No existe un capitalismo
en el que TODXS ganen
“El colapso es un proceso, o un momento, que tiene varias consecuencias delicadas: cambios sustanciales, e irreversibles, en muchas relaciones, profundas alteraciones en lo que se refiere a la satisfacción de las necesidades básicas, reducciones significativas en el tamaño de la población, una general pérdida de complejidad en todos los ámbitos - acompañada de una creciente fragmentación y de un retroceso de los flujos centralizadores -, la desaparición de las instituciones previamente existentes y, en fin, la quiebra de las ideologías legitimadoras, y de muchos de los mecanismos de comunicación del orden antecesor. Salta a la vista, creo, que el escenario propio de una crisis es mucho más liviano, tanto más cuanto que cabe suponer que los cambios acarreados por ésta no son en modo alguno irreversibles”.
Carlos Taibo,
catedrático libertario español,
autor del ensayo “Colapso: Capitalismo terminal,
Transición ecosocial, Ecofascismo”
(ed. Catarata, 2019)
El tire y afloje por
el mundo que viene
Una vez más, el capitalismo resiliente
procurará descomprimir la asonada de protestas en el Gran País del Norte
reemplazando a todxs lxs efectivos policiales de Minneápolis, en tanto no se ha
logrado allí conjurar aún la expansión de la pandemia en curso.
Algunos analistas esgrimen razones culturales
para explicarlo, aduciendo que el confucionismo chino posee una tradición más
comunitaria en comparación con la de occidente, cuyo individualismo le jugaría
en contra durante la emergencia actual.
Resulta evidente que la lógica hemisférica acerca
de que “tiempo es dinero” nos coloca a considerable distancia de convertir el
aislamiento preventivo en retiro reflexivo destinado a imaginar un futuro post
pandemia más humano que la vieja “normalidad”.
No obstante, el COVID - 19 - funesta
consecuencia de un sistema insostenible - continúa brindando la oportunidad de
analizar qué se hizo mal para llegar a poner en peligro la vida en el planeta.
Pero, aunque a estas horas EEUU aparezca como un bisonte asediado por una
manada de coyotes, es demasiado temprano para formular vaticinios venturosos.
Sin ir más lejos, Larry Fink, uno de los fundadores del
poderoso fondo de inversión Black Rock - que percibe un sueldo de 40 millones
de dólares anuales - anticipa el futuro que se empeña en moldear al margen de
negocios de coyuntura: “Nosotros ayudamos
a consolidar un nuevo capitalismo de largo plazo, que no se fija en beneficios
trimestrales, para transformar la economía de mercado sin transformar su
esencia y para eso necesitamos asociarnos a Estados más dinámicos y flexibles”.
Como podrá apreciarse, los
dueños del mundo no descansan en mover fichas del damero global para asegurarse
que el “nuevo orden” se parezca lo más posible a ese horroroso mundo previo al
coronavirus. Y los datos que se acumulan al respecto resultan bastante
inquietantes: Según la consultora Sigma, de Argentina, 18 países ya piden
auxilio al FMI para sortear económicamente la emergencia sanitaria.
Sin embargo, indudablemente la crisis abre
oportunidades. Para bien y para mal. El porvenir está en disputa.
Lo cierto es que el fracaso de los
experimentos precedentes deja un vacío que bien podrían rellenar nacionalismos
chauvinistas como el de Jair Bolsonaro,
aún careciendo de proyecto económico o institucional,
dado que dicha filosofía se vale de los temores, las ansiedades, y los
resentimientos acumulados en el seno de algunas sociedades. Su gran oportunidad
consistió en detectar un vacío importante que persiste. Pero para sostenerse en
el tiempo hace falta esgrimir ideas. Lo insoslayable es que no hay perspectivas
originales a la vista.
Pese a ello, va tomando forma un momento de
afirmación nacional, y eso ya supone un cambio en el sentido de esa globalización
que ha venido imponiéndonos apertura económica, y sujeción a una agenda
homogeneizadora de toda diversidad. El presente demanda pues de una importante
imaginación creadora para que la moneda - que todavía gira en el aire - caiga
en favor de los pueblos.
Por lo pronto, parecería ser que los cambios
fundamentales no se produjeran por incidencia de algún discurso sino por las
marcas que el dolor imprime sobre el cuerpo social.
Al menos así lo entienden quienes suscriben el
Manifiesto Hacia un gran Pacto Ecosocial y Económico que circula entre lxs
argentinxs: “La pandemia ha expuesto
nuestra vulnerabilidad social y nuestra condición humana, a la par de desnudar
y agudizar las desigualdades sociales y económicas haciéndolas más
insoportables que nunca. Esto nos impulsa a mirar el estado, los mercados, la
familia, la comunidad y la naturaleza desde otra perspectiva, mientras
recuperamos aquellas alternativas que hace solo unos meses parecían inviables,
para encontrar una salida diferente a esta crisis, a partir de una
reconfiguración integral que sea social, sanitaria, económica y ecológica y que
tribute a la vida y a los pueblos”.
Un
capitalismo en el que ganen todxs… lxs que no se llamen Ramona
Según el Economista de la CTA de los
Trabajadores Eduardo Basualdo, el
actual gobierno nacional “no es la
continuidad del último kirchnerismo, es un Frente Nacional que implica una
parte mayoritaria de la clase trabajadora y los sectores populares, pero
también a los grupos económicos”.
Consecuente con dicha caracterización, un
presidente que ha venido ejerciendo su mandato como si no tuviera otro proyecto
que la cuarentena, acaba de formular una expresión de deseo que no resiste el
menor análisis científico de cara a las consecuencias que viene produciendo el
sistema que nos rige: “Queremos un
capitalismo donde ganen todos”.
Pero
dado que no es precisamente el pensamiento crítico el que domina al sentido
común imperante, así como uno de los principales activos políticos de la
gestión kirchnerista fue el éxito de la negociación con los acreedores, Alberto
Fernández ha incrementado significativamente su nivel de
aprobación social a partir del manejo de la emergencia sanitaria, y en caso de
arribar a una resolución digna de ser presentada como favorable en referencia
al endeudamiento que ahoga a lxs
argentinxs, podría hacerse con un capital equivalente al del ex
presidente patagónico que invoca como su mentor.
Y esto último - que
seguramente suene quintacolumnista a los oídos del oficialismo más obsecuente
-, viene a cuento de las muchas expresiones celebratorias que en las últimas
horas circularon en las redes a propósito del proyecto de "rescate"
estatal de Vicentin (ej.: "mal día para ser gorila"), cuando aún se
desconoce si tal decisión tendrá las características que desearían sus empleadxs…
o supondrá otro negociado del tipo de REPSOL-YPF. En cualquier caso, de momento
lo que no admite sombra de duda es la baja de aranceles para
importar insumos destinados a la fabricación de glifosato anunciada por el Ministerio de Relaciones Exteriores, lo
que no hace más que ratificar la vigencia de esa nefasta matriz productiva
generada desde la expansión del "desierto verde" sojero, inaugurada “casualmente”
durante la gestión del Canciller Solá como Ministro de Agricultura de Carlos Menem.
En
tanto, sin prisa y sin pausa, el Instituto Patria continúa promoviendo por su
cuenta suculentos acuerdos con el
gigante asiático - 5G, hidrovía, puerto
en la Patagonia - que, de concretarse, indudablemente tensarán el equilibrio
geopolítico regional al desafiar los intereses de una potencia occidental
herida… pero indispuesta a resignar su “patio trasero”.
Lo cierto es que los dueños del país, fieles
a su rapacidad histórica, no han siquiera insinuado disposición alguna de
compartir una porción de la torta con el alarmante contingente de pobres e
indigentes que crece a diario, contribuyendo a que abunden indicadores acerca
de que en la post pandemia la miseria y el hambre aumentarán exponencialmente
la violencia y la represión.
Por su parte, un amplio sector del “subsuelo
de la Patria” gasta los últimos cartuchos de una expectativa electoral que
apostó por el co gobierno de las organizaciones sociales, mientras otro - por
ahora minoritario pero nada despreciable -, sistemáticamente ninguneado por las
políticas asistencialistas, debate su destino entre vivir del aire o
sublevarse. Y hará escuchar sus exigencias durante las próximas horas.-
JORGE
FALCONE
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