LA TENSIÓN ENTRE
RESPETAR
EL ORDEN CONSTITUCIONAL
Y LA
IMPOSIBILIDAD DE AGUANTAR UN AÑO MÁS
“Quiero que este gobierno se vaya. No quiero sangre y
dolor” (…) “Mientras no sea por un golpe de estado, si se tiene que ir mañana
porque la gente dijo ‘váyanse, por favor, porque no los aguantamos más’, bueno,
que se vayan”.
Declaraciones de
Darío Grandinetti
al ser declarado
Mejor Actor en el Festival de San Sebastián
por su trabajo en el
film “Rojo” de Benjamín Naishtat.
Se consolida un enclave conservador en el Cono Sur
El categórico triunfo
de Jair Bolsonaro en Brasil
constituye un durísimo golpe para el pueblo nostramericano, que antes de trazar
una prospectiva respecto a sus consecuencias convoca a hacer un riguroso
balance de los puntos ciegos que dejó la larga década progresista, cuyos
gobiernos intentaron - en diverso grado
- paliar la desigualdad social. En efecto, los motivos de tal revés son
múltiples: el incremento de la inseguridad, la gravitación de las iglesias
evangélicas sobre la población de más bajos recursos, el aprovechamiento del
desencuentro potencial entre trabajadores/as asalariad@s y asistencializad@s,
pero por encima de todo ello, a la causa macro de este resurgir chauvinista hay
que buscarla en el embate globalizador disolvente que se ha cernido sobre las
identidades nacionales, y a la habilidad que han desplegado las derechas más
lúcidas para capitalizarlo. A ello se suma todo lo que encierra la expresión “roban
pero hacen”, aquel lugar común alusivo a ciertos populismos, que ha dejado su
marca indeleble en un electorado evidentemente inclinado a confiar en las capacidades de “poner orden”
con que se presentan l@s candidat@s de derecha. Y ello sucede porque, a la
ampliación de derechos basada en la implementación de planes sociales con que
se contuvo por un largo período a los sectores más precarizados a partir del Consenso de las Commodities, a cierta
heterodoxia económica que no llegó a afectar sustancialmente a los capitales
más rapaces, y a una política de unidad regional que acaso tuvo su pico más
alto en la cumbre marplatense que le dijo no al ALCA, se contrapuso el
sostenimiento de una matriz productiva agroexportadora y extractivista, la
criminalización de la protesta social, y una visión estatalista más orientada a
la cooptación que a la organización y empoderamiento de las fuerzas populares.
Los resultados están
a la vista: Si no se decapita a la hidra del capital, esta contraataca con
renovada ferocidad. De nada sirve pues la cantinela que supone que practicar
una rigurosa autocrítica de las experiencias populares “le hace el juego a la
derecha”. Sencillamente porque la derecha hace su juego con o sin ello. Más
bien corresponde poner las barbas en remojo y aceptar de una vez por todas -
como sostiene el compañero Raúl Cerdeiras - que vivimos bajo la tiranía de un
capital trasnacional que alterna formas duras con formas blandas de administrar
la cosa pública… y a estas últimas les llama “democracia”. Resignarse a
incrementar o alivianar esfuerzos organizativos de acuerdo a dicha alternancia
tiene un solo nombre. Posibilismo. Y ya va siendo hora de inventar nuevos modos
de tomar el cielo por asalto.
Prueba fehaciente de
los límites que este capitalismo terminal impone a la cada vez más jibarizada
democracia en que vivimos fue el operativo de seguridad que blindó al Congreso
de la Nación con motivo del inicio de las deliberaciones en torno al
Presupuesto 2019, escenario en el que aparecieron sugestivas pilas de cascotes
cuya utilización por parte de los manifestantes se incitó desmontando el
vallado para que estos quedaran cuerpo a cuerpo ante las fuerzas represivas. El
corolario buscado fue que los medios de comunicación afines - con Clarín y La
Nación a la cabeza, ensayando acciones de inteligencia contra los protagonistas
de la protesta - volvieran a editorializar acerca de la conducta
antidemocrática de la militancia, contrapuesta con un proceder atento a la ley
por parte de la mayor parte de la clase política venal y rentista que supuestamente
nos representa, y a la que con gases y balas de goma se garantizó un desempeño
más atento a sus enjuagues palaciegos que al clamor popular. En definitiva,
aquello a lo que nos estamos resignando a llamar democracia estuvo delimitado
desde las vallas severamente custodiadas por la guardia pretoriana de Patricia Bullrich hasta el último
escaño en que se consumó una traición de Lesa Patria. El soberano, en tanto,
fue nuevamente dispersado y hostigado mediante una nueva cacería de las que se
están volviendo cada vez más frecuentes. La ineludible conclusión de tales
acontecimientos debería ser que tenemos
sobrado derecho a aspirar a una democracia de nuevo cuño.
Con distinta matriz
ideológica entonces entre Macri y Bolsonaro - más alineado este último con el
fenómeno Trump que con la coalición Cambiemos -, pero operatorias coincidentes,
la configuración geopolítica de la región habilita a esperar la conformación de
un eje favorable a los intereses del imperialismo yanqui, que hará todos los
esfuerzos a su alcance, tanto de carácter económico como militar, para no
entregar su “patio trasero” en la guerra (por ahora comercial) que sostiene
contra China.
Poner coto a la dirigencia social asociándola con el
Eje del Mal
La contraparte de tal
panorama es un incremento cuantitativo y cualitativo de las resistencias que
vienen enfrentando a las políticas depredatorias de la administración Macri, fenómeno que por un lado exhibe
una notable escalada de la protesta social y por otro la sumatoria de sectores
políticos, eclesiásticos y empresariales frustrados por haber brindado al
gobierno tanto tiempo para que se deshaga de la “pesada herencia” con que ha venido
justificando sus desatinos. Así, pareciera estar conformándose un amplio frente
de lucha de carácter multisectorial, que ya se puso de manifiesto durante la
enorme convocatoria a Luján del Frente
Sindical para el Proyecto Nacional - apoyada por buena parte de la iglesia
católica y demás credos -, que seguramente desplegará todo su potencial de concretarse el próximo y quinto paro nacional previsto por la CGT, el cual amenaza con ser activo
y de 36 horas.
En semejante
contexto, mientras el lobby jurídico
oficialista apunta contra los dirigentes sindicales más proclives a la
confrontación, el Ministerio de Seguridad pone de manifiesto su apego a las
políticas contrainsurgentes dictadas desde el Norte Global inventando la
connivencia territorial de las organizaciones sociales con el narco, a los
efectos de colocar el accionar de las mismas dentro de la órbita determinada
por EEUU para justificar su intervencionismo, e ir obteniendo carta blanca para
proceder con inédita drasticidad cuando arriben los poderosos del planeta a
celebrar la reunión del G20, escenario en el que seguramente no se escatimará
ningún recurso del know how brindado por
Israel a fin de “tener la fiesta en paz”.
Imposibilitado
entonces de descomprimir las tensiones sociales - entre otras causas por la
prioridad que demanda saldar la onerosa deuda con el FMI -, el gobierno
comienza a exhibir cada vez más obscenamente el resquebrajamiento de su frente
interno, circunstancia que acaso encuentre el mejor ejemplo en las invectivas
con que la Dra. Carrió, fiel
exponente de la ética de los ladrones de guante blanco en pro de una
“democracia” sin Justicia Social, ya sin cuidado alguno por la institucionalidad
viene interpelando públicamente al presidente, mostrándose alineada aún con la
coalición gobernante… pero sin desautorizar las pintadas que en el conurbano
bonaerense la candidatean a la presidencia para 2019.
El poder propone pero el pueblo dispone
En consecuencia, el dinámico
escenario electoral de tres tercios que describen la mayoría de las encuestas
de cara al año próximo se distribuye entre 1) los neoliberales que contrajeron
la deuda más gigantesca de nuestra historia y propiciaron el asesinato de Santiago Maldonado; 2) el arco de
gobernadores feudales cuyos representantes votaron mayoritariamente por el
aborto clandestino y el Presupuesto del FMI - cuya implementación augura que
durante todo el año entrante el gobierno cagará a palos a cuantos resistamos su
política en las calles -, entre los cuales figuran algunos mentores de la
Masacre de Avellaneda; y 3) el neodesarrollismo que durante 12 años no desmontó
el modelo de exclusión social, además de haber votado la Ley Antiterrorista con
la que hoy se legitima la ministra Patricia Bullrich.
Insistimos: A 35 años
de vigencia del orden constitucional, ¿alguien en su sano juicio puede seguir
creyendo que esta democracia formal dará respuesta al bienestar colectivo?
Much@s argentin@s
entendemos que no hay nada más revolucionario que ensanchar la
representatividad de quienes deciden políticas públicas mediante la
convocatoria a una Asamblea Constituyente que garantice el tránsito hacia una
democracia de masas (y no de élites)
Hasta que
perspectivas tales obtengan el consenso necesario, desde el campo popular
correspondería formular (y formularse) otro interrogante: ¿Por qué se considera
más violento responderle a la represión a cascotazos, cuando sus patrones
ordenan expoliar al jubilado, facilitar por desidia la voladura mediante escape
de gas de una escuelita de Moreno, o condenar a más de la mitad de la población
a sobrevivir fuera del reparto de una riqueza que producen buena parte de sus
manos?
JORGE FALCONE
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