A propósito del 25
aniversario
del alzamiento
zapatista y nuestro año electoral
LA ESTRECHA SENDA A
EXPLORAR ENTRE MAXIMALISMO Y POSIBILISMO
“…no se
propone la idea tradicional de una ‘zona liberada’, tal como se lo entiende en
las luchas guerrilleras de tipo rural. Aquí se propone otro tipo de mecanismo;
se trata de construir ‘zonas políticamente autónomas’, donde el poder popular
esté radicado en la propia expresión del pueblo territorialmente organizado,
para sus acciones en materia de producción, salud, educación, vivienda y la
necesaria autodefensa de sus derechos e instituciones”.
Roberto Cirilo Perdía,
“Prisioneros de esta democracia”.
Desde la recuperación del orden
constitucional se ha gastado mucha tinta sobre la Generación del 70 - a la que
pertenece el autor de esta nota -, tanto para su crítica como para su defensa,
pero una cosa resulta indiscutible: en aquella circunstancia no se luchaba por
el gobierno sino por el poder. En consecuencia, l@s sobrevivientes no
arrepentid@s de dicha experiencia difícilmente acepten que su causa haya sido
la humanización del capitalismo. En el empobrecido contexto de esta Argentina de
Hantavirus y pistolas Taser (del que buena parte de la sociedad deberá hacerse
cargo), mientras el verano inaugura tempranas protestas contra los tarifazos y
los cortes de luz, y las encuestadoras barajaban un escenario electoral tan
polarizado como en 2015… hasta que empezó a crecer Lavagna, nos parece oportuno
ensanchar la visual en el intento de trascender el marco de análisis
coyuntural. Y lo hacemos sin cargo de conciencia alguno, porque ya hemos
manifestado que los próximos comicios demandarán votar contra este gobierno
depredador, aunque estemos plenamente convencidos de que la vida política
argentina no se merece seguir saltando indefinidamente de
descarte en descarte.
Analizando
las experiencias populares más interesantes de la región, puede convenirse que
si el proceso bolivariano aportó su efectivo ejercicio de una democracia social
protagónica basada en el poder comunal
y su invitación a pensar un socialismo
no stalinista para el Siglo XXI, y el movimiento campesino-indígena
boliviano la definitiva emergencia de esa América
Profunda - así nombrada por nuestro gran filósofo maldito Rodolfo Kusch - que Europa soterró por
más de cinco siglos, la insurgencia
zapatista produjo en la militancia una profunda revisión de las concepciones revolucionarias
setentistas, y un rescate de olvidadas tradiciones precolombinas en materia de horizontalidad y autogestión.
Caudillismo
o poder constituyente
Frente
a la tendencia histórica de carácter personalista/presidencialista que
caracteriza a nuestros pueblos, y dando cuenta de la caducidad de los grandes
liderazgos del Siglo XX (baste con pensar en la diáspora actual de los
fenómenos inaugurados por estadistas como Irigoyen
y Perón), acaso corresponda considerar
más a fondo, de espaldas a cualquier tipo de providencialismo que proponga
esperar la emergencia de referentes carismáticos, aquella alternativa que mejor
colabore con el desarrollo de nuestras propias fuerzas, y con la gestación de
un poder popular autónomo, capaz de disputar - en el mediano-largo plazo - la
hegemonía político-social vigente.
Sin
pasar por alto las condiciones históricas específicas que lo gestaron, el
zapatismo de Chiapas acaso haya sido el movimiento rebelde más original de los
últimos años, el que más ha dado cuenta de nuestra diversidad étnica y
cultural, y el que propuso una metodología de gestación-consolidación-ejercicio
del poder popular más propicia para ser ensayada en comunas sistemáticamente
defraudadas por el punterismo local. Eso es así porque dicho fenómeno rescató
una visión revolucionaria no euro referencial, que tomó como punto de partida
un pensamiento autóctono y trató de tramarlo con las mejores experiencias de
lucha internacionales, obteniendo enorme predicamento entre los movimientos de trabajadores desocupados
surgidos al calor del Argentinazo de
2001.
La
Sexta Declaración de la Selva Lacandona
desafió a comprobar que es posible crecer por fuera de la agenda electoral de
las partidocracias venales de nuestro continente. Los chiapanecos abrieron un
debate aún vigente, que invita a gestar una alternativa no localista, no
provinciana, sino continental primero y mundial después, para pensarse desde
otro hacer de la política, que es un hacer novedoso, capaz de capitalizar los
aciertos de nuestras luchas anteriores, pero también de abrir caminos que hasta
ahora no hemos explorado.
Si bien el zapatismo irrumpió ofreciendo un vértice
referencial recurrente como la figura
del Subcomandante Insurgente Marcos
- que oportunamente enamorara a cierto activismo snob encandilado al verlo saludar a las Madres o componer canciones
con Joaquín Sabina -, quien en su lúcida política comunicacional no eludió
ningún medio, ni tradicional ni de punta, dicho movimiento se ocupó de dejar en
claro que solo se trataba de un vocero circunstancial del concejo de ancianos
constituido por l@s miembros más experientes de la comunidad, que a su vez
representan a un conglomerado de etnias precolombinas.
¿Qué
ha sido entonces lo destacable de dicho fenómeno? En primera instancia,
consideramos que el pensamiento zapatista propone un anclaje cultural previo a
la venida del conquistador. A partir de ello, no le hace asco a ningún legado
insigne de la humanidad, ni al Manifiesto
Comunista, ni a Las Tesis de Mao,
ni a los escritos económicos del Che,
ni a ninguna experiencia rescatable que se haya ensayado. Se trata pues de uno
de los procesos de mayor apertura al intercambio, al punto de reivindicarse
irónicamente cósmico, figura que remite a la mirada poética de los antiguos
pobladores de este continente, de carácter sumamente espiritual. Esto, lejos de
ser un planteo new age, nos habla de
un humanismo muy antiguo y que nos pertenece. Un cimiento identitario que hoy aparece
como esencial, toda vez que el extravío de esa América Profunda en las metrópolis
de nuestro continente, dado el ideario encubridor que estas cultivan, es
extremo.
El desencuentro entre
ese pensamiento soterrado y el que nos propone la agenda mediática de la América superficial,
cosmopolita y blanca es inédito. Genera una verdadera esquizofrenia política y
cultural. Y constituye uno de los hechos que cualquiera que se plantee una
política revolucionaria tiene que revisar a fondo para luego cuestionar. Porque
en ese espejismo se esconde en buena medida la trampa que debemos conjurar.
Entre
la realidad y nosotros hay un espejo que nos devuelve una imagen deformada, hay
que romperlo para reconocerse una vez más, no solo en ese basamento ideológico
culturalmente identitario, sino en esa metodología horizontal y comunitaria de la circulación de
las ideas y de las decisiones, que como en aquel proceso que culmina en la
“Sexta declaración de la Selva Lacandona”, no tiene los plazos del blanco
occidental, para el cual - bajo la filosofía capitalista - el tiempo es dinero.
Hay
otra temporalidad, raigal, sistemáticamente eludida por el blanco de las
ciudades, que la denosta considerándola morosa. Responde a un reloj cósmico de
la gente antigua de este continente, que tanto vive en un desierto o en una
selva de Nuestra América, como en un andamio de las grandes ciudades, unificada
por un mismo color de tez. Esto explica en parte la condición de vocero no
definitivo que le otorgara la comandancia del EZLN a Marcos, relevándolo del
uso de la palabra cuando hubo cuestiones más importantes que resolver y no por
ello temiendo caerse de ningún mapa político coyuntural si correspondiera
subsumirse en largos periodos de silencio para ocuparse de cuestiones
trascendentes. Una nueva modalidad de hacer política - la de “mandar
obedeciendo” - que correspondería revisar en profundidad.
La imprescindible
condición de ser rebelde las 24 horas del día y en donde sea, no aceptar la
agenda que proponen los poderosos y que reproducen todas las cosmópolis
dominantes desde sus medios de comunicación. En una Argentina rehén de la falsa
antinomia oficialismo-oposición, ya casi escasean medios alternativos de
comunicación que nos permitan analizar el presente más allá de la coyuntura.
Hay una deliberada instrumentación destinada a que leamos la realidad en
general, y la política en particular, por el ojo de la cerradura por el que nos
permiten espiar los poderosos, para alienarnos al punto de que seamos incapaces
de amenazar sus intereses.
Resumiendo,
si el modelo bolivariano ha exhibido dramáticamente las limitaciones suicidas
del caudillismo unipersonal, el zapatista propone auto determinación; la idea de confiar en nuestras fuerzas y
constituir una nueva sociabilidad, lo más parecida a los lazos de relación que
desearíamos para nuestrxs hijxs.
A
propósito del particular, conviene tomar nota de las apreciaciones de una
lúcida antropóloga como Rita Segato
- que viene revolucionando al feminismo con tesis cimentadas por el Giro
Decolonial - en ocasión de la ronda de preguntas que cierra su primera clase
sobre Contra Pedagogías de la Crueldad
organizada recientemente en Rosario por la Facultad Libre. A instancias de l@s
presentes, la expositora confirma la aviesa intencionalidad del poder en cuanto
a satanizar a Milagro Sala y a Cristina como mujeres empoderadas y, en
el caso de la primera, además como pobre y mestiza. Pero ello no le impide a
continuación impugnar al caudillismo como un modelo de conducción que no genera
autonomía en las bases sociales.
República
europea o Estado plurinacional
En repetidas ocasiones hemos sostenido que el
proceso denominado por la historiografía mitrista como “Organización Nacional” consistió en el disciplinamiento de la supuesta
“anarquía” encarnada por los caudillos federales del interior, con miras a
forjar una República a la europea edificada por la oligarquía porteña, cuyo
contrato social fue la Constitución de 1853, escrita con la sangre de indios y
criollos tras la “Conquista del Desierto”.
Esa sólida base de encubrimiento fundante ha
fomentado que las franjas medias y altas de nuestras capitales, en el contexto
de un continente negrindoblanco, vivan
una ilusión de excepcionalidad sólo interferida cuando en situaciones límite
como la Guerra de Malvinas el Norte
Global nos abandona y sólo nos asisten nuestrxs hermanxs de piel cobriza.
Huelga repetir que las reglas de juego
prescriptas por nuestra Carta Magna reproducen un statu quo favorable a las clases dominantes, y que así ocurre
también durante las lidias electorales, lo que debería poner en cuestión la
expectativa de quienes apuestan a medirse en ellas para crear “nuevos
precedentes”, disponiendo así de algún fondo de campaña y de 15’ de gloria en
los medios de comunicación. Pero, aunque suene redundante, no basta con un tintero para teñir el océano y el poder disfruta
que le sigamos la corriente.
La amplia franja de sectores medios nutrida
por una inmigración extracontinental dificulta propender a un orden alternativo
que contemple el replanteo de un Estado capaz de contener soberanamente a
numerosas naciones previas a la existencia de nuestra nacionalidad.
Aquí cabe recordar que cada vez que una concepción totalitaria se apoderó del Estado proclamó
tiránicamente una unidad absolutamente artificial. Así, la España
franquista se presentó como “una, grande y libre”, de espalda a todas las
identidades regionales, y la Italia mussoliniana estableció la dictadura del
septentrión germánico sobre el meridión africano, status que tanto combatirían intelectuales críticos como Pier Paolo Pasolini.
En un contexto de mayor diversidad étnica, la
experiencia continental más avanzada a este respecto parecería ser el Estado Plurinacional de Bolivia
propuesto por el presidente Evo Morales
Ayma.
Resulta legítimo plantearse que un proceso
verdaderamente transformador de la nación argentina debería proponerse - como
instancia de transición hacia un nuevo orden social - la convocatoria a una Asamblea Constituyente Originaria capaz
de dar cuenta cabalmente de nuestra pertenencia cultural americana.
Estatalismo
y autogestión
Quienes realizamos la mayor parte de nuestra
experiencia militante en el peronismo - aún desde la corriente revolucionaria
del mismo - lo hicimos bajo el fuerte influjo de una concepción estatalista.
En efecto, que el levantamiento del 17 de
octubre de 1945 - origen de dicho movimiento - no haya tardado en
institucionalizarse a través de las elecciones del 24 de febrero del año
siguiente, da cuenta de una concepción germinal que produciría los cambios por
venir de arriba hacia abajo; es decir, desde un Estado proveedor hacia una
comunidad desprovista.
Sin ir más lejos, el subtexto del legendario
slogan “de la casa al trabajo y del
trabajo a casa” proponía que el obrero se ocupara exclusivamente de
producir y de atender a su familia, porque del resto de su bienestar se
ocuparía el Estado.
Los límites de aquel Estado Benefactor, hoy
más nítidos que por entonces, al cabo de la Década Infame - con su voto
calificado y su “fraude patriótico”
-, constituyeron sin embargo un significativo avance en materia de legislación
social.
Pero a casi un siglo de aquellas
circunstancias, y cuando casi todas las fuerzas políticas han tenido su
oportunidad histórica de aportar soluciones al país - incluso más allá del
esquema bipartidista, ahora que nos gobierna una fuerza sin tradición alguna -,
queda claro que con las reglas de juego actuales Argentina no hace más que
retroceder, alternando indefinidamente períodos de restricción o ampliación de
derechos, bajo la tolerancia de los poderosos y sin modificar en un ápice el
modelo de exclusión social vigente.
Y es que en la región al techo de la democracia liberal lo puso trágicamente de manifiesto
la suerte del presidente chileno Salvador
Allende Gossens: Quien pase por alto
tamaña lección de la historia, consciente o inconscientemente, estará siendo
funcional a que se produzcan nuevos derramamientos de sangre y se malogren aún
más generaciones.
Pero no tan lejos en el tiempo, apenas en los
albores de este siglo, hubo un Nuevo Movimiento Social que se atrevió fugazmente
a trascender los límites descriptos, recuperando fábricas abandonadas por los
patrones, debatiendo asambleariamente los problemas de cada barrio, y hasta
ensayando formas de intercambio que prescindieran del papel moneda, como el
trueque.
De aquella riquísima experiencia han
sobrevivido en algunos parajes rurales asambleas ciudadanas comprometidas con
el cuidado del medio ambiente, pequeños productores de la tierra que
comercializan sus productos sin agrotóxicos y eludiendo intermediarios o, en
enclaves urbanos, valiosas experiencias de bachilleratos populares.
En todos esos ejemplos exitosos, el
denominador común es el poder de la comunidad puesto en acto ¿Habrá llegado entonces
la hora de tentar suerte por fuera de las instituciones que indefectiblemente
nos defraudan?
En cualquier caso, el deber de todo
sobreviviente no escarmentado de la apuesta por un cambio social de fondo será
no estafar a las nuevas generaciones proponiendo atajos inconducentes. Y
desenmascarar al posibilismo sin renunciar jamás a la Revolución, se tarde lo
que se tarde. A pesar de que la propia vida se limite apenas a señalar un
rumbo, contestes de que no estaremos allí cuando todo sea de todes, como lo
auguran las estrofas del cantautor uruguayo Pepe Guerra:
“Se nos va a dar.
La nuestra tiene que
llegar
cuando empecemos a
juzgar
con nuestras leyes,
con la moral
del que tuvo que
laburar
en tres empleos p’a
bancar
su presupuesto.
¡Tengan cuidáu,
agarren el primer
avión,
van a quedar
como en vidriera
bien escracháus
de frente al pobre
jubiláu,
al obrero, al
desocupáu
mirándolos en la
vereda!”.
A la memoria de Jorge
Beinstein,
que se
atrevió a pensar a contracorriente.
JORGE
FALCONE
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