El ADN de Cambiemos
desprecia la Justicia Social
DISCURSOS LIVIANOS
PARA OCULTAR
LA TRAGEDIA EN CURSO
Ya es un lugar común que - merced a su
propensión al blooper - el Presidente
de la Nación sea frecuentemente ridiculizado en las redes sociales desde medios
específicamente satíricos como la Revista
Barcelona o el colectivo Eameo
hasta por buena parte del activismo.
Pero su proverbial torpeza discursiva no implica que el máximo referente de la
coalición gobernante sea apenas una suerte de Miky Vainilla: quien lo reduzca a esa categoría pifiará fiero ante
los escenarios que se avecinan.
Sin ir más lejos, en el reciente periplo
televisivo destinado a presentar su último libro, el mentor del think thank gubernamental que considera
a Mauricio Macri como "el político del futuro" sorprendió a más de un
incauto reseñando sus antecedentes como militante izquierdista, así como
citando a pensadores bastante distantes del universo de ideas que acostumbra a
esgrimir. Una de sus referencias habituales el reconocido sociólogo Zygmunt Bauman, quien acuñara el
concepto de modernidad líquida para
describir el actual
momento de la historia en el que las realidades sólidas de antaño, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida,
se han desvanecido. Según el célebre
ensayista, las caídas de estas instituciones dieron paso a un mundo más
precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador.
Apoyándose en dichos preceptos, Jaime Durán Barba clasifica de la
siguiente manera los porcentajes de interés que despiertan distintos factores
de la discursividad política en los actuales electores: Alfa signal (el contenido de lo que se dice: 20%), infra signal (el énfasis que se utiliza
al expresarlo: 40%), y para signal
(la gestualidad con que se lo acompaña: 40%)
Dicho esquema lo induce a proponer un
comunicador moderno para esta sociedad caótica. Si nos atenemos al magro índice
de interés social que atribuye a los mensajes de fondo, así como a su sobrevaloración
de lo gestual - parámetros por cierto
discutibles -, no sorprenderá tanto que el hombre pondere los mil likes obtenidos en sólo una hora por el
post del perro Balcarce sentado en el sillón de Rivadavia, o la aceptación que
producen en cierta franja de la opinión pública las fotos de la pareja
presidencial mostrándose descontracturada y en compañía de su pequeña hija
Antonia.
De aceptar a pie juntillas dichos
presupuestos - sobre los cuales aún no parecería estar todo dicho -, muy
probablemente habría que buscar sus causas de fondo en los efectos escarmentadores heredados de la
maquiavélica ingeniería represiva procesista, combinados con las notorias
consecuencias de una posmodernidad que ha puesto en crisis el interés colectivo
por la cosa pública, cuestionando profundamente la representatividad de la
clase política.
Volviendo a su cliente, Durán Barba
contrapone a los políticos proteccionistas y "retrógrados" como Trump
y Le Pen con los que - siempre según su criterio - describe como globalizadores y "de
avanzada", al estilo de Macron o Macri.
Así, retomando esquemas de pensamiento que
inauguraron la década de los 90s, como la noción del último hombre y el fin de
la política, se permite profetizar el crepúsculo del homo sapiens y
"ratificar" la muerte de las ideologías, sosteniendo que nuestra
sociedad está compuesta por un 80% de desinteresados en las cuestiones
atinentes al poder.
Y rubrica dicha prospección atribuyendo a la
nanotecnología la capacidad de convertirnos en el mediano plazo en un Homo Singularis. A propósito de este
concepto, vale refrescar que el primer uso del término fue realizado por el
matemático John von Neumann, en el
prólogo de su libro “La computadora y el cerebro”, a mediados de la década de
1950, cuando escribió que “el cada vez
más acelerado progreso de la tecnología y los cambios en el modo de la vida
humana, dan la apariencia de que se acerca un punto de singularidad en la
historia de la raza humana más allá del cual los asuntos no pueden seguir tal
como los conocemos". Von Neumann utilizó por primera vez el término en
ese contexto, pero quien lo popularizó, fue el escritor de ciencia ficción
norteamericano Vernor Vinge (n.
1944) Vinge es uno de los representantes de lo que se denomina como la ciencia
ficción “dura”, a la que ha aportado algunas de las ideas más originales e
innovadoras. Vinge argumentaba que “la
inteligencia artificial, la mejora biológica humana, o las interfaces
cerebro-computadora podrían ser las posibles causas de una singularidad".
Conjeturas, como se podrá apreciar,
formuladas como si la historia fuera a desarrollarse según el designio
exclusivo de los poderosos, y sin la variable de un resentimiento global que
crece desde los sectores subalternos de todo el planeta: A mediados de los 90s, Bill
Gates también se aventuró a profetizar - en conferencia sobre "La
información en la punta de los dedos" - que Internet materializaría el
sueño de la democratización absoluta de las relaciones humanas... sólo que, más
de dos décadas después, aún convivimos con una abrumadora mayoría de
analfabetos informáticos.
No obstante, es recomendable superar la
previsible refractariedad que generan en la militancia popular personajes como
Durán Barba, para interiorizarse en el corpus de ideas que profesan, como ellos
lo han hecho con las nuestras. En este caso, el hombre se formó en la UNCuyo
con Enrique Dusell (mentor de la
Filosofía de la Liberación), estudió profundamente el pensamiento de
intelectuales críticos como Aníbal Ponce
o José Carlos Mariátegui, y militó
en "la gloriosa JP".
Sin embargo, arrastrado por los vientos de la
historia y ya lejos de las rebeldías juveniles, hoy considera "viejecitos
de 18 años" a los referentes de algunos centros de estudiantes capaces de
identificarse con las ideas de Fidel o Chávez.
Sin duda alguna, y como hombre del poder,
recomienda al oficialismo construir su némesis en la figura de la Dra. Cristina Fernández de Kirchner, esa
suerte de "Indio Solari de la clase
política", egocéntrica e imprevisible, que - aún apareciendo y
desapareciendo sin aviso previo, y prescindiendo de todo mecanismo de consulta
respecto a sus decisiones - sigue cautivando a buena parte de sus fieles, que
la ven como la única esperanza blanca para la redención de la Patria.
Tanto contagian las ideas del sujeto en
cuestión, que la susodicha encaró su campaña siguiendo el criterio del ecuatoriano:
prescindencia de dirigentes conocidos, banderas identificatorias, liturgia
partidaria, y acompañamiento exclusivo de "ciudadanos" victimizados
por el modelo. Lo que una elemental interpretación semiológica podría traducir
como "basta de lastres del pasado".
Ya está. Los armados electorales que
competirán en octubre han tomado estado público ratificando la enorme
fragmentación de las fuerzas en pugna: La ex presidenta ofrece una lista
"de lujo" conformada con l@s cada vez más escas@s referentes limpios
de corrupción que la rodean, el oficialismo presenta otra gris y llena de
mediátic@s. Si el electorado fuera tal y como lo describe Durán Barba,
deberíamos concluir que la lista de lujo es la segunda.
Como de costumbre en estas coyunturas, NADIE
plantea debates de fondo sobre la cuestión nacional. Del allanamiento de La
Salada al de la villa 1.11.14, el oficialismo opta por hacer proselitismo
simulando probidad moral. En tanto, el suicidio público de un jubilado en
dependencias del ANSES marplatense invita a cualquiera que conserve un mínimo resto de
humanidad a ejercer la desobediencia civil.
Pero el sistema es un camaleón con vasta
experiencia para mimetizarse y sobrevivir. La maquinaria de la alternancia
neoliberal - neodesarrollista está nuevamente en marcha. En consecuencia, ¿deberíamos
arrojarnos acríticamente en brazos de la democracia burguesa, sin la mínima
cuota de imaginación y audacia como para exigir - por ejemplo - una Asamblea
Constituyente capaz de restaurar consensos que ya no garantizan los agónicos partidos
tradicionales, temeros@s de atentar
contra la gobernabilidad? Esa parecería ser la tendencia general, aunque la
experiencia acumulada en la lucha debiera convencernos de que torcer nuestro destino no pasa por meter un
sobrecito en una urna de cartón corrugado cada dos o cuatro años, como si
estuviéramos condenados a responder a un ineludible reflejo pavloviano.
Ojalá estemos a tiempo para que much@s
desprevenid@s logren leer bajo el agua y se decidan a sortear la nueva encerrona
montada para que males mayores o menores mantengan inalterada la matriz
productiva agroexportadora y extractivista que viene postrando a la Patria
desde hace décadas, muy a pesar de gestos republicanos o discursos
incendiarios.-
JORGE
FALCONE
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