A medio siglo del
Cordobazo
BARAJAR Y DAR DE NUEVO
Este año Argentina conmemora el Día
Internacional de l@s Trabajadores/as padeciendo el que acaso sea el gobierno
más antiobrero de su historia, y con un aluvión de laburantes formales e
informales pasando por encima de la pasividad cómplice de las burocracias
sindicales. Tal contexto invita a rememorar jornadas en las que los sectores más
aguerridos del mundo del trabajo supieron marcarle el ritmo a toda la Nación. Sonaría
muy duro, pero fundamentalmente anti dialéctico, contrastar aquel momento
histórico de auge de las conquistas populares (años 60/70s) con el actual,
contraponiéndolos como el del socialismo en boca de tod@s frente al que impone a
la economía popular levantar planes sociales caídos y reclamar 7000$ de
aumento. Pero a veces rigorearse un poco ayuda a afinar la puntería de los
debates y, por ende, los reclamos.
“Quedan entonces
convocados
al entierro de
la vida
del que tuvo
esta pésima idea.
Si a esta
convocatoria vienen algunos,
pero no todos
los convocados,
no importa,
en la próxima
seremos más.
Y si a esta
convocatoria
vienen todos los
convocados,
la cordura habrá
invadido en Revolución
nuestro país
para siempre”.
Comandante
montonero Eduardo Daniel Pereira Rossi (a) “Carlón”
-
secuestrado y asesinado el 14/5/1983 por un Grupo de Tareas
integrado
por el sargento Rodolfo Diéguez y el cabo Juan
Spataro,
al
mando del ex Comisario Luis Abelardo Patti -,
fragmento
del poema “Convocatoria”.
Crónicas de la
Resistencia
En nuestro país, este es un año de
trascendentes conmemoraciones para el campo popular. Sin ir más lejos, este mes
se cumplen 50 años del Cordobazo (https://www.youtube.com/watch?v=mmS8Li9hEDQ), insurrección popular producida en aquella provincia
mediterránea entre el 29 y el 30 de mayo de 1969. Dicho levantamiento fue liderado por los dirigentes Elpidio Torres y Atilio López
(más tarde asesinado por la siniestra Alianza Anticomunista Argentina), secretarios
generales respectivamente de los sindicatos SMATA (mecánicos) y Unión Tranviarios Automotor, pertenecientes a la Confederación General
del Trabajo (CGT), y Agustín Tosco del
sindicato de Luz y Fuerza, adherido a
la CGT de los Argentinos, que por entonces conducía el legendario líder
gráfico Raymundo Ongaro. El hecho formó parte de una serie
de puebladas que tuvieron lugar en
nuestro país entre 1969 y 1972 - todas ellas
nombradas con palabras terminadas con el sufijo "azo" -, contra la dictadura gobernante
autodenominada "Revolución Argentina”,
e inaugurada por el General Juan Carlos Onganía. Dos años después del hecho
referido se produjo el segundo Cordobazo, también llamado Viborazo. Esas rebeliones debilitaron al gobierno militar
y fueron uno de los factores que llevaron al reemplazo del citado dictador en
junio de 1970, abriendo paso a una salida electoral que terminó concretándose
con las elecciones de 1973, en las que se
impuso por amplio margen el candidato peronista Héctor José Cámpora. El
levantamiento en cuestión serviría de lección correctiva para que algunos focos
rurales precedentes generados por el peronismo armado (Uturuncos, Taco Ralo)
advirtieran la importancia que el escenario urbano adquiriría en las luchas por
venir.
Pocos días después de tan importante
aniversario se cumplirán 90 años del natalicio de un referente ineludible para
quienes ejercemos la comunicación popular, ya sea desde el quehacer profesional
o meramente militante. Nos referimos a Jorge José Ricardo Masetti Blanco, nacido en Avellaneda el 31 de
mayo de 1929, cuyo rastro se pierde durante el año 1964 en Orán, Salta, sin
fecha exacta. Periodista y guerrillero argentino conocido como Comandante Segundo,
se internó en la selva el 21 de abril de 1964 sin que desde entonces se tuvieran más noticias de él. A
instancias del Comandante Americano, estuvo al frente del Ejército Guerrillero del Pueblo de 1963 a 1964, constituyendo así la primera guerrilla
guevarista y uno de los primeros grupos armados que actuó en nuestro país.
Había sido fundador y director de la agencia de noticias cubana Prensa
Latina, donde compartió tareas contrainformativas con colegas de la talla de Rodolfo Jorge Walsh y Rogelio García Lupo. Un libro de su autoría - “Los que luchan y los que lloran” (http://eltopoblindado.com/wp-content/uploads/2017/02/Los-que-luchan-y-los-que-lloran.pdf) - publicado en 1958 brinda una semblanza acabada del
pensamiento de este revolucionario, así como el notable documental “La Palabra Empeñada” (https://videos.telesurtv.net/video/385373/documentales-385373/), que su hijo Martin co realizó con el talentoso
documentalista Juan Pablo Ruiz. Aquel intento fallido brindaría los primeros
indicios acerca de lo difícil que sería en nuestra geografía coronar una
experiencia como la de Sierra Maestra.
Ambos fenómenos,
tanto los levantamientos obrero-estudiantiles como los primeros focos de
guerrilla rural, remiten a un pasado reciente difícil de concebir para las
nuevas generaciones si pasan por alto dos factores fundamentales (uno global y
otro de cabotaje) a la hora de diferenciar aquel momento histórico del
presente: El primero consiste en la transformación sustantiva de un
sistema-mundo bipolar pactado en Yalta tras la Segunda Guerra Mundial en este
que le sucedió, de carácter multipolar, que tras la zozobra del Socialismo Real
hoy asiste a una nueva transición
hegemónica en la que China comienza a reemplazar la influencia mundial de EEUU;
y el segundo estriba en la reverberancia del efecto disciplinador que dejó la
última dictadura oligárquico-militar genocida con el fin de rediseñar nuestro
país al arbitrio de las grandes corporaciones multinacionales, eliminando de
cuajo a tal efecto la conciencia crítica acumulada hasta entonces mediante
todas las luchas precedentes. Sin tomar nota al menos de estas dos causas,
resulta altamente complejo comprender el debilitamiento de las utopías de
cambio, la falta de audacia que hoy campea en las franjas medias de nuestra
sociedad - esas que otrora escribieran páginas heroicas de la historia
contemporánea -, así como la perversa imposición que rige sobre los sectores
más humildes, altamente condicionados a priorizar la lucha por un plato de
comida para su familia por encima de cualquier objetivo de más largo aliento,
lo que a menudo plantea una encrucijada muy difícil de resolver para un
activismo que no siempre atina a combinar lo táctico con lo estratégico.
Y ya que mayo
se presta para pasar revista al patrimonio de lucha de nuestro pueblo, no
deberíamos omitir que a mediados de abril se vivió un hito político-jurídico
sumamente auspicioso durante la segunda audiencia del “Juicio Contraofensiva”,
que investiga 96 delitos de lesa humanidad cometidos entre 1979 y 1980 por las
fuerzas represivas estatales. Nos referimos a las particularidades - inéditas
hasta la fecha - de que un ex comandante montonero (Roberto Perdía) fuera
invitado a exponer los causales de aquella campaña que, acompañando el alza de
las luchas populares contra la dictadura, convocó a casi medio millar de sus
cuadros a radicalizar el enfrentamiento para desalojarla, y al consiguiente
beneplácito de los familiares de los caídos - presentes en la sala - que, a
contrapelo de cómo han tratado hasta la fecha algunos organismos de DDHH a las
cúpulas guerrilleras, retribuyeron con gran calidez la dignidad del testimonio
brindado, lo cual habilita a inferir que a medida que se gane perspectiva
histórica irá quedando cada vez más claro qué intereses de fondo confrontaron
en aquellas circunstancias.
La ofensiva popular se construye
de abajo para arriba y de la periferia al
centro
En su novela de anticipación “¿Sueñan los
androides con ovejas eléctricas?”
(adaptada al cine en 1982 por Riddley Scott bajo el nombre de “Blade
Runner”), el escéptico y visionario Philip K. Dick aventuraba para el año en
curso un clima arruinado por la contaminación, un estallido inmigratorio de
carácter multiétnico, y una policía regida - al igual que la política - por las
corporaciones… Pues, como cantan Los Redondos, “el futuro ya llegó”.
Contestes de que en un mundo tan
interdependiente ya no pueden concebirse
procesos soberanos gestados fronteras adentro de nuestros respectivos
países, bien vale detenerse a revisar qué experiencias populares se mantienen
en pie al cabo de la llamada Década
Larga Progresista de América Latina. La primera referencia que salta a la
vista, por tratarse de una mosca blanca surgida a contrapelo de la tendencia
continental, es la de Andrés Manuel
López Obrador en Méjico, que hoy
avanza lenta y trabajosamente en la ampliación de derechos del postergado
pueblo azteca, tan castigado por flagelos como el narco, el sicariato y el femicidio.
Otro es el panorama que ofrece la Venezuela
bolivariana, donde una dirigencia post chavista que no profundizó las
transformaciones necesarias hoy encuentra a las comunas socialistas y a las
FFAA del hermano país manteniendo con su heroica lucha el equilibrio
geopolítico de todo el continente. Y en
tercer lugar, la perspectiva cierta de una nueva reelección del presidente
boliviano Evo Morales Ayma, tan cuestionada
desde concepciones demo-liberales e institucionalistas como imprescindible tanto
para mantener las conquistas logradas como para avanzar en los cambios
pendientes. Este sucinto pantallazo de la región no hace más que ratificar el
norte marcado por una consigna de gran auge durante la lucha contra la última
dictadura que padeció nuestro país: Resistir
es vencer.
En tanto, mientras el gobierno argentino da
manotazos de ahogado apelando a recursos de emergencia social que nunca le
simpatizaron y las recientes elecciones provinciales indican perspectivas de
triunfo holgado de la oposición sólo allí donde el peronismo se presenta unido
(objetivo que no se garantiza publicando best
sellers), casi cinco millones de niños,
niñas y adolescentes (41,2%) son "doblemente pobres" en la Argentina, ya
que viven en hogares que no llegan a cubrir la canasta básica, pero además
tienen vulnerados derechos fundamentales en al menos una de seis dimensiones - alimentación,
saneamiento, vivienda, salud,
información o estimulación temprana/educación -, según un nuevo informe de la
Universidad Católica Argentina (UCA) e Infancia en Deuda, panorama que alimenta
medidas cada vez más radicales desde la usina del sindicalismo combativo.
El escenario descripto parecería recomendar a
la militancia la necesidad de descomprimir su presencia en los centros del
poder y reforzar las periferias donde se encuentra su fuerza principal. Las
recientes movilizaciones convocadas por el MP
La Dignidad en puntos donde se asientan los grandes monopolios de la
alimentación también parecerían marcar un camino más eficaz que el de presionar
ante las sedes de instituciones a todas luces autistas.
Pero ninguna maniobra circunstancial
ensanchará el horizonte de las luchas en curso si no somos capaces de romper el
cerco que imponen las reivindicaciones inmediatas, exigiendo a la vez pleno empleo, salario digno y desconocimiento
de la odiosa Deuda Externa, para materializar así los dos primeros reclamos:
Ningún gobierno futuro, por progresista que se muestre, tendrá paz ignorando esas
banderas.-
A la memoria del
patriota Alejandro Olmos.
JORGE FALCONE
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