La muerte del
gradualismo
A PROPUESTA DE
CAMBIEMOS,
CHRISTINE LAGARDE 2019
“Rechazamos este Acuerdo y
la insistencia de su gobierno en privilegiar a la Deuda y a los intereses del
gran capital por sobre los Derechos de los Pueblos, que somos de verdad los
únicos acreedores. El desprecio que demuestra, además, a la integración
regional como alternativa, y a las instituciones como la Unasur, la CELAC, el
Mercosur que hay que fortalecer, no destruir. ¿Al servicio de quien está, Señor
presidente?”
Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz
Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo-L.F
Beverly Keene, Coordinadora Diálogo 2000
“Mundo de locos / donde he nacido. / Planeta azul
descolorido”
(*)
En un mundo en
constante mutación política, la reciente cumbre de Singapur mostró al premier
norcoreano Kim Jong Hun prevaleciendo
sobre Donald Trump, en la medida en
que el encuentro con el presidente norteamericano globaliza su figura, y que en
dicha ocasión no asumió compromiso alguno respecto a deshacerse de su arsenal
nuclear. Por lo demás, el primer mandatario del gran país del norte ha vuelto a
dar la nota quedando expuesto a numerosas críticas internacionales a partir de
su xenófoba iniciativa de deportar inmigrantes adultos reteniendo a sus hijos
en una suerte de reservas que recuerdan dramáticamente los campamentos de
refugiados palestinos en Israel.
Mientras, en Nuestra
América, el caso nicaragüense exhibe la cara oscura de la “década larga
progresista”, toda vez que hoy gobierna la Patria de Sandino un ex comandante
de la Revolución rojinegra de 1979 sospechosamente enriquecido, filántropo de
soberanía nacional - si consideramos, por ejemplo, los términos del proyecto de
canal bioceánico acordado con China -, y a partir de mayo fusilador de su
pueblo desarmado… sin que hasta ahora sus aliados de la izquierda
latinoamericana le hayan retirado el apoyo.
En el resto de la
región - como vimos a su tiempo en Paraguay, Honduras y Brasil -, si los Terrorismos de Estado de los años 70s
apelaron al genocidio procurando escarmentar la lucha de nuestros pueblos y
dejar expedito el terreno para las democracias condicionadas del presente, la
nueva doctrina del Imperio pasa por promover a partir de una inédita
concentración mediática Terrorismos
Económicos cimentados en el veredicto de las urnas. Esta circunstancia, en
consecuencia, coloca a cada una de esas sociedades en calidad de rehenes de las
formas institucionales, a la manera de prisioneros maniatados puestos ante el
imperativo de librarse de sus ataduras y defenderse de su captor.
Argentina nuevamente
en las garras del FMI
El gobierno argentino
apostó a terminar el año en curso con la casa en orden de cara a los comicios
presidenciales de 2019, pero la economía lo tiene a mal traer: Ni el Mundial ni
el debate por la legalización del aborto han logrado sustraer a la opinión
pública de la afligente situación social que se vive. Sin ir más lejos, la
“marea verde” llegó para quedarse, disputando los primeros derechos del Siglo
XXI en un país cuyas autoridades procuran retrotraer la legislación laboral al
Siglo XIX. Este último fenómeno consiste
en una lucha preponderantemente femenina y joven - en la que, justo es decirlo,
la generación de quien suscribe estas líneas no parece haberse involucrado de
lleno -, y que si por ahora se manifiesta como global y urbano, no tardará en
ir permeando los barrios, donde la influencia de la iglesia es aún muy
significativa.
Una crisis más
cambiaria que económica entonces - que merced a la impericia y afán
devaluatorio oficial licuó en un breve lapso el 16% del ahorro nacional, apunta
a una inflación de un 36%, y propició la fuga de 170 millones de pesos diarios
- acaba de llevarse puesto al titular del Banco Central, al Ministro de Energía,
y al de Producción. En el primero de los
casos, salió de escena un acusado de fomentar el negociado de las Lebacs y
entró un amigo del presidente imputado por administrar empresas off shore en las Islas Caimán. Corolario:
Avanza la timba financiera. Tal es el ADN delictivo de una administración que
celebra haber conquistado el status
de País Emergente… cuyo rumbo económico hasta el propio stablishment considera inviable.
El escenario cambiante de la lucha popular
y la necesidad de reconstruir un horizonte de utopía
Nadie que siga
atentamente el devenir de la realidad nacional podrá desconocer que desde la
asunción de la ceocracia macrista el pueblo argentino - en sus múltiples
manifestaciones - se ha apropiado totalmente del espacio público. No obstante,
cabe detenerse a analizar qué características han adoptado esas luchas, cuanto
menos a partir del más alto pico de enfrentamiento reciente, ocurrido en
ocasión de debatirse en el Congreso Nacional la cuestionada Ley de Reforma
Previsional, resistida con cascotes y morteros:
· El 18D exhibió un panorama de fuerte
repudio popular al orden imperante, sin perspectiva inmediata de alternativa
alguna.
· El 21F mostró la lenta configuración de un
frente social opositor, aunque no aportó definiciones sustanciales y dejó la
sensación de reiterar la consabida táctica sindical de reclamar en pos de
alguna negociación.
· El 25M, convocado para repudiar el
flamante y multimillonario acuerdo con el FMI bajo la consigna de La Patria está en peligro, puso de manifiesto
la irrupción de la perspectiva electoral, evidenciada en la proliferación de
iconografía kirchnerista, la reivindicación de la “década ganada” por parte de
los artistas convocados, y el conocido cantito de “vamos a volver, vamos a volver”.
· El 1ºJ volvió a contar con un predominio
social por encima del partidario, pero lejos de constituirse en el “subsuelo de la Patria sublevado” -
apelando a la figura que utilizara Scalabrini
Ortiz para describir al 17 de octubre de 1945 -, más bien consistió en una
demanda propositiva (Ley de Emergencia Social, otorgamiento del 25% de la obra
pública a las cooperativas de base, urbanización de las villas, etc.) de “los condenados de la tierra”, al decir
de Fanon.
· El Paro Nacional del 25J fue - hasta la fecha - la máxima
expresión de unidad en la acción de las distintas centrales sindicales, así
como del sindicalismo clasista y las organizaciones sociales que, lejos de
limitarse a no trabajar, realizaron actos en el Obelisco y concentraciones en
apoyo a conflictos específicos, como el de Astilleros o el INTI, todo lo cual
no sólo marcó la cancha a un Ejecutivo soberbio y autista, sino a una CGT
excesivamente complaciente, que en agosto deberá unificar su liderazgo y -
ojalá - adoptar la conducta que demanda el genocidio socioeconómico en marcha.
No obstante, lo que
el poder se afanará en propiciar - dada la flagrante ausencia de una propuesta
de masas capaz de cuestionar los límites de esta democracia restringida - es la
paulatina reaparición de mecanismos funcionales al mantenimiento de la protesta
social dentro de los cauces del sistema. Sin embargo, cabe no pasar por alto
que, pese al predominio de discursos de
continuidad centrados en el reclamo de corrección de rumbos
gubernamentales, comienzan a escucharse - en menor medida aún - algunos discursos de ruptura que apuntan a una
sustitución de clase en la administración del Ejecutivo.
Ahora bien, visto el
agravamiento de la situación económica, y considerando que son los sectores más
postergados de la sociedad quienes vienen confrontando contra este salvaje
modelo de exclusión social, cabe preguntarse qué hacer con esos “condenados de
la tierra” en un presente en el que la innovación tecnológica avanza
sustituyendo mano de obra por máquinas, y poniendo en cuestión la histórica demanda de pleno empleo.
Podría
pensarse que una alternativa - que no se está poniendo en práctica - sería
arbitrar políticas de Estado que recojan las iniciativas más auspiciosas de la
comunidad, como por ejemplo promover la producción de comida orgánica y sin agrotóxicos,
multiplicar mercados populares que garanticen su acceso a costos razonables,
etc. Pero sabido es que tales medidas chocarían contra los incontables intermediarios, verdaderos parásitos de la
economía, que hoy dificultan el acceso de las mayorías a la soberanía alimentaria.
De manera que, por más vueltas que demos, todos los caminos parecen conducir al
cuestionamiento de esta versión degradada de democracia que ya en ninguna parte
del mundo garantiza a los pueblos la Justicia Social.
El
panorama descripto interpela y pone a prueba a toda la militancia popular, ya
que cabe interrogarse si acaso basta con la calidad humana y las buenas
intenciones de su dirigencia para garantizar una confluencia de voluntades
capaz de constituirse en verdadera esperanza de cambio social.
Las mejores experiencias del pasado
parecerían indicar que sin un programa auténticamente transformador nos
quedaríamos a mitad de camino. Sería recomendable, por ende, tomar como
referencia las experiencias más disruptivas de nuestro continente. Sin ir más
lejos, la Corriente Federal de
Trabajadores acaba de reclamar una reforma constitucional en favor de l@s
desposeíd@s. A propósito de ello - y habida cuenta de la escasísima
representatividad de los partidos políticos vigentes -, cabe recordar que una
asamblea o congreso constituyente es un organismo de representantes colegiado
que tiene como función redactar la nueva constitución, dotado para ello de
plenos poderes o poder constituyente al que deben someterse todas las
instituciones públicas. Se suele definir, en algunos textos de ciencias
políticas y sociales, como la "reunión de personas, que simbolizan al pueblo ejerciendo su autoridad
de mandatario, que tienen a su cargo ejercer la facultad de legislar, para
editar una nueva ley fundamental y las nuevas líneas de la organización de un
Estado, que modificarán los prototipos ya existentes". En este sentido,
la asamblea constituyente funciona como un mecanismo popular y democrático,
para la configuración de un nuevo modelo de legislación constitucional y de
organización del Estado. No se trata de generar enmiendas constitucionales
propias de las funciones de los parlamentos, sino de transformaciones
radicales, orientadas al cambio de sus estructuras básicas. Las asambleas
constituyentes son entonces alternativas plenamente legales que abren la
participación parlamentaria a “los condenados de la tierra”.
¿Estaremos pues ante
un anhelo maximalista e impracticable… o por el contrario a cierta inercia
posibilista que ha venido permeando a buena parte del activismo?
Aunque la perspectiva
descripta exceda la subjetividad promedio de nuestro pueblo, razonablemente
empeñado en paliar urgencias desesperantes, es de esperar que aún contemos con
una militancia dispuesta a algo más que incomodar al gobierno de turno.
Por lo pronto, el
pueblo argentino se muestra dispuesto a aplastar en las calles el acuerdo con
el FMI, cuya letra chica se revela cada vez más dramática, amenazando por
ejemplo con una 2da Reforma Previsional aún más cruenta que la aprobada en
diciembre. Sería deseable que la contumacia oficial - ratificada recientemente
por los más de 350 despidos en la agencia oficial de noticias Télam - no condujera a
la desesperación colectiva y, por ende, a una reacción de impredecibles
consecuencias.-
(*) Silvio Rodríguez
JORGE FALCONE
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