MACRI EN SU LABERINTO
COMO LA DICTADURA,
LAS CAGADAS ANTES
Y LA BUENA LETRA
DESPUÉS DEL MUNDIAL
Como
agudamente han opinado numerosos analistas del campo popular, puede que el nexo
entre las violentas manifestaciones de diciembre en protesta contra la Reforma
Previsional y la descomunal concentración de trabajadores/as formales e
informales del 21F - que incluyó un arco plural de adhesiones: organismos de
DDHH, Movimiento de Mujeres, sindicalismo combativo de base, etc. - esté
marcando la transformación del creciente hartazgo popular en voluntad
irreversible de erigir una barrera infranqueable ante un gobierno que realiza
ingentes esfuerzos por desacreditar, dividir, y cooptar a la dirigencia
sindical.
Para conjurar el
vendaval popular que arrecia, rápido de reflejos (y aunque tiene posición
tomada al respecto), el oficialismo ha arrojado la “manzana de la discordia”
habilitando el debate sobre el derecho al aborto, que - como se sabe - aún
genera tensiones en una amplia franja social. En tanto, intentará invertir
menos que el año pasado, apurando a contra reloj cuanta medida impopular tiene
en carpeta hasta la realización del Mundial de fútbol a celebrarse en Rusia entre
el 14 de junio y el 15 de julio próximos. Tal como el Proceso de Reorganización Nacional en 1978 usufructuó el triunfo de
nuestra Selección comprado a Perú, el think
thank gubernamental se entusiasma imaginando las mieles que podrían
disfrutar en caso de obtenerse un resultado favorable también en esta edición.
Si eso ocurriera, procurarían culminar el año con una política de distención,
para jugar sus fichas a todo o nada durante 2019, triplicando las inversiones
de 2017 con miras a asegurarse un nuevo turno electoral, lo que, a la luz del
descontento social en alza, por ahora parece constituir apenas una ambiciosa
expresión de deseo.
Historizando
un poco el momento actual, veremos que la acción de la dictadura que asaltó el
poder en 1976 bien puede interpretarse como un tiro de gracia contra el Estado de Bienestar. En efecto, desde
abril de aquel año el programa económico del ministro Martínez de Hoz se dedicó a desmontar prolija y sistemáticamente la
Argentina de la Justicia Social, cimentada fundamentalmente entre 1945 y 1955,
para atar el destino de nuestro país al designio del capitalismo global en
ciernes. Veinte años después, ya bajo el llamado Consenso de las Commodities, un gobierno democrático - y
paradojalmente también de signo justicialista - dejaría el camino expedito al
avance del desierto verde de la soja, expresión parcial de una nueva matriz productiva colonial que
habría de extenderse a todo el continente, independientemente del perfil
ideológico de sus gobiernos. En tal contexto se iría configurando una clase
dirigente, que nadie caracterizó mejor ni más oportunamente que el Grupo de Reflexión Rural: “Esta nueva oligarquía instaló su protagonismo
de manera sigilosa. Una oligarquía distante de la otrora ‘oligarquía vacuna’
que se impusiera al país en las postrimerías del siglo XIX, a instancias del
entonces presidente Julio Argentino Roca. Este sector, que tenía en la Sociedad
Rural Argentina (SRA) su representación más genuina, conduciría - con breves
interregnos - los destinos de la Argentina durante buena parte del siglo XX.
Pero la irrupción histórica de esta nueva oligarquía no-terrateniente (es
decir, una oligarquía que no basa su poderío
económico en la propiedad sino en el uso de la tierra) configura un hecho
decisivo que pocos se han atrevido a analizar. La ligazón que establece el
modelo sojero entre el capital financiero y la investigación
científico-técnica, transformó profundamente el esquema de producción agraria y
redefinió las relaciones de poder”.
Tomando nota de esto
último, y sumando el desencanto de una amplia franja social ante el abuso de un
discurso seudo emancipatorio divorciado de impostergables cambios estructurales,
no debería extrañar que en esta posguerra de un genocidio con alto poder
aleccionador pasara a regir los destinos de la Nación una derecha de nuevo cuño,
que gobierna reinventándose en periódicos retiros menos espirituales de lo que
induce a suponer. En todo caso, la ofensiva antisindical en curso, acompañada
de tardías medidas aparentemente éticas (como el combate al nepotismo en la
función pública o el congelamiento salarial del staff gubernamental), y hasta - qué duda cabe - la imposición de
una pena de muerte tácita por “gatillo fácil”, aún fidelizan a ese difuso y
voluble electorado que a partir de 2015 decidió apostar por un cambio (?)
Por cierto, lo dicho
hasta aquí no pasa por alto que en “el
subsuelo de la Patria sublevado” viene gestándose una lenta y casi
imperceptible transformación que por ahora quizá perciban más claramente l@s
cientistas sociales especializados en el mundo del trabajo. Y es la que da
cuenta de que una tercera parte (en
expansión) de l@s trabajadores/as integra el fenómeno denominado “economía
popular”, lo que pone en crisis la noción de sujeto histórico atribuida hasta no hace demasiado tiempo exclusivamente
al Movimiento Obrero Organizado, colocando sobre el tapete una cada vez mayor
gravitación - cuantitativa y cualitativa - de las organizaciones sociales. Sin
ir más lejos, en la más reciente manifestación del mundo del trabajo, no
casualmente fue el Secretario General de la CTEP quien reclamó ante más de 300.000
personas el más pleno apoyo al Paro
Internacional de Mujeres del 8M, iniciativa hasta la fecha poco esperable
por parte de la CGT. Los sectores más dinámicos del sindicalismo van asumiendo
estos cambios, y algunos hasta se atreven a reclamar una reorganización de la
central obrera que integre la representación de l@s trabajadores/as informales
a su plantel dirigencial.
Por lo demás, una
tasa de empleo modestamente traccionada por la construcción no resulta
suficiente para absorber el amplio contingente de cesantead@s desde principios
de año, ni para paliar una hambruna que aumenta exponencialmente (y que tal vez
explica la proliferación de insultos al primer mandatario en estadios
deportivos, subtes y recitales). Tampoco alcanza para diluir las
responsabilidades de los ministros Aguad,
Triaca y Caputo - por mencionar apenas a un puñado de los funcionarios más
comprometidos - en los affaires del ARA San Juan, el maltrato laboral, o el ocultamiento
de fondos off shore
respectivamente. Todo lo cual parecería indicar que, a la hora de enfrentar el
“malestar en las bases”, no bastará con reforzar asentamientos militares
yanquis en las Tres Fronteras ni pedir
la colaboración del Comando Sur para garantizar la seguridad del G-20 ni
escuchar ofertas de la empresa europea Deveryware sobre equipos de
geolocalización de sospechosos. Porque, como bien canta Silvio Rodríguez, “El
tiempo está a favor de los pequeños. / De los desnudos, de los olvidados.
/ El
tiempo está a favor de buenos sueños / y se pronuncia
a golpes apurados”.-
JORGE FALCONE
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