EL PUEBLO
ENFRENTA AL COVID EN LAS
CALLES PARA NO MORIRSE DE HAMBRE
“En poco tiempo hemos distribuido kilos y kilos
de comida, en cientos de mesas de ranchos. Hemos picado, cortado y lavado
cantidad enorme de comida que llega porque lxs humildes que están un poquitito
mejor colaboran con quienes estamos peor. Hemos amasado amor por toneladas y
sabemos que solo hasta ahora hemos laburado muchísimo más que cientos y cientos
de politiquerxs que andan dando vuelta por ahí, a salvo del hambre, del Covid y
de la bala de la yuta. Nuestro laburo nos llena de orgullo, un orgullo que
solo es porque es colectivo”.
Olla Popular “Sólo el pueblo salvará al
pueblo”, Barrio Los Hornos, La Plata.
El
imperativo de desaprender para entender
Mal que nos pese, difícilmente lxs argentinxs
mayores de edad hayamos vivido un momento de la historia tan propicio para
perder los últimos vestigios de inocencia.
Cualquiera sea el origen y la magnitud real
de la viralidad de la peste que nos azota, es irrefutable que nos ha cambiado
drásticamente la vida. Lxs más agorerxs conjeturan que ha de ser para siempre,
y algunxs hemos comenzado a soñar que volvemos a abrazar a un ser querido o nos
asoleamos en una playa remota (no hace falta que sea Honolulú)
La inconcebible concentración de capital
financiero trasnacional y la insustancialidad de muchos gobiernos que
protagonizaron la llamada Década Larga Progresista de Nuestra América nos ha
depositado en este páramo que muchxs intentamos atravesar con cierta hidalguía,
aunque las derechas más ultramontanas se postulen para enderezar el curso de la
Historia.
Ya está. Mediante el incuestionable argumento
del cuidado - y salvo en contadas latitudes, como Chile o EEUU -, el
conservadurismo de toda laya ha conseguido vaciar los espacios públicos,
incrementar en ellos su presencia represiva, y confinarnos en un limbo dizque
privado sujeto al blindaje mediático ejercido contra toda noticia digna de ser
celebrada, donde impera una nueva sociabilidad asentada en redes sometidas al
más absoluto control del capitalismo global (quien dude de ello, pruebe a rever
en Youtube el filme que más le conmovió o escuchar en Spotify su melodía
favorita sin suministrar ningún dato de su tarjeta de crédito… y será
interrumpidx a cada instante por ridículas ofertas de coaching para obtener paz
interior mientras se extingue el planeta o aprender en tres semanas la lengua
del amo, si no por basura reggaetonera de la peor estofa)
Como rezaba una antigua canción, “estamos
prisioneros, carcelero”[1]. Y el peor aspecto de
dicho cautiverio acaso no consista en la estricta - y aparentemente justificada
- restricción de la libre circulación, sino en los lastres materiales y
subjetivos con que cargamos.
En primera instancia, la eficaz y sistemática
depredación socioeconómica de la Patria, sostenida con fugaces interrupciones
desde que escuchamos el Comunicado N°1 de la Junta de Comandantes (24/3/1976), sumado
al sistemático bombardeo contra la última identidad política que supo amalgamar
vida e ilusiones del pueblo argentino, y a la ausencia de utopías evidentes
capaces de reponer un horizonte de esperanza colectiva.
Conste que nadie está expresando aquí que no
existan pueblos en lucha ni experiencias encomiables. Baste con señalar la
solidaridad global a toda prueba puesta de manifiesto en cualquier emergencia
por un pueblo como el cubano, a pesar de que soporta un bloqueo de más de medio siglo; la lealtad
chavista de las comunas bolivarianas; la inaudita generosidad del MST, que dona
toneladas de alimento sano y de su propia cosecha a lxs menesterosxs de Brasil;
la lenta pero efectiva expansión de los caracoles zapatistas; o el semillero de
novedades que contiene el Confederalismo Democrático kurdo. No pues. Aquí se
habla de la vacancia de un programa nodal que nos aúne en toda latitud.
En Argentina, al pesadillezco cuatrienio
macrista le siguió una oportunidad histórica en la que la gran mayoría
depositamos expectativas. Cierto es que
aquellos nobles propósitos enunciados por el presidente en su discurso
de asunción se estrellaron contra una plaga hasta ahora ingobernable. Pero
mucha tinta ha gastado la ciencia política discurriendo en torno al vínculo
entre los avatares del devenir y la voluntad para sortearlos.
Un ejemplo muy poco feliz de esto último, que
no puede ni debe ser atribuido a inexorables circunstancias históricas que nos
exceden ni a la furia vengativa de una naturaleza mancillada, es la genuflexión
con que viene “negociándose” una deuda odiosa, ilegítima, y ahora centenaria. Salvo
que la mansedumbre de una opinión pública escarmentada a fuerza de cuartelazos
de atrocidad creciente o disciplinamiento mediático basado en contabilizar
estadísticas de contagio en naciones más desgraciadas que la nuestra esté
dispuesta a transferir al resto del planeta la responsabilidad exclusiva del
cóctel de recesión / desocupación / hambruna
que ya promete la post pandemia.
Con qué cabeza desovillar entonces un
presente tan complejo. Algunxs pensadores decoloniales consideran que con la
Conquista de América se perdió el pensamiento holístico y multicausal de los
antiguos pobladores de estas tierras, aunque no pocas mentes de la región hayan
procurado - desde disímiles perspectivas - conjurar esa herencia malinchista[2], o lo sigan haciendo: José Carlos Mariátegui, Gunter Rodolfo Kusch, Norma Giarracca, Enrique Dussel, o Rafael
Bautista, por nombrar sólo un puñado.
En tanto, las Guerras de Quinta Generación[3] destinadas a consolidar
nuestro sojuzgamiento se conciben en academias militares multidisciplinares. El
último nostramericano que lo tuvo en claro se llamó Hugo Rafael Chávez Frías.
Es un hecho trajinado: No puede inteligirse
cabalmente el Siglo XXI con categorías perimidas del Siglo XX o anteriores.
Resulta perentorio asimilar, por ende, que la
pretensión de crecimiento exponencial que la modernidad ha legado al
pensamiento occidental es a todas luces suicida, que “a esta hora exactamente”[4] (como escribiera alguna
vez el magistral poeta Armando Tejada
Gómez) en las usinas intelectuales del Norte Global se consolida la
convicción de que, si no todos somos iguales, corresponde sacrificar gente. Y
esto es así puesto que el neoliberalismo no implica en modo alguno el triunfo
del capitalismo sino su más rotundo fracaso, en la medida en que ya no le
alcanza con las mediocres tasas de crecimiento que reportan los Estados de
Bienestar.
¿Resulta verosímil en consecuencia que la
codicia del 1% mundial conduzca nuestra
civilización al suicidio?
Contra dicha evidencia corresponde volver a
aprontar las gomeras de David.
Así como en setiembre de 2001 el capital
financiero transnacional aprovechó el atentado a las Torres Gemelas para reciclar
el sistema-mundo a su favor, últimamente ha hecho lobby sobre la OMS para otorgar el status de pandemia global a un virus que quizás en otras
circunstancias no lo hubiera merecido.
La Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que la recesión motivada por la
pandemia es un fenómeno global cuyo impacto “modificará la interdependencia de la economía mundial”
y “las modalidades de la
división internacional del trabajo”. Y que dadas las
debilidades que la estructura productiva de América Latina ha acumulado en los
últimos 40 años, esta crisis conduciría a “la reprimarización de las
economías de la región”, lo que en nuestra latitud encuentra un
inmejorable ejemplo en la iniciativa de exportar porcinos criados en el más
insalubre hacinamiento, masivamente repudiada – entre otras voces – desde el
pronunciamiento colectivo “No queremos transformarnos en una factoría de cerdos
para China, ni en una fábrica de nuevas pandemias” (https://pactoecosocialyeconomico.blogspot.com/2020/07/no-queremos-transformarnos-en-una.html),
y hace pocas
horas por agricultorxs nucleados en la UTT que se manifestaron ante la
cancillería bajo la consigna “Fábrica de chanchos + Monocultivo de soja
transgénica = Hambre”.
La crisis civilizatoria en curso encuentra
uno de sus factores causales en el tránsito de un capitalismo productivo a uno
financiero.
Lxs amigxs de la plataforma periodística
digital El Megáfono nos brindan una muestra
concreta de lo que implica la red financiera sobre todas las actividades,
eslabones de la cadena y fracciones sociales. Y el impacto dentro de las
propias compañías de capital que aumentan sus ingresos por el financiamiento
más que por el comercio de bienes. Es decir, la mercancía principal, el
comercio principal, es el intercambio del dinero mismo: “Las ventas por internet aumentaron un 84% en
abril, según la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE), en comparación
con un mes promedio del primer trimestre del 2020, así como un crecimiento del
38% en órdenes de compra y un 71% en unidades vendidas. Durante la cuarentena, el gigante regional
Mercado Libre incrementó, a través de su plataforma de pago, las ventas de
supermercados a casi 1 millón de transacciones mensuales y un acumulado de
20.000 millones en lo que va del año, lo que representa un crecimiento del 80% en relación con los números
previos al aislamiento. En el primer trimestre de 2020, Mercado Pago, con un
total de 272 millones de dólares, representó el 41,7% de los 652 millones de
ingresos netos de la empresa a nivel global. En el período, la fintech de la
empresa mostró un crecimiento del 45,2% en términos interanuales”. Un dato por demás ilustrativo es que,
en este contexto, Jeff Bezos - CEO
de Amazon - ganó 13.000 millones de Dls. en un día (!)
Debido a ese imaginario voraz de progreso
ilimitado es que a su vez vienen produciéndose estragos irreparables de carácter
socio ambiental sobre el planeta. De ahí que cada vez se alcen más voces
raigales para conjurarlo, como la de la poeta mapuche Adriana Pérez Pinda, quien sostiene que “tenemos que aprender a caminar la tierra como seres vivos”, o la de
la activista afro colombiana Francia
Márquez, que exhorta a entender que “el
territorio es la vida, y la vida no se vende”.
Esa es, en todo caso, la causa de los males
globales, y el COVID 19 una de sus múltiples consecuencias.
Como oportunamente lo pronosticaran desde ángulos
contrapuestos del arco ideológico local el Intendente Mario Ishii y el dirigente social Juan Grabois, el 2° semestre en Argentina presenta una perspectiva
de incremento exponencial de la pobreza, conflictividad social, delito, y toma
de terrenos. Esto último ya ha comenzado a producirse en el Barrio Aeropuerto
de La Plata, en el Barrio El Rincón de Villa Elisa, y en el Barrio Numancia de
Guernica (foto que ilustra esta nota), donde en el curso de una semana ya se
han asentado alrededor de 3000 personas con un promedio de edades que oscila
entre los 20 y 40 años, lo cual pone de manifiesto la dimensión de la
emergencia social que padecen muchxs compatriotas privadxs de un techo.
La proyección de que 9 millones de argentinxs carentes de todo ingreso o cobertura social se hayan acogido al Ingreso Familiar
de Emergencia permite especular acerca de lo que podría llegar a generar un
posible colapso de la asistencia que brinda el Estado.
Sin ir más lejos, Alberto Fernández
expresó recientemente en conferencia de la CEPAL que “se necesita un Plan Marshall para
América Latina, Caribe y África”.
En tanto, su gobierno procura salir al cruce de
tan afligente situación con un blanqueo de capitales, una moratoria de gran
alcance, y reactivando la obra pública. Pero si se tiene en cuenta la ya
mencionada negociación perdidosa de la deuda externa (BlackRock y 29 fondos
aliados acaban de rechazar la última y genero$a oferta del Ministro Guzmán, lo que disipa la ilusión de poder transcurrir todo
este mandato sin sobresaltos) y la probabilidad de que, una vez encarrilado el
tema, se soliciten más préstamos, la perspectiva se torna intranquilizadora.
Por su parte, a través de jornadas nacionales
de lucha y ollas populares, bajo la consigna “Somos esenciales”, organizaciones
sociales afines al gobierno exigieron un “salario universal” para contener los efectos
de la crisis que impactan sobre los
sectores más vulnerables de la población. Proponen que este
proyecto se solvente a través del impuesto a las grandes riquezas. Pero, aún sintiendo desoídos hasta ahora sus reclamos fundamentales,
continúan otorgándole una tregua al gobierno en la lucha callejera.
En materia de política internacional, el
Ejecutivo también capituló ante el Norte Global decretando que todo
pronunciamiento antisionista será considerado un acto de antisemitismo, justo
en momentos en que el espurio pacto Trump-Netanyahu se propone anexar al Estado
de Israel el 30% de Cisjordania, iniciativa que probablemente se concrete antes
de las elecciones estadounidenses de noviembre. A ese gesto se ha sumado a posteriori la condena al gobierno
bolivariano de Venezuela en la ONU por supuestas violaciones a los DDHH.
A distancia considerable de los enjuagues
palaciegos - se llamen ausencia de un programa o doble comando del destino
nacional -, en “el hondo bajo fondo donde el barro se subleva”[5], se ha acabado la
paciencia.
Y cada vez más argentinxs - empleadxs, sub
empleadxs o sujetxs a una humillante asistencia social - siguen ganando las
calles de los municipios del conurbano profundo, allí donde los teléfonos de
emergencia repiten indiferentes mensajes grabados y los hospitales rebalsan de
infectadxs, porque saben que si no enfrentan al virus en esa intemperie peleando
un plato de comida para sus hijxs, bajo el techo más precario lxs aguarda la
parca ostentando la máscara del hambre.-
(*) Célebre exhortación del filósofo español José Ortega
y Gasset.
JORGE FALCONE
[2] Malinche: Mujer nahua de la costa del Golfo de México, que desempeñó un
papel clave en la conquista española del Imperio Azteca, actuando como amante, intérprete,
e intermediaria del conquistador español Hernán Cortés.
[3]
También denominada por algunos como "Guerra sin Límites", donde no interesa ganar o perder,
sino demoler la fuerza intelectual, obligando al oponente a buscar un
compromiso , para lo cual se valdrá de cualquier medio, lo que supone
incluso que no sea estrictamente necesario el uso de armamentos.
.
[4] Primera estrofa del poema hecho
canción “Hay un niño en la calle”, escrito por el popular bardo de origen
huarpe.
[5] Estrofa del tango “La Última
Curda”, de Cátulo Castillo.
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