domingo, 1 de noviembre de 2020

ROCA GUIÑA UN OJO A LA “JUSTICIA” DESDE EL BILLETE DE CIEN

LA OLIGARQUÍA Y EL LOBBY INMOBILIARIO 

MARCAN LA CANCHA A UN GOBIERNO 

CARENTE DE INICIATIVA







“El gobierno de Alberto Fernández asumió con un país quebrado y fue asediado por la derecha desde el primer momento en que intentó tomar alguna medida progresista.  Esto no es novedoso, lo novedoso es que parece haber renunciado a hacer cambios favorables para el conjunto de la población y parece resignado a gestionar la crisis.  Como en una pelea de box, ha dejado de preocuparse por golpear al rival y se limita a tratar de aguantar hasta que suene la campana”.

Guillermo Cieza,

“La encrucijada”.


“Que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel” (*) 

No corren buenos tiempos para el Presidente de la Nación. Al fuego amigo desplegado por la carta de la Vicepresidenta se sumaron luego las interpelaciones del dirigente social Juan Grabois y de la titular de la Asociación  Madres de Plaza de Mayo, debido a la inoperancia de su gabinete, a la debilidad manifiesta ante los patrones del campo, y al inusitado rigor utilizado para desalojar a lxs vecinxs sin techo en Guernica, respectivamente. Es más, probablemente este último hecho marque un punto de inflexión en la gestión del Frente de Todxs y una divisoria de aguas en su interna, toda vez que las dantescas escenas que difundió la prensa se alejan categóricamente del espíritu solidario que prometió el gobierno, aunque este intente  distraer a la opinión pública encargándole a Papá Noel que nos traiga la vacuna rusa contra la peste.

Es inocultable que la lucha y el enorme sacrificio del pobrerío introdujeron el problema de la tierra en la agenda pública argenta.

Como consecuencia de ello, en las últimas horas medios hegemónicos y funcionarios públicos cerraron filas en ratificar que la defensa de la propiedad privada no está en debate, puesto que consta en la Constitución Nacional. En eso les asiste la razón. Pero casi nadie parece recordar que nuestra Carta Magna fue escrita en 1853 con la sangre del criollo y del indio, barridos de las pampas que poblaban por derecho natural gracias a los fusiles Remington de una oligarquía dispuesta a extender la frontera agropecuaria. De manera que la ley madre que nos rige fue edificada sobre un genocidio, prorrogado hasta nuestros días contra la enorme masa de descendientes precarizadxs de aquellxs antiguxs dueñxs de estas tierras. 

Pasemos revista pues a un puñado de opiniones que circularon profusamente a partir del Jueves Negro en que - ante la condescendencia del oficialismo - una Justicia clasista, racista y sexista bajó el martillo en favor de los varones Etchevehere y del desalojo a perdigonada y fuego de la ocupación de 100 hectáreas en la localidad de Guernica por parte de 1450 familias sin techo:

Las tierras se devolverán a sus propietarios”, anunció en un zócalo la emisora televisiva que juega a ser el timorato remedo del programa 6, 7, 8… aunque está probado en la causa que nadie presentó títulos de propiedad en dicha disputa. No importa. “Miente, miente, que algo queda”.

En la toma había militantes”, expresó el gobernador “filo marxista” Axel Kicillof, de notoria militancia durante sus años mozos en organización universitaria integrada por otros coetáneos como el malogrado Iván Heyn. Parecería que ahora, para dicho funcionario, tal condición ha pasado a ser el sobreentendido de lo más espurio que puede ocurrirle a una sociedad. Su afirmación retrotrae a los penosos esfuerzos exculpatorios efectuados durante la transición democrática por vastos sectores medios que, en el afán de relevar de responsabilidad penal a sus deudos o amigxs represaliadxs, aducían que estxs habían sido confundidxs con tercerxs fugadxs o figuraban en alguna libreta de aquellxs, contribuyendo - inconcientemente o no - a despojar a la historia patria del orgullo de haber contado con una generación altruista que se jugó el todo por el todo en pos de un horizonte emancipatorio.

Había activistas de izquierda armados”, señaló el ostentoso Ministro Berni, declaración que invita a lxs desprevenidxs a imaginar emboscados fedayines en el predio en cuestión blandiendo desde cócteles molotov a fusiles kaláshnikovs… todo ello para envasar una aviesa interpretación de la asimetría histórica que recurrentemente encuentra a lxs desheredadxs del mundo resistiendo con una humilde gomera contra las “topadoras del progreso” y batallones de cuerpos especiales pertrechados con la última tecnología comprada a Israel, esa factoría de servicios globales para el disciplinamiento de lxs humanxs a los que el Dios dinero da la espalda. 

Manifestaciones como las expuestas parecerían indicar que la escalada de la lucha de clases en Argentina viene reeditando la Conquista del Desierto.

                                                                

Imperativos del presente 

A cualquiera que se atreva a desatender el discurso hegemónico del pool de medios enemigos del pueblo y desee interiorizarse en torno a la problemática descripta no le resultará difícil constatar que en nuestro país 1200 familias son dueñas del 40 % del territorio nacional. Un 0.94 % de terratenientes maneja el 36 % de todas las extensiones productivas del país.

Quien haya estado o esté en condiciones de viajar a la costa, tomando la Ruta 2 habrá constatado la vastedad de terrenos despoblados - y frecuentemente improductivos - que existe. Nadie pretende afirmar que carezcan de dueñx, el propósito último de esta descripción consiste en demostrar con un ejemplo sencillo los contrastes habitacionales que presenta el país, incluso en su provincia de máxima densidad demográfica, y poner de relieve cuánto urge producir una redistribución más equitativa de la tierra en función de una mayor calidad de vida.

En un planeta hambreado - y bombardeado con comida chatarra - se impone recordar también que Nuestra América es pródiga en recursos naturales altamente codiciados por el Norte Global. 

De ahí que la soberanía alimentaria tan pregonada por ecologistas y militantes socioambientales consista ni más ni menos que en la autonomía de cada pueblo para definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible y comida sana. Esta problemática ya está frente a nuestras narices y urge resolverla. 

Pese a ello, aún existe gente bien intencionada que sin embargo considera “destituyente” pronunciarse contra discursos supuestamente progresistas pero no sustentados en la defensa de una matriz productiva atenta a la necesidad de las mayorías nacionales.

A ese respecto, corresponde tomar en cuenta que en nuestro país rige el monocultivo y el uso extensivo de agrotóxicos. Deforestamos tantas hectáreas que superan la superficie de provincias enteras para producir soja y maíz transgénicos, cuando es de dominio público que los agrotóxicos contaminan los alimentos y vulneran la salud de la población. 

El cambio climático - además - reduce el rendimiento de los suelos. El modelo vigente los erosiona y desertifica mediante la siembra directa e intensiva: A fin de ilustrar la cuestión, imagínese el o la lectora si la modificación del genoma humano acelerara embarazos a contrapelo de su ciclo biológico natural para dar a luz en lapsos cada vez más breves una mayor cantidad de mano de obra en condiciones de reproducir la explotación capitalista… Ese tipo de reparos también merece la Madre Naturaleza.

A esta altura de la historia, y pese a la brutal resistencia de quienes abogan por mayor concentración económica, la evidencia conduce a concluir que la solución a los males aquí descriptos pasa por colocar en el centro de la atención pública a la agroecología y discutir cuanto antes una Reforma Agraria que goce del máximo consenso posible. 

O más temprano que tarde lxs privadxs de techo y comida inexorablemente irán por lo suyo a los wall marts y los countrys.-

  

(*) Frase de la canción “A desalambrar”, del compositor e intérprete uruguayo Daniel Viglietti.

 

JORGE FALCONE

 

 

 

 

 

 

 

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