Aunque pierda las elecciones,
el macrismo profundizó
radicalmente la obra de la dictadura
SÓLO UN PROCESO
REVOLUCIONARIO
DE NUEVO CUÑO SALVARÁ A LA ARGENTINA
DEL COLAPSO FINAL
RETICENCIA DE LO NUEVO
“Sólo
gracias a los sin esperanza nos es dada la esperanza”.
Walter Benjamin
La “democracia de la derrota” (*)
que transitamos ha escarmentado a buena parte de la sociedad argentina de sus
audacias de otrora. Sin esta interpretación cuesta demasiado comprender que,
pese a la muerte por congelamiento de numerosos compatriotas bajo la ola polar
de este riguroso invierno, aún queden semejantes que - perteneciendo a sectores
castigados por el modelo económico vigente - sigan apostando por esa entelequia
llamada “cambio”.
En todo caso, la “primaverita”
económica con que el gobierno ha venido batiendo parches es “pan para hoy y hambre para
mañana”, y sólo beneficia circunstancialmente a la clase media. Pero a menudo
montajes como ese bastan para definir una elección.
Porque, si algún logro debería reconocérsele al macrismo en medio de una
flagrante ausencia de inversiones, una inflación indomable y una miseria
inédita bajo un gobierno constitucional, es el de haber generado una mayoría
electoral relativa que - a contrapelo del sentido común de los últimos años - valora a la seguridad
por encima de la Justicia Social, porque está dispuesta a aceptar que “la torta
no alcanza para todos”.
Sin ir más lejos, en los últimos
días este cronista recogió dos ejemplos que ilustran tal fenómeno. En el primer
caso, un modesto peón de taxi de alrededor de 40 años, para referirse al modelo
económico del anterior gobierno nacional lo hizo en los siguientes términos: “¿Se acuerda de esa época en que no hacía
falta trabajar, porque nos regalaban todo?”. A lo que más adelante agregó,
a título de factor causal: “Lo que pasa
es que este país es una fábrica industrial de peronistas”.
En el segundo caso, a bordo de un transporte de media distancia, un obrero de la construcción de una edad aproximada a la del personaje precedente señalaba a su interlocutor - compañero de labor de algunos años menos, que escuchaba atentamente - la caravana de madres peregrinando con sus pequeños hijos en procura de alguna distracción con la que entretenerlos durante ese otro invento consumístico denominado Vacaciones de Invierno, expresándose de este modo: “¡Ahí tenés la crisis económica! Se quejan pero no paran de yirar… Acá la crisis se va a acabar cuando 8 millones de nosotros deje de laburar para los 32 millones restantes”.
Como se puede apreciar, en ambas argumentaciones campea un pensamiento mágico y reduccionista, y brilla por su ausencia un poder económico opresor. En consecuencia, desde tales puntos de vista, la fuente de nuestros males radicaría en el dispendio de los recursos públicos, o - aún peor - en una cuestión idiosincrática. Sin ánimo pues de otorgarle un status científico definitivo a la referencia de tales anécdotas, bien puede convenirse que la perspectiva que manifiestan se resiste a una posible explicación economicista, lo que estaría ratificando en gran medida cuánto caló durante los últimos años - incluso en sectores subalternos - la prédica cultural oficialista.
En el segundo caso, a bordo de un transporte de media distancia, un obrero de la construcción de una edad aproximada a la del personaje precedente señalaba a su interlocutor - compañero de labor de algunos años menos, que escuchaba atentamente - la caravana de madres peregrinando con sus pequeños hijos en procura de alguna distracción con la que entretenerlos durante ese otro invento consumístico denominado Vacaciones de Invierno, expresándose de este modo: “¡Ahí tenés la crisis económica! Se quejan pero no paran de yirar… Acá la crisis se va a acabar cuando 8 millones de nosotros deje de laburar para los 32 millones restantes”.
Como se puede apreciar, en ambas argumentaciones campea un pensamiento mágico y reduccionista, y brilla por su ausencia un poder económico opresor. En consecuencia, desde tales puntos de vista, la fuente de nuestros males radicaría en el dispendio de los recursos públicos, o - aún peor - en una cuestión idiosincrática. Sin ánimo pues de otorgarle un status científico definitivo a la referencia de tales anécdotas, bien puede convenirse que la perspectiva que manifiestan se resiste a una posible explicación economicista, lo que estaría ratificando en gran medida cuánto caló durante los últimos años - incluso en sectores subalternos - la prédica cultural oficialista.
En tal contexto resulta entendible
que la palabra Revolución haya “pasado de moda”, y que escuchada por oídos
permeados por la satanización del término remita exclusivamente a fratricidio y
regueros de sangre… dado que es bien sabido de qué arcas deberían salir los
recursos necesarios para proporcionar alimento y abrigo a l@s más de 13.000.000
de argentin@s que engrosan las estadísticas de pobreza en este país rico. No
se trata pues de pasar por alto el fallido intento chileno de tránsito al
socialismo “por vía democrática”, sino más bien de retomar el desafío
simonrodriguista de inventar o errar. Lejos de proponerse aquí comparaciones
que no cuadran, recordemos que - como ya sostienen números@s exponentes del
pensamiento crítico - el Siglo XXI nostramericano se inauguró con un alzamiento
zapatista que puso en cuestión muchos presupuestos de lo que durante el siglo
anterior se concibió como única forma de acceso a un reparto equitativo de las
riquezas.
Así, el rasgo decididamente inhumano
del presente que transitamos ha redundado en un engorde de numerosas
organizaciones sociales que durante los últimos tiempos se han visto más
condicionadas a destinar buena parte de su activismo a paliar las urgencias del
hambre en merenderos y comedores que a sostener una formación de cuadros capaz
de recordar cuánto costó conquistar los derechos que nos están arrebatando, o
que las clases dominantes no suelen apelar precisamente a los buenos modales ni
aun cuando el más votado de los gobiernos se dispone a recortar alguno de sus
privilegios .
Eso explica que buena parte del
espacio social por ellas representado, lejos de responder a las perspectivas
estratégicas de sus respectivas conducciones, se muestre absolutamente permeado
por el sentido común que fomentan las usinas del poder para sostener sin
sobresaltos este modelo de acumulación por desposesión.
Hoy escasean las organizaciones
políticas adherentes a un pensamiento antisistémico que ante una coyuntura
electoral se resistan a “la demanda de los de abajo” y - en el entendimiento de
que el salto de lo social a lo político consiste exclusivamente en dar a luz
una herramienta capaz de presentar candidat@s para los próximos comicios -
no destinen buena parte de su esfuerzo a hacer campaña
con las reglas de juego del antagonista de proyecto histórico.
Ante semejante panorama parecería pertinente
volver a cuestionarse si queda algo por demostrar en cuanto a que ni el
capitalismo con disfraz más humano ha sido capaz de dar respuesta adecuada al
conjunto de una sociedad.
LA LOZA SOBRE NUESTRA EMANCIPACIÓN
“…cabe recordar que para el año 2020
tenemos vencimientos por el conjunto de nuestra deuda externa que ascienden a
la suma de 22,8 miles de millones de dólares; esa cifra, para los próximos 4
años se eleva a 156.220 millones. A nadie escapa que - para nuestra economía
actual - eso es imposible de cumplir”.
Roberto
Cirilo Perdía
El proceso de endeudamiento externo desarrollado
entre 1976 y 1983 sirvió para solventar negocios privados. Así lo demuestra el
fallo del juez Jorge Ballestero
dictado en junio de 2000 en la causa impulsada por Alejandro Olmos, en la que se investigó la hipoteca de nuestro país
durante la última dictadura militar.
Aquella patriada, iniciada en octubre
de 1982 y cerrada en 2000, reúne decenas de investigaciones, millares de fojas,
informes periciales, recortes de diarios, declaraciones de ex funcionarios,
datos que durante dieciocho años fueron recopilándose y que desovillan la
madeja de cómo se estafó al país.
Esa titánica tarea, que contó con
numerosos peritos de organismos oficiales y privados, locales y extranjeros,
cuestionó seriamente a las autoridades civiles y militares de entonces, entre
ellas al súper Ministro de Economía “Joe”
Martínez de Hoz, a su mano derecha Guillermo
Walter Klein (h) - titular de la Secretaría de Programación y Coordinación
Económica -, y a los distintos presidentes del Banco Central.
La fraudulenta operatoria de los
denunciados favoreció a algunos grupos económicos ligados a los centros
financieros internacionales, que mantienen su influencia en el presente, como Macri, Fortabat, Bunge & Born,
Bridas, Bulgheroni, Pérez Companc,
Techint (Rocca), Soldati, Pescarmona, quienes contrajeron la deuda privada que más tarde
sería estatizada por Domingo Felipe
Cavallo. Entre otros nuevos
responsables de la postración nacional, he aquí a buena parte de los apellidos
que conforman un poder capaz de prevalecer ante cualquier resultado electoral,
escamoteado por la “grieta” que el
periodismo cómplice ofrece a la opinión pública como la contradicción principal
que deberíamos resolver.
El endeudamiento en cuestión se
valió de tres recursos: reforma financiera y pauta cambiaria
(devaluación progresiva del peso); apertura económica y desindustrialización;
desmantelamiento estatal y represión de la resistencia popular. Para
implementar estas reformas, fue necesaria la modificación del marco legal, a
fin de concretar una acción ilegítima. La presentación de Alejandro Olmos
concluye expresando que “Primero se
modificó la ley, después se hipotecó al país”. Cuando resultó insuficiente,
sencillamente se apeló a la violación de las normativas vigentes.
Todo ello se concretó mediante el
endeudamiento de las empresas públicas en el exterior para conseguir dólares
que no utilizaban, beneficiando con ellos a empresas privadas a través del
Banco Central, con posterior estatización de dichas deudas. YPF, por ejemplo,
fue obligada a tomar deudas cada tres meses sin ninguna necesidad real. Cabe
destacar que a la compañía nunca llegaban esas divisas, que quedaban en el
Banco Central. En las postrimerías de la dictadura, la deuda de YPF ascendía a
6.000 millones de dólares; desde el golpe militar, la misma había crecido unas 16 veces, y llegó a constituir un décimo
de la deuda total del país. Los dólares eran utilizados por los grupos
señalados para la “timba financiera” especulando con los tipos de cambio y la
fuga de divisas.
LA RECURRENTE PREGUNTA SOBRE “¿QUÉ HACER?”
“El cierre de listas es la síntesis o cristalización de un
sistema basado en la competencia, el rencor, el individualismo. Un festival de
antivalores. No quiero decir con esto que no sea una instancia necesaria para
un proyecto popular, incluso para un proyecto revolucionario, pero el mecanismo
se ha configurado de tal forma que deja pocas grietas para colar una
representación de los sectores excluidos de la política formal, sin que eso
implique domesticarlos y convertirlos en otra cosa”.
Juan Grabois
Desde esta tribuna venimos
adhiriendo sin cortapisas a la necesidad de desalojar a la coalición gobernante
en las elecciones de octubre, ya que la rebelión popular sostenida no logró
coaligar esfuerzos para imponer otras condiciones de recambio institucional,
como sí ocurrió en el período 2001/2003.
Más aún cuando l@s inquilin@s de la
Casa Rosada vienen demostrando palmariamente - como lo ilustra, por ejemplo, la
instalación de tropas israelíes en la Triple Frontera, o el nuevo “Servicio
Cívico Voluntario en Valores” dirigido por la fuerza de seguridad que causó la
muerte de Santiago Maldonado - que
no sólo están dispuest@s a ganar una elección, sino a consolidar para siempre
este capitalismo apocalíptico en nuestro país. En consecuencia, hasta el más
mínimo garantismo contribuirá a obstaculizar semejante proyecto.
Tal objetivo está fuera de toda
discusión. Lo que aquí se pretende poner en cuestión es el día después. Ya que
nadie debería pasar por alto en qué desembocó la democracia recuperada en 1973,
al cabo de casi 18 años de resistencia popular por todos los medios contra los
dueños del poder, y habiendo colocado en ministerios y gobernaciones calificados
cuadros identificados con una política transformadora al interior del
peronismo. Desde entonces, la caja de resonancia estatal nunca volvió a
contener una masa crítica de semejante calidad en el ejercicio de la función
pública. Quien sostenga lo contrario tomando como referencia a la “década
ganada”, deberá admitir que en tal contexto no existía un sentido común que
demandara cambios sociales de carácter revolucionario.
Dicho panorama nos lleva a ratificar
que, sin generar una nueva hegemonía social que reconsidere la
necesidad/posibilidad de un cambio profundo - lo cual demandará el concurso de
muchas voluntades convencidas (y capaces de convencer) al respecto en el diario
quehacer militante -, sobran ejemplos históricos de que ninguna estructura se
modifica por decreto, desde arriba hacia abajo.
Por ende, a esta altura del proceso
de mega endeudamiento y destrucción nacional, la opción parecería ser tan
diáfana como militar para el cambio o militar para la continuidad… lo que ha
demostrado palmariamente producir más bajas por hambre, frío, o gatillo fácil,
que cualquier conato de desobediencia civil.
Ojalá una militancia que ha demostrado sobrada capacidad de
sostener esta larga y sacrificada lucha así lo entienda, e invierta su
principal esfuerzo sobre la comunidad,
en vez de arriesgar sus respectivas construcciones zambulléndose de lleno en las
arenas movedizas de la vida parlamentaria. -
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