LA NOVEDOSA COSTUMBRE DE VOTAR POR NUESTROS VERDUGOS
Lo que las urnas
dejaron
Más allá del
“accidentado” recuento de votos en la Provincia de Buenos Aires, las recientes elecciones primarias
abiertas simultáneas y obligatorias dejan como saldo provisorio una
nueva mayoría relativa de sectores medios que - a partir de un padrón compuesto por una franja generacional
preponderante de entre 16 y 40 años - impone su hegemonía en casi todas las
capitales del país.
El kirchnerismo, si bien debilitado, podría encarnar a
través de Cristina - en tanto consiga
posicionarse en la línea sucesoria - un nuevo fenómeno en el senado.
No obstante, abundan
indicadores como para considerar que la suerte del peronismo no dependerá
exclusivamente de dicho sector, toda vez que la Liga de Gobernadores no ha
movido fichas aún respecto a las presidenciales de 2019.
En tanto, EEUU maneja la Argentina política mientras China
avanza sobre la económica.
Muy probablemente,
aventajado por un sindicalismo mayoritariamente acuerdista, el oficialismo
procurará romper la alianza CGT/CTEP para salir al cruce de las inexorables
luchas de calle que promete 2018, ajustes salvajes y reforma laboral mediante.
El desaparecido que
expuso la matriz productiva de la Argentina colonial
Cuando se produce la Masacre de Avellaneda la crisis de
gobernabilidad era muy profunda, y las versiones oficiales destinadas a
describir el hecho como una interna entre piqueteros fueron inmediatamente rechazadas
por la sociedad, al punto de que el presidente Duhalde se vio obligado a
calificar el despliegue policial como “cacería”, y las circunstancias precipitaron
una salida electoral. Desde entonces, tanto el kirchnerismo como el macrismo
consiguieron consolidar la gobernabilidad, encauzando buena parte de aquellas
rebeldías dentro de los marcos de la democracia formal. Pero a la luz del tenor
que adquieren los hechos a partir de la desaparición forzada de Santiago Maldonado - un secuestrado que
pone de manifiesto el salvajismo y la impunidad con que el sistema está
dispuesto a defender los territorios entregados a magnates como Benetton o Lewis, funcionales al modelo agroexportador y extractivista -, se
advierte un cambio de etapa de tipo regresivo, determinado por un poder
dispuesto a encarar sus métodos represivos bajo el concepto de contrainsurgencia, sustentándose en el
transitorio oxígeno electoral proporcionado por los sectores incluidos de la
sociedad, panorama que nos lleva a coincidir con el ensayista militante Mariano Pacheco cuando define a la
coalición gobernante como “etapa superior
del Proceso de Reorganización Nacional avalada por el voto popular”.
Sabido es cuánto
irrita a los funcionarios del gobierno argentino que en las marchas cada vez se
coree más la consigna “Macri basura, vos
sos la dictadura”, pero en honor a la verdad - salvo debido al atendible
protocolo electoral que los colocó en la Casa Rosada - es harto evidente que la
filosofía de su modelo económico no difiere sustancialmente de la del que dio a
conocer en abril de 1976 el ministro de facto José Alfredo Martínez de Hoz, hecho al que se suman “casualidades”
como la de que Pablo Noceti, jefe de
gabinete de Patricia Bullrich, haya
sido Abogado Defensor de socios del genocida Etchecolatz, a quien resulta harto difícil desvincular de la
desaparición en democracia del “testigo desprotegido” Jorge Julio López, y sobre quien pesa - entre otros - el estigma de
haber participado de los secuestros y asesinatos perpetrados en la Noche de los Lápices.
Si algo de cierto
tuvieran la institucionalidad y el republicanismo predicado por Cambiemos, una
ministra que niega la participación de una fuerza de seguridad a su cargo en el
hecho de referencia y aduce que su segundo sólo pasó por la zona “para
saludar”, debería haber dejado el cargo hace rato. Pero - pese al desgaste que
viene sufriendo y a la masa crítica que pide su cabeza -, en tanto su rol
constituye una fuerte apuesta de los EEUU e Israel, es de suponer que
desplazarla no será tan fácil.
Ante semejante impunidad,
mención aparte merece el ejemplo de una nueva víctima de abuso estatal que
ratifica la enorme reserva moral latente en la juventud argentina, alguna vez
considerada a partir del caso de un ladrillero que pudo seguir de largo en la
evacuación de Puente Avellaneda pero resolvió volver a la estación para auxiliar
a un hermano, reiterada en la persona de quien para los sectores biempensantes
no pasa de ser un simple artesano trotamundos, aunque cada vez aparezcan más
evidencias de su compromiso con un mundo mejor. En conclusión, lo único que
dejan meridianamente en claro estos hechos es que el capitalismo salvaje tiene en la solidaridad a su enemigo principal.
¿Es posible formular
una propuesta electoral que entierre a la pospolítica?
Más allá del marketinero
triunfalismo de la coalición gobernante, los indicadores de agotamiento,
decadencia, y miserabilización de la clase política nacional son a todas luces
los peores desde 1983: Al cabo de más de tres décadas de democracia de baja
intensidad cada vez es mayor la diferencia entre un puñado de ricos y poderosos
y las inmensas mayorías empobrecidas.
La crisis en curso del
capitalismo mundial devino crisis civilizatoria, al punto de que hasta el Papa Francisco se ha visto obligado a reconocer
que el sistema no da para más (lo que - al menos de momento - no supone que,
además de “amar al prójimo como a nosotros mismos”, el Vaticano proponga alguna
otra alternativa)
Hoy la fortaleza del
campo popular consiste en el sostenimiento de su lucha, y la debilidad en su
carencia de liderazgo. Parecería difícil revertir ese statu quo sin confluir en una suerte de Frente de Unidad Popular capaz de impulsar colectivos de base por
una nueva Argentina y otro mundo posible. Entonces sí, el compromiso de sus
eventuales candidat@s bien podría consistir en convocar a una Asamblea Constituyente (prevista en el art. 30 de la Constitución de la
República Argentina para toda reforma - total o parcial - del texto de la
Ley Suprema) e impulsar en el marco del bloque regional algo así como una Federación de Comunas Nuestramericanas,
ya que el verdadero empoderamiento de
las mayorías estriba en reemplazar la democracia representativa por la
democracia directa: Oponer al poder fáctico el poder popular.
Todo indicaría que, para
concretar dicha empresa, la nueva arquitectura del poder popular deberá pasar
por el protagonismo de los movimientos sociales en la construcción de
territorialidad, apuntando a acabar con el individualismo capitalista reparando
una vida comunitaria hoy severamente dañada. Esa tarea, a todas luces, aparece
como urgente.-
A
mi amigo Dante Martin.
JORGE
FALCONE
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