CORONAVIRUS
NO HAY EPIDEMIA MÁS
LETAL QUE EL CAPITALISMO:
LA ARGENTINA ACTUAL
ES UN INMEJORABLE EJEMPLO
“Exhortan al Ministro
de Salud de Italia a buscar ayuda cubana contra la COVID - 19”.
CubaDebate
Lxs nacidxs en los 50s no conocimos la polio.
Para este cronista, por ejemplo, su sombra apenas fue un vecinito de la vuelta
que cada tanto irrumpía en la esquina moviéndose como una marioneta manejada
por un epiléptico e intentando sumarse a nuestros juegos, lo cual eludíamos
sistemáticamente con esa crueldad de la que sólo son capaces los niños.
Por entonces la peste era un fresco de El Bosco, una secuencia de “El Séptimo
Sello” de Ingmar Bergman, o un
cuento de Edgar Allan Poe. Como más
tarde haría el Buñuel de “El Ángel
Exterminador”, aquel torturado cuentista bostoniano pintaba en “La Máscara de
la Muerte Roja” (cuyo clima expresa la ilustración que acompaña esta nota) la
desesperación de los aldeanos afincados en el feudo del Príncipe Próspero ante
el asedio de una plaga mortal, de la que el despiadado monarca intentaba
preservarse aislándose en su palacio y convocando a sus pares a una bacanal
tendiente a olvidar la amenaza en ciernes.
Pero como no hay muralla que detenga a dichos
males, un enmascarado vestido de rojo cuela en aquella orgía, y con él lo hace
la epidemia que anfitrión e invitados intentaban ignorar, exterminando a toda
esa aristocracia empeñada en salvar el pellejo a costilla de los siervos de la
gleba.
Hace
un tiempo el legendario líder campesino peruano Hugo Blanco tomó partido ante
la crisis civilizatoria en curso con palabras que servirían de moraleja
contemporánea para el citado relato: “Antes,
desde el marxismo y el trotskismo, luchábamos por una sociedad igualitaria.
Pero ahora he cambiado. Ya no creo que sea la clase obrera la única sepulturera
del capitalismo, tal como decía Marx. Ahora está en juego la salvación de la
especie humana. Porque si no derrotamos al sistema capitalista, nos va a matar
a todos, incluidos los capitalistas”.
A
estas horas, con alarmantes índices de mortandad en China, Europa en estado de
alerta (un cuarto de la población italiana en cuarentena), y un primer muerto
por coronavirus en Argentina - cualquiera sea el asidero de las especulaciones
conspirativas que describen al agente patógeno como producto de una
manipulación genética destinada a zanjar la competencia comercial entre las
grandes potencias - aquellas palabras recobran potente vigencia, toda vez que
este sistema socioeconómico devastador que
buena parte del sentido común erige como destino inexorable de la humanidad… la
está conduciendo resueltamente hacia su exterminio. Y nuestro castigado país - donde frecuentemente
se escucha que estaríamos en condiciones de alimentar a 400 millones de
semejantes, pero sin embargo hay niñxs que mueren de hambre a diario bajo el
yugo de una deuda centenaria, mientras los Señores de la Soja escatiman
belicosamente un diezmo para paliar la acuciante emergencia social - es un
dramático ejemplo de lo expresado.
Lo
cierto es que la epidemia ha ocasionado el reciente colapso de Wall Street, lo
que, sumado a la caída del precio del petróleo, impone pasar revista a un
cuadro geopolítico continental que encuentra al gobierno argentino sin
definiciones estratégicas, y peligrosamente amenazado por un Brasil devuelto
por la gestión Trump a su condición
de gendarme regional dispuesto a oficiar como cabecera de puente de un Plan
Cóndor II, alineando tras de sí a Uruguay, Paraguay, y Bolivia para cumplir con
los designios del Imperio, mientras el Chile insurrecto se constituye por ahora
en el único y auspicioso enclave que hoy se desmarca del damero descripto.
No
escapará al analista atento que, en semejante contexto, negociar con los
acreedores internacionales nos coloca más cerca del default que de cualquier alquimia capaz de tranquilizar a los
mercados haciendo concesiones. A poco de conmemorar la heroica gesta de nuestros
soldados en el Atlántico Sur, corresponde interrogarse si el gobierno argentino
tendrá la entereza patriótica suficiente para encauzar el problema de la deuda
hacia una resolución soberanista, desenlace que poco importa a esos “pescadores
de río revuelto” que temen al populismo más que al coronavirus, y se empeñan en
fogonear tractorazos en nombre de “el campo”.
A esta altura cabría plantearse que, si hay consenso
mayoritario en seguir intentando humanizar al capitalismo, no queda otro camino
que propender a que la crisis la costée quien más gana, lo que a todas luces apunta a los terratenientes de la pampa húmeda y a los bancos. Porque, aunque
sabido es que tal perspectiva les incomoda, muy otra conduce a escenarios
imprevisibles, como el que hoy se vive cruzando la cordillera, desenlace que,
en caso de tornarse inevitaible, no hará más que ratificar que históricamente
a la violencia siempre nos
conducen lxs poderosos.-
JORGE FALCONE
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