Mientras
tambalea el capitalismo global
LA DERECHA
MARCA LA CANCHA
A UN
GOBIERNO RESIGNADO
A RECULAR
El
huevo de la serpiente
El animal humano, nómade hasta que vio la
necesidad de volverse sedentario y arraigarse, no nació para vivir en
cautiverio. Hoy el generalizado hartazgo de la cuarentena tiene a todos los
gobiernos ensayando abandonar el distanciamiento social y los barbijos… para -
en muchos casos - luego retroceder a Fase 1. Por lo demás, no son pocxs lxs
especialistas que vaticinan que, aunque la mentada vacuna resulte eficaz, dada
la naturaleza mutante del coronavirus y la eventual emergencia de nuevas pestes aún más virulentas,
no sería descartable que nuestra vida social cambiara irreversiblemente.
En tanto, la transición hegemónica global
prosigue su curso exhibiendo el arrollador avance del Gigante Asiático sobre
Occidente, mientras se precipita la caída del dólar, y algunxs analistas
entrevén hasta la posibilidad de que la crisis sociopolítica en EEUU - uno de
los países más endeudados del planeta -
en el corto o mediano plazo culmine en una guerra civil.
Una
de las posibles derivas de la post pandemia - siempre y cuando los pueblos no
reúnan la fuerza suficiente para imponer su agenda sobre un capitalismo que
hace agua por donde se lo mire - es el denominado eco fascismo.
Este fenómeno, profundamente analizado por el
catedrático español Carlos Taibo en
su libro “Colapso” (2017), ya aparece con frecuencia creciente en boca y pluma
de la militancia socioambiental.
En uno de sus libros, el periodista alemán Carl Amery ha subrayado que estaríamos
muy equivocados si concluyésemos que las políticas que abrazaron los nazis
ochenta años atrás remiten a un momento histórico singularísimo, coyuntural y,
por ello, afortunadamente irrepetible. Amery nos exhorta, en cambio, a estudiar
esas políticas por cuanto bien podrían reaparecer entre nosotros, no defendidas
ahora por ultramarginales grupos neonazis, sino postuladas por algunos de los
principales centros de poder político y económico, cada vez más conscientes de
la escasez general que se avecina y cada vez más decididos a preservar esos
recursos escasos en unas pocas manos en virtud de un proyecto de darwinismo social militarizado, que de eso se trata
el eco fascismo.
Salta a la vista que en el meollo de esa
propuesta, conteste de los efectos del cambio climático y del agotamiento de
las materias primas energéticas, hay una discusión demográfica. Está latente la
idea de que en el planeta sobra gente, de modo que se trataría, en la versión
más suave, de marginar a quienes sobran - esto ya sucede -, y en la más dura,
directamente de exterminarlos. Sin ir más lejos, aunque Trump es formalmente un negacionista, bien sabe qué es lo que se
nos viene encima. ¿Qué sentido tendría, si no, el fallido intento de comprarle
Groenlandia, muy rica en materias primas, a Dinamarca? Más allá de Trump, vale la pena tomar nota de que una parte
significativa del poder económico global empieza a coquetear con horizontes de esta
naturaleza. Y que la cuarentena represiva a la que asistimos bien puede
volcarse, al cabo, en provecho de un futuro eco fascismo.
¿Tienen
resto las democracias para garantizar el bienestar colectivo?
Cuando parecían atemperarse los más crudos
fríos invernales, comenzó a recorrer la Argentina una imprevista helada de cuño
no climático. Primero fueron los aparentemente intempestivos y agoreros vaticinios
del ex Senador Duhalde, referidos a
que el proceso en curso no culminaría en los comicios de 2023 sino en una
inminente interrupción del orden constitucional. Aquietadas las aguas que
embravecieron semejantes declaraciones, sorprendió un twitter del Ejército
reivindicando a un par de militares que protagonizaran el denominado “Operativo
Independencia” - ordenado por el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón -, que
arrancara el 5 de febrero de 1975 con el objetivo de aniquilar el foco
guerrillero rural desarrollado por el ERP en la Provincia de Tucumán, campaña
que, además de causar numerosas bajas entre lxs combatientes, asoló a gran
parte de los pobladores de dicha provincia, algunos de los cuales fueron
torturados y asesinados en el Centro de Detención Clandestino de Famaillá bautizado
como “La Escuelita”. A principios de este mes, un comunicador como Santiago Cúneo, habitualmente
identificado con el peronismo ortodoxo, derivó hacia la reivindicación del
Coronel Mohamed Alí Seineldín,
calificando al militante social Juan Grabois como terrorista, y anunciando
que su espacio jamás iniciaría la violencia en este país, pero estaría
dispuesto a terminarla. El desfile de apocalípticxs continuó con las
concentraciones de lxs anticuarentena amadrinadxs por Patricia Bullrich, y las invectivas en redes sociales del neofascismo
subdesarrollado al estilo Biondini.
Expresiones todas de una derecha larvada, nacionalista o liberal, que viviría
sus 15’ de gloria durante la reciente rebelión de algo más de un millar de
efectivos mayormente subalternos de la policía bonaerense, que - so pretexto de
reclamar un ajuste salarial - llegaron a congregarse a las puertas de la
residencia presidencial de Olivos, exigiendo que compareciera a su encuentro el
Primer Mandatario y manifestando que no aceptarían camaradas sumariados por
dicha protesta.
El hecho generó una pronta y generalizada
repulsa del arco político democrático, que creyó advertir en él la posible
culminación de un proceso destituyente comparable con otros de la región, que
escalaron a partir de incidentes y protagonistas similares.
Es probable que el microclima instalado a
partir de la seguidilla de hechos descriptos - analizado por el politólogo Diego Sztulwark en el portal Lobo
Suelto como “micropolíticas de derecha” - encuentre caldo de cultivo en una
sucesión de claudicaciones del oficialismo que, entre otras, van desde la concesiva negociación con los bonistas internacionales, pasando por la renuncia
a expropiar el monopolio alimentario Vicentin,
hasta esta nueva capitulación que mejora los salarios de “la gorra” en
detrimento de los que recibe el personal sanitario que viene arriesgando su
pellejo a diario ante el COVID - 19 o lxs educadorxs que se afanan en clases
virtuales por no librar a su suerte a lxs educandxs, circunstancia que encuentra
al Presidente otorgando jerarquía nacional a una protesta que involucró a menos
del 2% de los efectivos de la fuerza, y generando un ejemplo riesgoso frente a
otras demandas al modificar - puede que justamente, pero seguro que tardíamente - la coparticipación para resolver el tema. Un mimo, en última instancia, para que la cana no deje de garrotearnos, como acaba de suceder en un nuevo y violento desalojo perpetrado - tras ese arreglo económico - contra ocupantes de tierras en la localidad bonaerense de San Fernando.
Si bien bajo la revuelta de los “ratis” - apoyada
presencialmente por el economista liberal Espert
- subyace la disputa por el control del territorio (recaudación, narcotráfico y
prostitución) entre la bonaerense y los intendentes, en un contexto de toma de
tierras y promesa de gravamen a las grandes fortunas, cabe a la sociedad estar
atenta acerca de qué margen de concesiones está dispuesto a hacer el poder
económico más concentrado a unas formalidades democráticas que nunca le han
preocupado demasiado.
Este
punto amerita refrescar la estrategia destituyente que, a la luz del Siglo XXI,
ha sido bautizada como Revolución de Colores, a fin de considerar cuán cerca o
lejos podríamos estar lxs argentinxs de protagonizar una situación parecida a
las ya sufridas por Honduras o más recientemente Bolivia.
Las
llamadas revoluciones de color o golpes suaves entran
dentro de las estrategias de intervención silenciosa que Estados Unidos utiliza
para derrocar a gobiernos que no comparten su visión sobre la organización
económica, política y militar de las naciones.
A mediados del
siglo XX, bajo la bandera de la democracia, distintos movimientos sociales
euroasiáticos de base estudiantil protestaron por la instauración de un modelo
liberal, reclamaron el fin de gobiernos autoritarios y proclamaron la
independencia nacional.
El nombre derivó de la masiva utilización
simbólica de colores o nombres de flores, empleados como identificación por
parte de la oposición que inscribió dichas intervenciones en la política de la
"no violencia".
El ideólogo de la acción no violenta como
método para utilizar el poder en un conflicto fue el politólogo
estadounidense Gene Sharp, autor del ensayo “De la dictadura a la democracia”, que
consta de 198 métodos para derrocar gobiernos, y se divide en tres grandes
bloques: protesta, no cooperación, e intervención, maniobras que suelen
aplicarse al cabo de los procesos electorales.
Por su parte, organizaciones no
gubernamentales financiadas por el Open Society Institute del magnate
húngaro George Soros, conectado
con la diplomacia estadounidense, son las principales impulsoras del
"restablecimiento de la democracia" en los países donde funcionan.
Los indicadores enumerados anteriormente por
el momento parecerían estar hablando más de la sensación térmica que de la
temperatura de la política local, pero como nunca hay humo sin fuego,
corresponde a nuestro pueblo mantenerse “atento y vigilante”, como solía
recomendar Evita.
Si de capitalizar lecciones de la historia se
tratara, conviene recordar que en nuestro país el mes de septiembre evoca la
lucha estudiantil, pero en Nuestra América adquiere un sentido aún más
trascendente, ya que pone de relieve el
didáctico sacrificio de un hombre justo llamado Salvador Allende, que llevó hasta las últimas consecuencias las
posibilidades transformadoras de la democracia formal. En horas difíciles vale
la pena repensar aquel legado firmado con sangre generosa como insumo para las generaciones venideras. Al fin y al cabo la victoria es la cima de un monte
alzado sobre mil derrotas.-
JORGE
FALCONE
No hay comentarios:
Publicar un comentario