miércoles, 1 de mayo de 2019


A medio siglo del Cordobazo 
BARAJAR Y DAR DE NUEVO



















Este año Argentina conmemora el Día Internacional de l@s Trabajadores/as padeciendo el que acaso sea el gobierno más antiobrero de su historia, y con un aluvión de laburantes formales e informales pasando por encima de la pasividad cómplice de las burocracias sindicales. Tal contexto invita a  rememorar jornadas en las que los sectores más aguerridos del mundo del trabajo supieron marcarle el ritmo a toda la Nación. Sonaría muy duro, pero fundamentalmente anti dialéctico, contrastar aquel momento histórico de auge de las conquistas populares (años 60/70s) con el actual, contraponiéndolos como el del socialismo en boca de tod@s frente al que impone a la economía popular levantar planes sociales caídos y reclamar 7000$ de aumento. Pero a veces rigorearse un poco ayuda a afinar la puntería de los debates y, por ende, los reclamos.


“Quedan entonces convocados
al entierro de la vida
del que tuvo esta pésima idea.

Si a esta convocatoria vienen algunos,
pero no todos los convocados,
no importa,
en la próxima seremos más.

Y si a esta convocatoria
vienen todos los convocados,
la cordura habrá invadido en Revolución
nuestro país para siempre”.

Comandante montonero Eduardo Daniel Pereira Rossi (a) “Carlón”
- secuestrado y asesinado el 14/5/1983 por un Grupo de Tareas
integrado por el sargento Rodolfo Diéguez y el cabo Juan Spataro,
al mando del ex Comisario Luis Abelardo Patti -,
fragmento del poema “Convocatoria”.


Crónicas de la Resistencia

En nuestro país, este es un año de trascendentes conmemoraciones para el campo popular. Sin ir más lejos, este mes se cumplen 50 años del Cordobazo (https://www.youtube.com/watch?v=mmS8Li9hEDQ), insurrección popular producida en aquella provincia mediterránea entre el 29 y el 30 de mayo de 1969. Dicho levantamiento fue liderado por los dirigentes Elpidio Torres y Atilio López (más tarde asesinado por la siniestra Alianza Anticomunista Argentina), secretarios generales respectivamente de los sindicatos SMATA (mecánicos) y Unión Tranviarios Automotor, pertenecientes a la Confederación General del Trabajo (CGT), y Agustín Tosco del sindicato de Luz y Fuerza, adherido a la CGT de los Argentinos, que por entonces conducía el legendario líder gráfico Raymundo Ongaro. El hecho formó parte de una serie de puebladas que tuvieron lugar en nuestro país entre 1969 y 1972 - todas ellas nombradas con palabras terminadas con el sufijo "azo" -, contra la dictadura gobernante autodenominada "Revolución Argentina”, e inaugurada por el General Juan Carlos Onganía. Dos años después del hecho referido se produjo el segundo Cordobazo, también llamado Viborazo. Esas rebeliones debilitaron al gobierno militar y fueron uno de los factores que llevaron al reemplazo del citado dictador en junio de 1970, abriendo paso a una salida electoral que terminó concretándose con las elecciones de 1973, en las que se impuso por amplio margen el candidato peronista Héctor José Cámpora. El levantamiento en cuestión serviría de lección correctiva para que algunos focos rurales precedentes generados por el peronismo armado (Uturuncos, Taco Ralo) advirtieran la importancia que el escenario urbano adquiriría en las luchas por venir.

Pocos días después de tan importante aniversario se cumplirán 90 años del natalicio de un referente ineludible para quienes ejercemos la comunicación popular, ya sea desde el quehacer profesional o meramente militante. Nos referimos a Jorge José Ricardo Masetti Blanco, nacido en  Avellaneda el 31 de mayo de 1929, cuyo rastro se pierde durante el año 1964 en Orán, Salta, sin fecha exacta. Periodista guerrillero argentino conocido como Comandante Segundo, se internó en la selva el 21 de abril de 1964 sin que desde entonces se tuvieran más noticias de él. A instancias del Comandante Americano, estuvo al frente del Ejército Guerrillero del Pueblo de 1963 a 1964, constituyendo así la primera guerrilla guevarista y uno de los primeros grupos armados que actuó en nuestro país. Había sido fundador y director de la agencia de noticias cubana Prensa Latina, donde compartió tareas contrainformativas con colegas de la talla de Rodolfo Jorge Walsh y Rogelio García Lupo. Un libro de su autoría - “Los que luchan y los que lloran” (http://eltopoblindado.com/wp-content/uploads/2017/02/Los-que-luchan-y-los-que-lloran.pdf) - publicado en 1958 brinda una semblanza acabada del pensamiento de este revolucionario, así como el notable documental “La Palabra Empeñada” (https://videos.telesurtv.net/video/385373/documentales-385373/), que su hijo Martin co realizó con el talentoso documentalista Juan Pablo Ruiz. Aquel intento fallido brindaría los primeros indicios acerca de lo difícil que sería en nuestra geografía coronar una experiencia como la de Sierra Maestra.

Ambos fenómenos, tanto los levantamientos obrero-estudiantiles como los primeros focos de guerrilla rural, remiten a un pasado reciente difícil de concebir para las nuevas generaciones si pasan por alto dos factores fundamentales (uno global y otro de cabotaje) a la hora de diferenciar aquel momento histórico del presente: El primero consiste en la transformación sustantiva de un sistema-mundo bipolar pactado en Yalta tras la Segunda Guerra Mundial en este que le sucedió, de carácter multipolar, que tras la zozobra del Socialismo Real hoy asiste a una nueva  transición hegemónica en la que China comienza a reemplazar la influencia mundial de EEUU; y el segundo estriba en la reverberancia del efecto disciplinador que dejó la última dictadura oligárquico-militar genocida con el fin de rediseñar nuestro país al arbitrio de las grandes corporaciones multinacionales, eliminando de cuajo a tal efecto la conciencia crítica acumulada hasta entonces mediante todas las luchas precedentes. Sin tomar nota al menos de estas dos causas, resulta altamente complejo comprender el debilitamiento de las utopías de cambio, la falta de audacia que hoy campea en las franjas medias de nuestra sociedad - esas que otrora escribieran páginas heroicas de la historia contemporánea -, así como la perversa imposición que rige sobre los sectores más humildes, altamente condicionados a priorizar la lucha por un plato de comida para su familia por encima de cualquier objetivo de más largo aliento, lo que a menudo plantea una encrucijada muy difícil de resolver para un activismo que no siempre atina a combinar lo táctico con lo estratégico.

Y ya que mayo se presta para pasar revista al patrimonio de lucha de nuestro pueblo, no deberíamos omitir que a mediados de abril se vivió un hito político-jurídico sumamente auspicioso durante la segunda audiencia del “Juicio Contraofensiva”, que investiga 96 delitos de lesa humanidad cometidos entre 1979 y 1980 por las fuerzas represivas estatales. Nos referimos a las particularidades - inéditas hasta la fecha - de que un ex comandante montonero (Roberto Perdía) fuera invitado a exponer los causales de aquella campaña que, acompañando el alza de las luchas populares contra la dictadura, convocó a casi medio millar de sus cuadros a radicalizar el enfrentamiento para desalojarla, y al consiguiente beneplácito de los familiares de los caídos - presentes en la sala - que, a contrapelo de cómo han tratado hasta la fecha algunos organismos de DDHH a las cúpulas guerrilleras, retribuyeron con gran calidez la dignidad del testimonio brindado, lo cual habilita a inferir que a medida que se gane perspectiva histórica irá quedando cada vez más claro qué intereses de fondo confrontaron en aquellas circunstancias.

La ofensiva popular se construye
de abajo para arriba y de la periferia al centro

En su novela de anticipación “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”   (adaptada al cine en 1982 por Riddley Scott bajo el nombre de “Blade Runner”), el escéptico y visionario Philip K. Dick aventuraba para el año en curso un clima arruinado por la contaminación, un estallido inmigratorio de carácter multiétnico, y una policía regida - al igual que la política - por las corporaciones… Pues, como cantan Los Redondos, “el futuro ya llegó”.

Contestes de que en un mundo tan interdependiente ya no pueden concebirse  procesos soberanos gestados fronteras adentro de nuestros respectivos países, bien vale detenerse a revisar qué experiencias populares se mantienen en pie al cabo de la llamada Década Larga Progresista de América Latina. La primera referencia que salta a la vista, por tratarse de una mosca blanca surgida a contrapelo de la tendencia continental, es la de Andrés Manuel López Obrador en Méjico, que hoy avanza lenta y trabajosamente en la ampliación de derechos del postergado pueblo azteca, tan castigado por flagelos como el narco, el sicariato y el femicidio. Otro es el panorama que ofrece la Venezuela bolivariana, donde una dirigencia post chavista que no profundizó las transformaciones necesarias hoy encuentra a las comunas socialistas y a las FFAA del hermano país manteniendo con su heroica lucha el equilibrio geopolítico  de todo el continente. Y en tercer lugar, la perspectiva cierta de una nueva reelección del presidente boliviano Evo Morales Ayma, tan cuestionada desde concepciones demo-liberales e institucionalistas como imprescindible tanto para mantener las conquistas logradas como para avanzar en los cambios pendientes. Este sucinto pantallazo de la región no hace más que ratificar el norte marcado por una consigna de gran auge durante la lucha contra la última dictadura que padeció nuestro país: Resistir es vencer.

En tanto, mientras el gobierno argentino da manotazos de ahogado apelando a recursos de emergencia social que nunca le simpatizaron y las recientes elecciones provinciales indican perspectivas de triunfo holgado de la oposición sólo allí donde el peronismo se presenta unido (objetivo que no se garantiza publicando best sellers), casi cinco millones de niños, niñas y adolescentes (41,2%) son "doblemente pobres" en la Argentina, ya que viven en hogares que no llegan a cubrir la canasta básica, pero además tienen vulnerados derechos fundamentales en al menos una de seis dimensiones - alimentación, saneamiento, vivienda, salud, información o estimulación temprana/educación -, según un nuevo informe de la Universidad Católica Argentina (UCA) e Infancia en Deuda, panorama que alimenta medidas cada vez más radicales desde la usina del sindicalismo combativo.

El escenario descripto parecería recomendar a la militancia la necesidad de descomprimir su presencia en los centros del poder y reforzar las periferias donde se encuentra su fuerza principal. Las recientes movilizaciones convocadas por el MP La Dignidad en puntos donde se asientan los grandes monopolios de la alimentación también parecerían marcar un camino más eficaz que el de presionar ante las sedes de instituciones a todas luces autistas.

Pero ninguna maniobra circunstancial ensanchará el horizonte de las luchas en curso si no somos capaces de romper el cerco que imponen las reivindicaciones inmediatas, exigiendo a la vez pleno empleo, salario digno y desconocimiento de la odiosa Deuda Externa, para materializar así los dos primeros reclamos: Ningún gobierno futuro, por progresista que se muestre, tendrá paz ignorando esas banderas.-


A la memoria del patriota Alejandro Olmos.

JORGE FALCONE