La construcción
mediática de un estadista
A FALTA DE PLAN
BUENOS SON VIRUS
Vayamos al grano. Nadie que haya sobrevivido
a los años 70 sin venderse puede renunciar al pensamiento crítico. Y hete aquí
que en algunas coyunturas (o más bien casi siempre) ejercerlo resulta incómodo.
Sin ir más lejos, un cuento de hadas del
célebre Hans Christian Andersen
publicado en 1837 bajo el nombre de “El traje nuevo del Emperador” lo ilustra
inmejorablemente. En dicho relato, un monarca torpe y veleidoso se apresta a
desfilar conmemorando fecha insigne para su comarca, cuando un par de pícaros
sastres se acercan a su palacio y le ofrecen diseñar un fastuoso y
originalísimo atuendo de gala que tendrá la particularidad de ser invisible
para los imbéciles. El hombre acepta de inmediato y, al cabo de esmeradas
simulaciones de corte y confección… termina desfilando desnudo, para no asumir
que él tampoco puede ver tan curiosa indumentaria. Su grey, absolutamente sometida
a los caprichos de aquel mandante, contempla perpleja el espectáculo pero
prefiere aplaudir y soltar expresiones de admiración. Sólo un niño - inocente
como todo humano de corta edad - atina a interpelar a sus padres interrogando
porqué aquella autoridad se pasea tal y como vino al mundo. Y aquí viene la
moraleja: El pequeño y su familia son expulsados del pueblo para siempre,
destino recurrente - y a menudo peor - de quienes osan decir ciertas verdades
en tiempos difíciles.
Recapitulando. La dictadura oligárquico
militar genocida entronizada el 24 de marzo de 1976, a diferencia de las que la
precedieron desde 1930, demolió casi todo vestigio del Estado de Bienestar
construido por el peronismo desde mediados de la década del 40.
Su retirada, producida por la creciente
resistencia popular, la difusión internacional de crímenes de lesa humanidad, y
una insalvable crisis económica a la que se sumó la derrota en la guerra del
Atlántico Sur, se concretó tras una suerte de “consenso de posguerra” acordado
con la partidocracia demoliberal que nos gobierna desde entonces, con algunas
variantes en la administración de las libertades formales, pero la constante de
no alterar sustancialmente la pobreza estructural - que hoy asciende a casi la
mitad de la población - ni una matriz productiva de carácter extractivo.
Así, al cabo de 4 años en que gobernaron los
intereses aggiornados de aquellos facciosos de uniforme colocando nuestra
economía en terapia intensiva, arribamos a esta bisoña gestión de un
panperonismo tan amplio y diverso que nos demanda, ante el terror de volver a
lo anterior, ni siquiera toser para no derribar su castillo de naipes. Malos
tiempos pues para ejercer el pensamiento crítico, aún desde el más constructivo
de los afanes, sin ser apuntado como maximalista, aguafiestas, o funcional a la
derecha.
Pero aún bajo esa Espada de Damócles, como
este cronista desciende - entre otras sangres - de vascos y extremeños, se
atreverá a opinar que a un gobierno consciente de la emergencia económica, que
asumió privilegiando tomar medidas tendientes a paliar la dramática suerte de
lxs de abajo optando por no esbozar - o al menos no dar a conocer - un programa
orgánico para lo que dure su mandato, so pretexto de reperfilar primero el pago
de la deuda odiosa con los acreedores internacionales en la ya impracticable
fecha del 31 de marzo… la llegada del COVID - 19 le vino como anillo al dedo,
para encender los motores ensayando cierta capacidad de planificación, y para
desembarazar al primer mandatario de cualquier sospecha de ser un títere de su
vicepresidenta.
La imagen que acompaña esta nota,
profusamente difundida en las redes a partir de las cadenas nacionales en que Alberto Fernández decretó la cuarentena
general, y a continuación su prórroga, ilustra en buena medida lo anterior. No
sólo eso, el medio pelo jauretcheano también conmemoró su cumpleaños con mayor
ahínco que el desembarco argentino en las Islas Malvinas.
Ya se ha dicho que la pandemia azota con
rigor preferencial al mundo periférico, subsidiario del Norte Global. Sus
posibles consecuencias, por ende, no son enteramente imputables al oficialismo
de turno. Pero tampoco puede eximírselo de la dilapidación de una inmejorable
oportunidad histórica para sumarse al clamor internacional que exige la condonación
de la deuda contraída por los países más vulnerables a la acción del virus; de haber
pagado 250.000.000 de dólares en concepto de intereses de esa deuda y
aprestarse a abonar otros 503 millones correspondientes a los vencimientos de
intereses de 3 bonos, en plena emergencia sanitaria y cuando - por dar sólo un ejemplo - todos los medios
anuncian decesos por falta de respiradores en los hospitales; de agotar en
bravatas retóricas el señalamiento de un empresariado rapaz que, en el caso de Garbarino, llegó a intimar al Ejecutivo
a levantar la cuarentena a riesgo de cesantear a todo el personal de su planta,
y en el de Danone no sólo incrementa
significativamente sus precios sino que amenaza con rebajar el 40% del salario
a gran parte de sus trabajadores/as; y mucho menos, aún a pesar de lo inédito
de la circunstancia que atravesamos, de no prever en un comité de crisis la
tragedia sucedida el 3 de abril pasado, fecha en que - al cabo de un
disciplinado aislamiento ponderado por varias naciones del mundo - se expuso a
cientos de miles de abuelos a cobrar jubilaciones y pensiones realizando desde
la madrugada del día anterior colas de hasta 3 kilómetros.
Se hace difícil ante hechos semejantes pasar
por alto un lugar común: El orden capitalista prescinde de las dos franjas
etarias extremas, que no tienen cabida en
o ya pasaron por el proceso productivo. De los jóvenes ajenos a
cualquier privilegio social se ocupará el “gatillo fácil”, y de los viejos el
invierno. O las pandemias.
Puede que la circunstancia aludida - que echó
por tierra buena parte del esfuerzo realizado hasta entonces por la población
en general y el personal sanitario en particular - no sea de responsabilidad
directa del presidente, pero lo que no cabe es caer en la típica “teoría del
cerco” que supone estar gobernados por un estadista visionario que “la tiene
atada”… pero no está exento de padecer “fuego amigo”. Porque, si el flagelo que
combatimos nos coloca en situación semejante a una guerra, pues entonces exige
unidad de mando y previsión de riesgos.
Lo cierto es que, a partir de su tesitura de
pagador serial - que lo congracia con
los acreedores pero a la vez lo compromete cada vez más con el pueblo que dice
representar -, el gobierno enfrentará horas más que difíciles al culminar la
cuarentena y quedar cara a cara ante el desafío de afrontar con menguadas arcas
la onerosa deuda interna que carga el país.
Queda claro que estas son consideraciones
opinables. ¿Dónde está entonces, a nuestro modesto entender, “la madre del
borrego” que nos coloca en medio de un laberinto de improbable salida?
En la constatación de que la viciada clase
política que rige nuestros destinos es incapaz de leer adecuadamente este
momento histórico, que grita a voces que en el marco del capitalismo no hay
destino para la humanidad.
Y si esa verdad de perogrullo coloca en un
penoso lugar a nuestra dirigencia, peor habla de aquellas organizaciones
sociales que, persiguiendo la vana ilusión de cogobernar, - muy a pesar de la
encomiable labor de seguir atendiendo comedores y merenderos - la crisis
muestra bien lejos de la mesa chica que
enfrenta la emergencia, y ostensiblemente situadas en el subsidiario rol de
válvula de escape de la olla a presión que comienza a hervir desde la base de
la sociedad.
Porque el Estado concentra todas las tareas
de asistencia y contralor en la emergencia, pero desestima el enorme potencial
de la comunidad, a la que asigna exclusivamente el rol pasivo de vaciar las
calles y confinarse en el hogar.
Vale la pena entonces parar la pelota y
contemplar la cancha, como solía hacer el Diego, para reconsiderar que lxs
condenadxs de la tierra, además de incomibles bolsones de alimentos, barbijos,
o alcohol en gel, tienen derecho a recuperar cuanto antes un horizonte
emancipatorio capaz de trascender este sistema que hace agua por todos los
costados.-
JORGE
FALCONE
No hay comentarios:
Publicar un comentario