sábado, 15 de noviembre de 2025

Hacia una Argentina post peronista

¿HAY POTENCIA EN LA IMPLOSIÓN?

Una Nación ciclotímica, acaba de transitar del desahucio de un gobierno terminado a una resurrección que para algunos analistas hasta habilita perspectivas reeleccionistas. Ni lerdo ni perezoso, oxigenado y tutelado por la administración Trump, el oficialismo profundiza el diálogo con las provincias y se muestra abierto a discutir la coparticipación. Su hoja de ruta para las sesiones extraordinarias apunta a tratar presupuesto en diciembre y reformas en febrero, evalúa desdoblar la fecha y aspira incluir la Ley de Inocencia Fiscal. La reforma del Código Penal y los posibles cambios en la reglamentación de la Ley de Glaciares quedarían para principios del 2026. A todo esto, Victoria Villarruel perdió el último contacto con la Casa Rosada tras la renuncia de Francos - el único funcionario de alto nivel con el que la vicepresidenta mantenía una relación política -, aunque ahora observa a Santilli. Mientras, la ministra de Seguridad ya se prueba el traje de jefa de bloque de LLA, y desde el entorno de la vice anticipan una relación institucional, pero "distante". Por su parte, al interior del peronismo el debate que se inaugura parece darse entre unidad forzada o competencia para legitimar su dirigencia.  En ese clima, Sergio Massa baraja la posibilidad de cortarse solo. No es el único. En igual sentido murmuran gobernadores e intendentes. Máximo Kirchner, en cambio, comparte actos con Moreno y se aferra a la Presidencia del PJ bonaerense, pero no tiene consenso amplio. En el Movimiento por el Derecho al Futuro creen que la elección es una forma de saldar la interna. En tanto, el proceso de desposesión de nuestros bienes comunes sigue su curso de manera escandalosa, acompañado por un relato negacionista como el que expuso el subsecretario de Derechos Humanos ante la ONU volviendo a poner en duda la cifra de detenidxs - desaparecidxs, lo que habilita la marcha a Plaza de Mayo prevista para fin de noviembre en reclamo de la impunidad de los genocidas, todo ello sin que nadie consiga aventurar qué marcará el umbral de tolerancia del pueblo argentino.


“ 'Eso que suena es la sociedad implosionando' (...) las categorías antes puestas a prueba toman velocidad, bordean la coyuntura agitada de un año de crisis económica y política, para discutir con la pregunta que una y otra vez parece repetirse en los análisis profesionales y caseros: '¿Por qué no estalla?'. 

La imagen de la implosión - un estallido hacia adentro, muchos estallidos en estratos distintos - es capaz de dar cuenta de una guerra molecular por el día a día, por rebuscar la existencia, y - de nuevo - una fenomenología de comportamientos concretos, de sentimientos acumulados, de dramas no contabilizados".

Tinta Limón

en el prólogo del libro “Implosión” (*)

de Ignacio Gago y Leandro Barttolotta

 

El ensordecedor silencio de Evita 

El recambio en la conducción de la central obrera para muchxs dejó sabor a poco. Su composición demuestra que la cúpula sindical argentina se mantiene sujeta a paradigmas propios del Siglo XX, atendiendo fundamentalmente las necesidades de lxs trabajadorxs formales (alrededor de 6 millones, de los cuales puede que solo dos millones estén sindicalizados) en un país ganado por la precariedad laboral (más de 9 millones) Y, lo que es aún peor, el perfil de la dirigencia recientemente electa no augura gran disposición para hacer frente a una reforma laboral regresiva que ya está sobre el tapete.

En resumidas cuentas, no hay a la vista Ubaldinis como el de los 80s ni Moyanos como el de los 90s.

Pero, afortunadamente, la suerte de la clase trabajadora no depende de los enjuagues de la burocracia. He ahí como ejemplo el encuentro anual de la Federación de Aceiteros, que produjo fuertes definiciones contra la reforma laboral y un llamado a “pelear contra un gobierno desalmado”. A días de haber cerrado una paritaria que fija para el sector un salario inicial de $2.344.000 para enero de 2026, la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso, Desmotadores de Algodón y Afines (Ftciodyara) celebró su 74° Congreso Nacional Ordinario en el Club Español.  El dato más relevante del evento consistió en la participación de dirigentes de peso de otros gremios combativos, como Abel Furlán (UOM) y Rodolfo Aguiar (ATE), en momentos de levantar la guardia frente al proyecto de reforma laboral flexibilizadora impulsado por el Gobierno.

Por su parte, la oposición política exhibe la misma pasividad que la cúpula cegetista. Y solo le habla a lxs incluidxs, convocando a defender derechos que las nuevas generaciones desconocen.

¿Supone eso que un sujeto social aparentemente ausente ha renunciado a la noción de justicia, y que la condición de emprendedor autoexplotado por el pluriempleo lo sustrae de todo magma colectivo?

De hecho, en una reciente encuesta mediática realizada entre sectores juveniles, la Justicia Social fue repetidamente interpretada como justicia por mano propia.

Claro indicio de una sociedad en plena reconfiguración. 

¿Qué rol juega en tal contexto el movimiento que a partir de 1945 hizo de la Justicia Social su nave insignia, ahora que ha dejado de ser el último dique de contención frente al riesgo de disolución nacional?

A nuestro modesto entender, su máxima potencia - tanto transformadora como interpeladora - tuvo lugar en el período comprendido entre 1945 y 1975, lapso en el que le tocó fundar el Estado de Bienestar, librar una resistencia sin cuartel contra regímenes de facto, y entrar en descomposición tras la muerte del General Perón, sin relevar a este de ninguna responsabilidad respecto de ese desenlace.

La versión que irrumpió en 1989 y se sostuvo por una década, asimilándose al pensamiento hegemónico de Occidente sintetizado en las formulaciones de Francis Fukuyama acerca del “Fin de la Historia”, se alejó significativamente del transgresor espíritu fundacional, aunque algunos analistas ameriten - bajo la calificación de pragmatismo o real politik - esa supuesta versatilidad que permitiría al movimiento mantener cierto virtuosismo original aun adaptándose a las lógicas dominantes de cada época.

A su turno, la versión que se hizo cargo del gobierno por default a partir de 2003, en plena era de alza del precio de las commodities y co protagonizando la llamada Década Larga Progresista de Nuestra América, leyó atinadamente que la institucionalización del potencial disruptivo desplegado durante el Argentinazo de 2001 imponía restaurar la gobernabilidad “por izquierda”, aunque ello se circunscribiese mucho más a lo discursivo o simbólico que a una transformación estructural. Vale decir que por entonces el gesto primó sobre los hechos. Esto último, sin restar a ese proceso ningún mérito en lo referente a cierta ampliación de derechos y a un limitado intento de revisionismo histórico. 

En tanto la versión “alfonsinista” inaugurada en 2019 - cuyo saldo está pagando con creces la cismática versión de 2025 - no merece mayor consideración si no se desea seguir gastando tinta en patear al caído... que, para sorpresa de muchxs, parece dispuesto a volver al ruedo.

De resultas que lo que oportunamente fuera la experiencia política contemporánea más productiva gestada por los sectores populares en Argentina, malherida por una enorme miopía para leer la crisis civilizatoria, el cambio antropológico generado por el Capitalismo de Plataformas, y - por encima de todo - la uberización del mundo del trabajo, ha dejado de ser una fuerza nacional para conurbanizarse/municipalizarse riesgosamente, sumida en disputas intestinas, a considerable distancia de una posible actualización programática. 

Tal el penoso presente - siempre desde nuestro humilde y opinable punto de vista - de un movimiento que supo escribir páginas heroicas de nuestra historia y aportar debates tan sustanciosos como el que sostuvo John William Cooke con el propio líder, o Carlos Olmedo con el PRT.

Esto sin desconocer que el peronismo - lo hemos afirmado en numerosas oportunidades - no se limita a su correlato institucional/parlamentario, sino que posee una vasta dimensión cultural, sustrato en el cual aún se conserva, insuficientemente o no, lo mejor de sus principios y valores.

De modo que solo nos limitaremos a sostener que su destino histórico está cuanto menos en suspenso.

Ante el panorama descripto, la novedosa constante de la realidad nacional parecería ser la imprevisibilidad.

Eso no necesariamente supone una carencia absoluta de certezas. Sin ir más lejos, está a la vista que al anarcocapitalismo no se lo frena desde el Congreso. 

De manera que, hasta que una nueva dirigencia con visión de futuro releve a una partidocracia, de izquierda a derecha, mayoritariamente anclada en el pasado, nuestro statu quo parece ser el de un equilibrio social inestable. Lo que algunos analistas describen como “empate asimétrico” de los bloques históricos en pugna, dado que, si bien los de arriba han concentrado su poder, los de abajo - por ahora dispersos - continúan resistiendo.

 

Qué nos dice el rumor de una sociedad que no grita 

No hace falta demasiado esfuerzo para convenir que el escarmiento sin precedente de las osadías setentistas perpetrado a sangre y fuego entre 1976 y 1983 dejó, entre otras consecuencias, un notable desarme ideológico de la sociedad argentina, lo que en algunos sectores de la militancia mantiene cierto régimen de obviedad en los análisis (“la Patria es el otro”, “votan por sus verdugos”, “nadie se salva solo”, etc.)

Así, parte de su ideario parecería adolecer de un cierto AMBAcentrismo de la percepción política, combinado con un razonamiento que llamaremos algorítmico, o sea, circulante al interior de reducidos grupos de pertenencia casi a ritmo de tik tok, lo que no hace más que generar miradas fragmentarias de la realidad,  más atentas a su foto que a la película, contribuyendo todo ello a la deshistorización de determinadas conclusiones que, por lo general, van perdiendo vigencia velozmente (ej.: “no llega a fin de año”, “se cae solo”, “en cualquier momento explota”, etc.)

Al interior del pensamiento crítico, tomando como referencia de “explosión social” al hartazgo de los sectores plebeyos, como el que tuvo lugar en diciembre de 2001, de un tiempo a esta parte se ha comenzado a caracterizar el cuadro de situación actual como de “implosión”, designando así al proceso por el cual la conflictividad social no estalla hacia afuera, sino que se reconfigura y se manifiesta de forma silenciosa y dispersa hacia el interior, carcomiendo los lazos sociales desde adentro.

En consecuencia, ese fenómeno se diferencia de la explosión social porque no supone una revuelta masiva, sino una degradación interna que se vive como precariedad, violencia difusa, resignación o insatisfacción en la vida cotidiana. Un ejemplo es cuando las dificultades económicas empujan a los problemas sociales en los hogares, generando estrés, desánimo y conflictos internos. Cada vez que ensayamos describir este momento, recurrimos a la expresión “lo pequeño se hace grande cuando lo grande no existe”.

Creemos que hoy por hoy, a fin de indagar en “la cuestión social” corresponde apelar a un lenguaje de combate. Porque implosión confronta la noción de “lo social” en tanto aquello a comprender para ser administrado, lo tumultuoso a contener o el conjunto de consecuencias inevitables de un modelo de socialización y trabajo que margina y frustra. Proponemos pues leer lo social desde abajo y desde las periferias, para que el resultado de esa operación sea necesariamente holístico.

Por ejemplo, resulta sumamente difícil interpretar - y, por ende, interpelar - a la Generación Z desde un analfabetismo digital impuesto o escogido. No es ningún secreto ya que los jóvenes pasan buena parte de sus vidas alternando espacio real y virtual, ni que, bajo el Capitalismo de Plataformas, el teléfono celular a veces funciona como refugio y la mayor parte del tiempo como cárcel. Y ese es solo uno de los tantos desafíos que se nos impone conjurar. A ese respecto, el último documental presentado por Ofelia Fernández aporta bastante claridad: https://www.youtube.com/watch?v=d2JHtBoSxBg

Entonces, profundizar en la idea de implosión facilita comprender la actualidad de los vínculos, de las violencias que los constituyen, pero también de sus derivas estratégicas y sus perfiles cotidianos. La precariedad es la condición de posibilidad de esa implosión.

Es urgente, por tanto, complejizar nuestros repertorios perceptivos y de intervención. 

Sin embargo, vale la pena tener presente que los poderosos están en ofensiva y empeñados en triturarnos, porque bien saben que agotamiento social no es lo mismo que derrota, y repliegue no es igual a espera. Por el contrario, es en esa dimensión del presente, donde por abajo se verifican los lazos solidarios más fuertes de una comunidad que se resiste a desmembrarse, y va entretejiendo el futuro.

La tolerancia de ningún pueblo es infinita. Baste con tomar nota de lo ocurrido en Brasil durante las últimas horas: Desde hace una semana, la ciudad amazónica de Belém se convirtió en epicentro del clima global. Porque ahí fue convocada la 30ª Conferencia de las Partes (COP30), el espacio donde gobiernos, organismos internacionales y grandes corporaciones negocian qué hacer ante el colapso climático. Solo que, en esta ocasión, el acontecimiento no tuvo lugar dentro de climatizadas oficinas ya que, a poco de inaugurarse las deliberaciones centenares de indígenas ocuparon el área central de las negociaciones oficiales, históricamente reservada a gobiernos, empresas y organismos multilaterales. Dicha intervención, convocada por la COP de los Pueblos Indígenas, denunció la exclusión sistemática de esas voces en los acuerdos climáticos y reafirmó una verdad ineludible: no hay futuro posible sin la protección de los territorios y los modos de vida ancestrales.

Es así. A la larga o a la corta, los invisibilizados y las silenciadas siempre terminan metiendo las patas en las fuentes de la Historia. -

 

(*):https://tintalimon.com.ar/public/jhvqc4xn7fboq4ajadgsvrgxllcp/Tinta%20Lim%C3%B3n-Ignacio%20Gago%20y%20Leandro%20Barttolotta-Implosi%C3%B3n-2023.pdf

 

JORGE FALCONE


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