Muy a pesar de que en Argentina la
conflictividad social no decrece, todo parecería indicar que el poder viene
triunfando en la disputa de sentidos y contagiando su criterio de éxito a
vastos sectores del campo popular permeados por el insistente discurso de la
seguridad y el respeto a cualquier costo de la propiedad privada.
Pero a pesar de la instalación de dicho
imaginario, el gobierno no atina a
combatir la inflación creando empleo, y la recesión se le ha ido de las manos.
Sin ir más lejos, el crecimiento de 2017
apunta a alrededor de un 2% y su PBI muy probablemente iguale al de 2015. 2018,
en tanto, promete ser un año de mayor ajuste.
Más allá de la cacareada “lluvia de
inversiones”, lo cierto es que los grandes capitalistas, lejos de apoyar a
Macri, lo acusan de gradualista. Por ende, el modelo económico en curso - que
por cierto envidiaría el súper Ministro de Hacienda de la última dictadura José
Alfredo Martínez de Hoz -, tal como denuncia la militancia antisistémica, no
sólo no cierra sin represión sino que, a falta de reactivación, esa parece ser
la herramienta escogida por Cambiemos para disciplinar a un pueblo que no se
rinde, así como para fidelizar al núcleo más duro de su electorado.
En paralelo, mientras en palacio se tejen y
destejen alianzas con miras a las legislativas de octubre, en la calle una
escéptica clientela electoral se muestra cada vez más refractaria ante l@s
candidat@s en oferta, indicador de que esa gobernabilidad neoliberal tan
interpelada durante las puebladas de 2001 tiene los días contados.
Lo cierto es que, a distancia del frío
cálculo proselitista, el 30% plebeyo no tiene perspectiva de inclusión, porque ya no hay un Estado en disputa.
Así, en el ámbito laboral, cuando la
burocracia sindical no conduce reaparecen las regionales cegetistas, alentadas
por un indisimulable recambio generacional en el que gremios como Aceiteros se
van constituyendo en punta de lanza, todo lo cual habilita a pensar que, pese a
la afligente dispersión de iniciativas conmemorativas del Día de los
Trabajadores, la futura unidad del sector será el desafío de los más jóvenes.
Pocos analistas de la realidad perciben tales
fenómenos como el Papa Francisco, quien detectara antes que much@s al nuevo
sujeto social en ciernes, y a quien desvela como a nadie la posibilidad de que
este salte el cerco del asistencialismo que hoy lo apacigua y se decida a
“tomar el cielo por asalto”, ya que al Sumo Pontífice se lo mantiene enterado
de que en la CTEP se multiplican las voluntades que más que una oficina de
servicios exigen una herramienta para construir autonomía.
En este panorama, la mujer entra en escena
como actor político, más que como feminista, librando en los centros urbanos
importantes batallas por la equidad de género, y en las periferias rurales por
la defensa de la tierra y el territorio.
A todo esto, con el debido respeto por las
bases sociales que aún ven en la Dra. Cristina Fernández de Kirchner aunque más
no sea la expectativa de alivianar los rigores del capitalismo salvaje, cabe
señalar que sus periódicas irrupciones
sacuden la siempre trabajosa organización popular autónoma, toda vez que
el posibilismo opera como un lastre de
lo viejo.
No obstante, aunque la movilización popular
refluye sigue siendo vinculante, ya que reconstruye la autoestima colectiva.
Todo indicaría pues que, pese al “impasse” electoral, de producirse el tarifazo
posterior que auguran much@s economistas, muy probablemente asistamos a una
mayor virulencia de la lucha social.
Previsiones semejantes hoy se hacen
extensivas a buena parte de Nuestra América, escenario ante el cual - por citar
un ejemplo - capitales europeos vienen financiando la prédica continental de
referentes seudo progresistas como “Pepe” Mujica para poner paño frío a
posibles rebeliones.
En tanto, el primer presidente yanki con todo
el poder desde Eisenhower, marca la cancha planetaria amenazando a Corea y bombardeando
Siria y Afganistán (enclave que, bueno es recordarlo, ha sido la tumba de más de
un imperio) Con renovada voracidad económica, el capitalismo global hace gala
de poder convivir con países implotados.
Mientras el mundo se reconfigura, en este
remoto sur el pueblo argentino continúa protagonizando un nuevo ciclo de luchas
con final abierto, en medio de la que acaso sea la crisis más profunda del
sistema en 200 años.-
JORGE FALCONE
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