Prefigurando la post cuarentena
DE LA JUSTICIA SOCIAL
A LA JUSTICIA SOCIOAMBIENTAL
"Son los momentos de crisis los que ponen las
manos en el fuego de quienes aspiran a ser revolucionarios. Los que desnudan
las construcciones huérfanas, la pobreza política de las sectas, la mediocridad
de los burócratas, las falsas ilusiones que promueven quienes formulan sus
apuestas desconectados de los procesos populares, o sin tomarse el trabajo
de estudiar la realidad. Son los momentos de crisis los que determinan
respetos y la posibilidad de ser escuchados, los que valorizan las
construcciones sociales y políticas enraizadas, la capacidad de unir al pueblo,
los liderazgos estudiosos, creativos y con las orejas abiertas para aprender y
escuchar, la decisión de no confundir nuestros deseos con la realidad concreta
a transformar. Seguramente después del coronavirus en muchos lugares
del mundo los pueblos saldrán a ‘saldar las cuentas’. Por experiencia de lucha
acumulada, Nuestramérica seguirá estando a la vanguardia".
Guillermo Cieza,
“Nuestramérica después de la pandemia”,
10 de abril de
2020.
Recuerdos del futuro
Pasaron las Pascuas, y un gobierno que se
siente más cómodo ofreciendo la otra mejilla que desalojando a los mercaderes
del templo, a fin de no adoptar medidas drásticas que desalienten a un
empresariado impaciente por recuperar ganancias, acaba de anunciar una segunda
fase de “cuarentena administrada” prácticamente hasta fines de abril, cuando
todxs lxs sanitaristas coinciden en que el pico más alto de contagio por el
COVID - 19 se producirá durante el mes de Mayo - sin considerar las
consecuencias del “Viernes Negro” vivido por jubiladxs y pensionadxs, lo que
aún está por verse - y la sociedad toda comienza a sospechar que no volverá a
ocupar espacios públicos hasta pasado el invierno.
Para más datos, un inquietante informe
originado en Harvard acaba de afirmar que para neutralizar al virus hará falta
que se contagie por lo menos el 70% de la población mundial, lo que - siguiendo
un cálculo lineal, y dada la cantidad actual de habitantes del planeta - insumiría
unos 10 años, aunque se espera poder descubrir la vacuna que inmunice contra
dicho flagelo bastante antes. Sin embargo, también se afirma que su capacidad
de mutación haría que, aún quienes ya hubieran pasado por el contagio, podrían
volver a contraer la enfermedad. Y, en su peor pronóstico, se agrega
que la pandemia podría llegar a hacer sentir su impacto hasta 2022, perspectiva que,
de tener asidero, modificaría sustancialmente nuestro modo de vida como en una
distopía propia de la ciencia ficción. En tal circunstancia, habría que pensar
que el posible reseteo global no descartaría solamente a los sectores más
vulnerables de la humanidad (pobres y ancianxs), sino a países enteros (Haití,
Siria, Albania) que desde hace tiempo carecen de Estados fuertes capaces de
afrontar la crisis con planificación estratégica y unidad de mando. Pero,
afortunadamente, ni la ciencia descansa ni es esa la única prospectiva en
consideración.
Mientras la cantidad de decesos
a causa de la pandemia en curso supera la cifra global del millón de personas,
y los países más afectados privilegian ocuparse de los protocolos sanitarios de
rigor por encima de las conjeturas acerca de su origen, una de las figuras que
se ha sumado a la hipótesis más generalizada sobre el particular es Philip Giraldi, ex funcionario de la
Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, quien no ha descartado que EE.UU. podría haber “creado” al temido
virus, en colaboración con Israel, en
un intento por interrumpir el crecimiento económico y el poder militar de
China.
En contraposición a ese punto de vista, algunxs
analistas adhieren a posturas como la sustentada por la investigación publicada
en el Clinical Microbiology Reviews del año 2007, que decía: “El
rápido crecimiento económico en el sur de China ha llevado a una demanda
creciente de proteínas animales, incluida la de animales de caza exóticos como
las civetas; grandes cantidades de variedades de estos mamíferos salvajes en
jaulas superpobladas y la falta de medidas de bioseguridad en los mercados
permitieron el salto de este nuevo tipo de virus que pasan de animales a
humanos y que entonces los estudios se empezaron a dar, casualmente, con los
murciélagos, los hallazgos de que los murciélagos de herradura son un
reservorio natural del virus similar al SARS y que las civetas son un anfitrión
de la amplificación destacan la importancia de la vida silvestre y la bioseguridad
en las granjas”. Allí también se planteaba que los animales salvajes
padecían estrés cuando estaban en jaulas, lo que aumentaba el nivel de
contagio, tanto por su orina, por sus heces o por su saliva, y que todas estas
condiciones colocaban a la zona del sur de China como un lugar lógico para que
se produjese lo que ahora se conoce como coronavirus.
Obviamente, si la anterior hipótesis fomenta
la concepción belicista que propone una “guerra” contra el “enemigo invisible”,
esta última se ubica más cerca de la necesidad de propender a una ética del
cuidado. Lamentablemente, en nuestro medio parecería estar gravitando en mayor
medida el primer camino.
La situación es de tal gravedad, ante la
pérdida de empleo y los millones de desocupados que la cuarentena global generará,
que incluso los economistas más liberales están pensando en un segundo New Deal
(*) en el marco de esta gran crisis sistémica.
En las últimas horas, economistas que
oportunamente acompañaron al Ministro José
Ber Gelbard a partir del año 1973 han sostenido que, dada la gigantesca
fuga de excedentes (capitales) de los últimos años, si no se preserva o
“administra la recesión”, se le agregará la desorganización, desarmado y
desaparición de las estructuras productivas urbanas. Podrán subsistir las
“actividades esenciales”, el agro, la alimentación, etc. Vale decir que, sin
esa estrategia de preservación, el coronavirus habrá completado la destrucción
del tejido industrial llevado a cabo sistemáticamente desde 1975 hasta nuestros
días.
Lo que hemos construido en 45 años es una
“economía para la deuda”: No podemos vivir sin producir y consumir al mismo
tiempo. En ese modelo el agro, la minería, el petróleo, son actividades postuladas
para pagar la deuda estructural. Es el modelo primario exportador y pagador.
Pero con 40% de pobreza, ejército de trabajo en negro, la Administración
Pública como seguro de desempleo carísimo, y la sombra de una enorme deuda social
(4200 villas de emergencia, sólo por dar un ejemplo)
En semejante contexto, no cuesta demasiado
comparar cuánto gravitan las decisiones del poder económico y cuánto las del
gobierno. El del frigorífico quilmeño Penta sirve como caso - testigo de la
desobediencia empresarial a la que se enfrentan las autoridades
democráticamente electas: Un delegado de planta declaró en medio del acampe que
se desarrolló en puerta de fábrica que una representación laboral fue recibida
por la Intendenta Mayra Mendoza,
quien prometió que “hará lo posible por dialogar con los dueños de la fábrica para intentar
que escuchen razones”. En tanto, el conflicto continúa irresuelto y, más
allá de la desafectación de efectivos policiales intervinientes en los primeros
escarceos, el accionar represivo también.
A esta altura del panorama descripto, preocupa
conjeturar cuáles pueden ser las consecuencias que sufra un país con su
economía diezmada por administraciones ineptas o decididamente canallas, en
tanto se continúa pagando una deuda centenaria, odiosa e ilegítima, se vacila
en gravar la renta improductiva, y se cubre la urgencia social con emisión de
billetes: Quién parará las protestas que produzca en el futuro próximo la
inexorable estanflación? Se espera que jueguen ese rol las organizaciones sociales?? Acaso se
prevé que aceptarán hacerlo???
Morderse
la cola dentro del orden capitalista conduce a reiterar el fracaso
Las "ideas
zombis" de las que habla el Premio Nobel de Economía Paul Krugman son postulados que han sido reiteradamente refutados y
que sin embargo persisten, porque favorecen a una porción minoritaria pero
poderosa de la sociedad.
En el imaginario de vastos sectores
progresistas anida la “idea zombi” de que la tensión a resolver en este momento
de la Historia estaría dada entre capitalismo desregulado y capitalismo
regulado. De hecho, el ex Vicepresidente boliviano Álvaro García Linera definió al modelo que ensayara como “capitalismo
andino amazónico”, y la Vicepresidenta argentina Cristina
Fernández de Kirchner ha caracterizado
al statu quo como “capitalismo
anarquizado” y a su propuesta como “capitalismo en serio”.
Viene a cuento pues recordar que la política
económica oficial abreva en las concepciones del mentor del ministro de dicha
cartera, el también Premio Nobel Joseph
Stiglitz, autor de un flamante
ensayo cuyo título no permite albergar duda alguna: “Capitalismo progresista. La
respuesta a la era del malestar”.
Por su parte, el pensamiento crítico viene
afirmando desde hace tiempo que en el Siglo XXI ya no basta con resolver la
tensión entre capital y trabajo, como sostenía la teoría clásica, sino que
corresponde afrontar la que vincula a capital, trabajo y naturaleza.
Hasta la fecha, la gestión de Alberto Fernández, propensa a ejercer
una política distribucionista que
continúa apegada al paradigma extractivista (lo cual tiene uno de sus más
claros ejemplos en la explotación vía fractura hidráulica o fracking del yacimiento de Vaca Muerta),
le viene dando la espalda a la afligente realidad de un maltratado ecosistema,
lo que refleja el remanente del más vetusto ideario de un peronismo que ha
dejado de ser “el hecho maldito del país burgués” para convertirse en garante
de la gobernabilidad demoliberal, echando en saco roto el valioso legado que el 16
de marzo de 1972 Juan Domingo Perón
publicaba bajo el nombre de "Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo" (https://www.barilocheopina.com/noticias/2019/03/17/40339-una-carta-de-peron-que-pocos-peronistas-leyeron),
texto en el que bregaba por un planeta libre
de imperialismo colonizante, buscando alertar contra la creciente contaminación.
A propósito de tan
acuciante dilema, en su flamante ensayo “Una brújula en tiempos de crisis
climática” (2020,
Editorial Siglo Veintiuno), la socióloga Maristella
Svampa y el abogado ambientalista Enrique
Viale proponen pensar la salida a la crisis civilizatoria en curso a través
de un pacto ecosocial y económico de carácter global. Ojalá tanto nuestra clase
política como buena parte de la militancia no persistan en la ceguera epistémica
que supone ignorar planteos de semejante trascendencia.-
(*) New Deal
es el nombre dado por el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt
a su política proteccionista puesta en marcha para luchar contra los efectos de
la Gran Depresión de 1929 ocurrida en su país.
JORGE
FALCONE
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