamente Gramsci al hablar de interregno? Se trata de una
metáfora, y ni él mismo ni otras figuras posteriores lo han conceptualizado o
teorizado en detalle. Sin embargo, del texto en que aparece - un fragmento de
la serie “Pasado y presente” de los Quaderni - se pueden extraer claves útiles.
Para Gramsci, partiendo de su propio contexto histórico de entreguerras, la
crisis era sobre todo una crisis de autoridad motivada por la erosión del
consenso, en la que las clases dirigentes ya no podrían seguir ejerciendo su
dominio a través del consentimiento y se verían compelidas a recurrir a la
coerción (cualquier semejanza con nuestro contexto presente… ¿es pura coincidencia?)
Un
momento, en suma, de pérdida de hegemonía, en el sentido gramsciano, de
coerción más consentimiento, que involucra tanto al aparato del Estado como a
la sociedad civil. Lo que caracteriza el interregno es la imposibilidad de
resolver esa crisis con el mero recurso a la coerción, o de retornar a
consensos que dejaron de existir, al tiempo que no aparecen actores o proyectos
con capacidad de ganar amplia aceptación y legitimidad. Así, reinaría un “escepticismo
difuso” y una política “realista” y “cínica”. Sería el momento de los “síntomas
mórbidos” de alcance masivo, que emanan de un viejo orden en descomposición:
amplias expresiones de descontento, violencia política abierta y ascenso del
extremismo; todo lo cual, de nuevo, tiene clara resonancia para el momento
presente, en el que es preciso entender que el de Javier Milei no
constituye apenas un nuevo gobierno, sino un nuevo orden político. Cuanto más
tiempo tardemos en interpretarlo, mayor será el daño infringido sobre el cuerpo
de la Nación Argentina.
Para
un nuevo orden político,
una
nueva representación de lo popular
A
menudo - no siempre -, la geopolítica global ofrece un panorama más
esperanzador que los fenómenos locales. En efecto, durante los últimos días Egipto, Sudáfrica, Arabia Saudí, Ghana, Nigeria, Camerún,
Senegal y Argelia comenzaron a tramitar el retiro de sus reservas de oro
nacional de EEUU. Si lo consiguen, bien puede convertirse en la punta de lanza
para producir un colapso del patrón monetario dólar y, por ende, una herida
grave para la economía, la confianza, y el poder del Gran País del Norte.
En tanto, en esta castigada latitud del Cono Sur sometida a la
demoledora experiencia anarco - libertaria, la Cámara de Diputados
aprobó en general el proyecto de Ley Ómnibus con
que el gobierno pretende ratificar su rumbo de
desregulación de la economía, destrucción de la industria nacional, eliminación
de derechos laborales y jubilatorios, privatizaciones de empresas estatales, la
vuelta al Impuesto a las Ganancias y la disolución de organismos que fueron
clave en la historia nacional, entre otros puntos.
La
sanción en general del proyecto tuvo 142 votos a favor, 106 en contra y 5
abstenciones. Luego, legisladores de la oposición pidieron la votación nominal
de varios artículos y se trataron cuestiones de privilegios.
En
las horas siguientes se abordó la discusión sobre las facultades
extraordinarias delegadas al Presidente, el cierre de organismos públicos, la
primera tanda de privatizaciones de empresas estatales y la reforma laboral,
entre algunos de los puntos votados de manera nominal. Digámoslo con todas las
letras: El mono obtuvo su navaja. Y eso era lo que esperaba el FMI para darle aire.
Los
diputados que respaldaron la iniciativa fueron los que integran el bloque
oficialsta de la Libertad Avanza (LLA), en su totalidad, los del PRO de Mauricio
Macri, Hacemos Coalición Federal conducido por Miguel Pichetto, y la
UCR que responde a Rodrigo de Loredo, salvo algunos legisladores más
críticos.
También
fueron de la partida los integrantes de Innovación Federal, el bloque integrado
por una decena de diputados de Salta, Misiones, Río Negro y Neuquén. De la
misma manera acompañaron los del Movimiento Popular Neuquino (MPN)
Las
fuerzas políticas que rechazaron la iniciativa en su totalidad fueron Unión por
la Patria (UxP) y el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT)
En
disidencia con sus bloques votaron la cordobesa Natalia de la Sota y
algunos legisladores del socialismo santafesino.
Los
radicales Facundo Manes, Pablo Juliano, Fernando Carbajal
y Marcela Coli tampoco acompañaron a su bancada, pero se abstuvieron. Mónica
Frade de la Coalición Cívica (CC) también se abstuvo.
En
la medida en que una franja cada vez mayor de la sociedad argentina va
comprendiendo que la ineptitud de la clase política que ha venido gobernando
nuestros destinos hasta diciembre de 2023 nos trajo hasta esta calamitosa
encerrona, ante este resultado no debiera caber ni sombra de duda en cuanto a que el de “infames
traidores a la Patria” es el calificativo más liviano que le cabe a sus
integrantes. Pero esta afirmación no debe ser entendida como la mera catarsis
de quien escribe estas líneas, sino como parte de la certeza de que el momento
que vivimos las y los argentinos es la demostración palmaria del agotamiento de
una forma de concebir y ejercer eso que hemos venido llamando “democracia”, y exige
el urgente desenmascaramiento de quienes lo han usufructuado en su beneficio hasta
ahora.
No
hace falta adherir a la tradición insurreccionalista del pueblo argentino, que en
momentos de infamia ha demostrado ser capaz de pasar página mediante 17s de
Octubre, Cordobazos o Argentinazos, para llegar a esa ineludible conclusión.
Es más, si conserváramos
la dignidad de aspirar a algo más que abrazar males menores, deberíamos coincidir
en que, aunque intenten recuperar centralidad quienes nos hipotecaron desde Scioli
a Massa y llamaron a “no hacer olas” (sino más bien a esperar que Milei
se cocine en su salsa), un pueblo sin representación mayoritaria se ha puesto
en marcha.
De nada vale entonces
señalar la vocación extractivista del gobierno actual, cuando durante la “Década
Ganada” se silenció la lucha de todas las asambleas ambientales del interior
contra ese flagelo que viene enajenando nuestros bienes comunes prácticamente
desde la recuperación del orden constitucional. Mucho menos tener la caradurez
de compararse con el pueblo n’avi de la película Avatar (2009, James Cameron),
que en esa ficción enfrenta con armas totalmente artesanales una invasión de
terrícolas belicistas y saqueadores que aspira a arrebatarles ni más ni menos
que el fluido que les suministra el Árbol de la Vida.
Pese a todo eso, hay
una realidad incontrastable que sería de necios negar: Cristina, para
muchxs compatriotas, continúa siendo el tuerto en el país de los ciegos. Y es
cierto, más allá de las magistrales intervenciones parlamentarias de la
entrañable “Rusa” Bregman, la ex Vicepresidenta de lxs argentinxs
conserva llegada a un importante sector del peronismo y hay que reconocerlo.
Pero eso no implica en modo alguno que su adhesión a un “capitalismo en serio”
augure un futuro venturoso para nuestro pueblo, sino que - en todo caso - solo da
cuenta de lo que nos falta como sociedad para recuperar las programáticas más
intransigentes que fuimos capaces de gestar a lo largo de décadas de lucha sin
cuartel contra los poderosos.
Acaso la lección más
valiosa que vienen dejando las últimas horas consista en tomar nota de que ningún porvenir próspero que nos espere se definirá en El Palacio, sino que será La
Calle la que tenga la última palabra.
Se demostró hace muy
poco: Consecuente con la habitual propensión del oficialismo a la provocación
berreta, días antes de la descomunal movilización federal de obreros y
estudiantes en defensa de la educación pública, el ministro Luis Caputo -
versión local de Ralph El Demoledor, con perdón de ese simpático personaje
Disney - declaró: "Es un berrinche, ven afectado su negocio"
Sin embargo,
después, la realidad le contestó con un infrecuente acontecimiento de masas que
superó el millón de personas colmando las calles de todo el país, y ratificando
su disposición a decirle “no en nuestro nombre” al desmantelamiento de las
universidades nacionales. Resulta improbable que dicho fenómeno no haya
involucrado parte del 56% de votantes de La Libertad Avanza.
Pese a que desde sus
granjas de trolls hacen lo indecible por bajarle el precio, resulta difícil
ocultar el salto cualitativo que viene experimentando la lucha popular. Costará,
a partir de ello, sostener la idea derrotista de que toda la juventud está con Milei.
Si este pueblo que
comienza a reagruparse sabe aprovechar la oportunidad histórica que ofrece la
escalada prevista por el Plan de Lucha en marcha, es de esperar que más
temprano que tarde dará a luz una nueva dirigencia forjada a pie de calle, y
capaz de revertir el desguace que viene sufriendo la Nación.
Estas no son
motivadoras frases de autoayuda para momentos difíciles. Porque el termómetro
de cómo están los ánimos de la clase trabajadora no son precisamente Los Gordos:
En las últimas horas la metalúrgica WEG de la ciudad de Córdoba amaneció
con los portones bloqueados y en paro por el despido de 30 compañeros. Ahí se
fabrican motores de electrodomésticos, y una de sus principales clientes es MABE, empresa que viene de despedir a 200
trabajadores y trabajadoras.
Por su parte, el gremio
de Aceiteros ya se ha declarado en pie de guerra contra la Ley Ómnibus y el
paquete fiscal que reincorpora Ganancias, anunciando un paro por tiempo indeterminado que pega en el corazón de la economía
afectando al 80% de las exportaciones.
Eso no es todo. También
se anuncia, para antes del próximo paro de la central obrera, un cese total de
tareas en los transportes aéreo, terrestre, portuario y marítimo rechazando igualmente
la vuelta de Ganancias. Será una medida imposible de ocultar al mundo.
Como
reza una consigna que circula por allí: “Es ahora”. Corresponde decir “basta” de
cara al primer Día Internacional de las y los Trabajadores bajo el régimen autócrata
de La Libertad Avanza. No hay más tiempo que perder.
Y,
con o sin orientación de la dirigencia cegetista, el Paro Nacional del
9/5 TIENE QUE SER ACTIVO, a como dé lugar. Concentrando adonde “atiende Dios” o
en la plaza de cada barrio, graffitiando, stencileando, muraleando, produciendo
intervenciones teatrales relámpago. Nuestro capital más rentable es la
imaginación. Es hora de invertirlo.
En
conclusión, hay mucho por hacer, y es titánico el esfuerzo que demandará. Una frase
escuchada recientemente, atribuida a un paisano jujeño anónimo, acaso aporte
alguna clave para dar el primer paso: “Estamos rodeados… ¡No los dejemos
escapar!”. –
JORGE
FALCONE