jueves, 1 de noviembre de 2018


LA TENSIÓN ENTRE RESPETAR 
EL ORDEN CONSTITUCIONAL
Y LA IMPOSIBILIDAD DE AGUANTAR UN AÑO MÁS


“Quiero que este gobierno se vaya. No quiero sangre y dolor” (…) “Mientras no sea por un golpe de estado, si se tiene que ir mañana porque la gente dijo ‘váyanse, por favor, porque no los aguantamos más’, bueno, que se vayan”.

Declaraciones de Darío Grandinetti
al ser declarado Mejor Actor en el Festival de San Sebastián
por su trabajo en el film “Rojo” de Benjamín Naishtat.

Se consolida un enclave conservador en el Cono Sur

El categórico triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil constituye un durísimo golpe para el pueblo nostramericano, que antes de trazar una prospectiva respecto a sus consecuencias convoca a hacer un riguroso balance de los puntos ciegos que dejó la larga década progresista, cuyos gobiernos  intentaron - en diverso grado - paliar la desigualdad social. En efecto, los motivos de tal revés son múltiples: el incremento de la inseguridad, la gravitación de las iglesias evangélicas sobre la población de más bajos recursos, el aprovechamiento del desencuentro potencial entre trabajadores/as asalariad@s y asistencializad@s, pero por encima de todo ello, a la causa macro de este resurgir chauvinista hay que buscarla en el embate globalizador disolvente que se ha cernido sobre las identidades nacionales, y a la habilidad que han desplegado las derechas más lúcidas para capitalizarlo. A ello se suma todo lo que encierra la expresión “roban pero hacen”, aquel lugar común alusivo a ciertos populismos, que ha dejado su marca indeleble en un electorado evidentemente inclinado a  confiar en las capacidades de “poner orden” con que se presentan l@s candidat@s de derecha. Y ello sucede porque, a la ampliación de derechos basada en la implementación de planes sociales con que se contuvo por un largo período a los sectores más precarizados a partir del Consenso de las Commodities, a cierta heterodoxia económica que no llegó a afectar sustancialmente a los capitales más rapaces, y a una política de unidad regional que acaso tuvo su pico más alto en la cumbre marplatense que le dijo no al ALCA, se contrapuso el sostenimiento de una matriz productiva agroexportadora y extractivista, la criminalización de la protesta social, y una visión estatalista más orientada a la cooptación que a la organización y empoderamiento de las fuerzas populares.

Los resultados están a la vista: Si no se decapita a la hidra del capital, esta contraataca con renovada ferocidad. De nada sirve pues la cantinela que supone que practicar una rigurosa autocrítica de las experiencias populares “le hace el juego a la derecha”. Sencillamente porque la derecha hace su juego con o sin ello. Más bien corresponde poner las barbas en remojo y aceptar de una vez por todas - como sostiene el compañero Raúl Cerdeiras - que vivimos bajo la tiranía de un capital trasnacional que alterna formas duras con formas blandas de administrar la cosa pública… y a estas últimas les llama “democracia”. Resignarse a incrementar o alivianar esfuerzos organizativos de acuerdo a dicha alternancia tiene un solo nombre. Posibilismo. Y ya va siendo hora de inventar nuevos modos de tomar el cielo por asalto.

Prueba fehaciente de los límites que este capitalismo terminal impone a la cada vez más jibarizada democracia en que vivimos fue el operativo de seguridad que blindó al Congreso de la Nación con motivo del inicio de las deliberaciones en torno al Presupuesto 2019, escenario en el que aparecieron sugestivas pilas de cascotes cuya utilización por parte de los manifestantes se incitó desmontando el vallado para que estos quedaran cuerpo a cuerpo ante las fuerzas represivas. El corolario buscado fue que los medios de comunicación afines - con Clarín y La Nación a la cabeza, ensayando acciones de inteligencia contra los protagonistas de la protesta - volvieran a editorializar acerca de la conducta antidemocrática de la militancia, contrapuesta con un proceder atento a la ley por parte de la mayor parte de la clase política venal y rentista que supuestamente nos representa, y a la que con gases y balas de goma se garantizó un desempeño más atento a sus enjuagues palaciegos que al clamor popular. En definitiva, aquello a lo que nos estamos resignando a llamar democracia estuvo delimitado desde las vallas severamente custodiadas por la guardia pretoriana de Patricia Bullrich hasta el último escaño en que se consumó una traición de Lesa Patria. El soberano, en tanto, fue nuevamente dispersado y hostigado mediante una nueva cacería de las que se están volviendo cada vez más frecuentes. La ineludible conclusión de tales acontecimientos debería ser que tenemos sobrado derecho a aspirar a una democracia de nuevo cuño.

Con distinta matriz ideológica entonces entre Macri y Bolsonaro - más alineado este último con el fenómeno Trump que con la coalición Cambiemos -, pero operatorias coincidentes, la configuración geopolítica de la región habilita a esperar la conformación de un eje favorable a los intereses del imperialismo yanqui, que hará todos los esfuerzos a su alcance, tanto de carácter económico como militar, para no entregar su “patio trasero” en la guerra (por ahora comercial) que sostiene contra China.

Poner coto a la dirigencia social asociándola con el Eje del Mal

La contraparte de tal panorama es un incremento cuantitativo y cualitativo de las resistencias que vienen enfrentando a las políticas depredatorias de la administración Macri, fenómeno que por un lado exhibe una notable escalada de la protesta social y por otro la sumatoria de sectores políticos, eclesiásticos y empresariales frustrados por haber brindado al gobierno tanto tiempo para que se deshaga de la “pesada herencia” con que ha venido justificando sus desatinos. Así, pareciera estar conformándose un amplio frente de lucha de carácter multisectorial, que ya se puso de manifiesto durante la enorme convocatoria a Luján del Frente Sindical para el Proyecto Nacional - apoyada por buena parte de la iglesia católica y demás credos -, que seguramente desplegará todo su potencial de concretarse el próximo y quinto paro nacional previsto por la CGT, el cual amenaza con ser activo y de 36 horas.

En semejante contexto, mientras el lobby jurídico oficialista apunta contra los dirigentes sindicales más proclives a la confrontación, el Ministerio de Seguridad pone de manifiesto su apego a las políticas contrainsurgentes dictadas desde el Norte Global inventando la connivencia territorial de las organizaciones sociales con el narco, a los efectos de colocar el accionar de las mismas dentro de la órbita determinada por EEUU para justificar su intervencionismo, e ir obteniendo carta blanca para proceder con inédita drasticidad cuando arriben los poderosos del planeta a celebrar la reunión del G20, escenario en el que seguramente no se escatimará ningún recurso del know how brindado por Israel a fin de “tener la fiesta en paz”.

Imposibilitado entonces de descomprimir las tensiones sociales - entre otras causas por la prioridad que demanda saldar la onerosa deuda con el FMI -, el gobierno comienza a exhibir cada vez más obscenamente el resquebrajamiento de su frente interno, circunstancia que acaso encuentre el mejor ejemplo en las invectivas con que la Dra. Carrió, fiel exponente de la ética de los ladrones de guante blanco en pro de una “democracia” sin Justicia Social, ya sin cuidado alguno por la institucionalidad viene interpelando públicamente al presidente, mostrándose alineada aún con la coalición gobernante… pero sin desautorizar las pintadas que en el conurbano bonaerense la candidatean a la presidencia para 2019.  

El poder propone pero el pueblo dispone

En consecuencia, el dinámico escenario electoral de tres tercios que describen la mayoría de las encuestas de cara al año próximo se distribuye entre 1) los neoliberales que contrajeron la deuda más gigantesca de nuestra historia y propiciaron el asesinato de Santiago Maldonado; 2) el arco de gobernadores feudales cuyos representantes votaron mayoritariamente por el aborto clandestino y el Presupuesto del FMI - cuya implementación augura que durante todo el año entrante el gobierno cagará a palos a cuantos resistamos su política en las calles -, entre los cuales figuran algunos mentores de la Masacre de Avellaneda; y 3) el neodesarrollismo que durante 12 años no desmontó el modelo de exclusión social, además de haber votado la Ley Antiterrorista con la que hoy se legitima la ministra Patricia Bullrich.

Insistimos: A 35 años de vigencia del orden constitucional, ¿alguien en su sano juicio puede seguir creyendo que esta democracia formal dará respuesta al bienestar colectivo?

Much@s argentin@s entendemos que no hay nada más revolucionario que ensanchar la representatividad de quienes deciden políticas públicas mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente que garantice el tránsito hacia una democracia de masas (y no de élites)

Hasta que perspectivas tales obtengan el consenso necesario, desde el campo popular correspondería formular (y formularse) otro interrogante: ¿Por qué se considera más violento responderle a la represión a cascotazos, cuando sus patrones ordenan expoliar al jubilado, facilitar por desidia la voladura mediante escape de gas de una escuelita de Moreno, o condenar a más de la mitad de la población a sobrevivir fuera del reparto de una riqueza que producen buena parte de sus manos?


JORGE FALCONE

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